Último refugio de muchas especies que han visto arrasados sus bosques, los ríos se encuentran en un alto riesgo de degradación.
Los ríos, arterias de vida. No es sólo una metáfora. En un paisaje seco como el nuestro, las corrientes fluviales son auténticas vías para la vida, que, sin embargo, se encuentran en un grado de deterioro importante, y como tantos ecosistemas naturales, están en una situación de riesgo creciente.
Hay tres tipos de ríos en nuestra geografía: los de caudal permanente durante todo el año, los temporales que se quedan secos en verano y los cursos esporádicos, que tienen agua menos de seis meses al año. En cualquiera de estos tres casos, los ríos son corrientes de vida.
Supongamos cualquiera de ellos, que se encuentre en pleno desarrollo de sus posibilidades ecológicas. En un paisaje cada vez más deforestado, lo primero que se aprecia desde la distancia es que no se ve el río propiamente dicho, sino una tupida orla de vegetación. Un cinturón verde en medio de un secano ocre y amarillento. Efectivamente, el río mantiene un bosque galería, con altos chopos, álamos blancos, sauces, olmos, tarajes, alisos, bajo los cuales crece un espeso matorral, y en conjunto, una pequeña comunidad de animales que necesitan de los árboles y la vegetación tupida para vivir.
No pocas especies forestales que han visto arrasados sus bosques, encuentran su último refugio en estos bosques galería.
Cuando se atraviesa esta orla de vegetación ribereña, se encuentra el preciado elemento que da identidad al río: el caudal.
Puesto que estamos frente a un hipotético curso fluvial bien conservado, el agua puede circular a mayor o menor velocidad, en función de la inclinación del tramo, pero en cualquier caso, sería un agua limpia, sin contaminantes químicos o biológicos. El agua es el auténtico tesoro del río, lo que hace de éste una joya ecológica. Es el sostén del bosque galería y de las vegas cultivadas de alrededor. Aporta frescor al ambiente, ayudando a rebajar las temperaturas extremas y constituye una fuente de vida, no sólo porque alberga una rica y sorprendente comunidad biológica en su seno, sino porque ayuda a mantener las comunidades de los sistemas adyacentes al río.
Sin embargo, esta estampa idílica, fiel exponente de la diversidad biológica de nuestros ecosistemas, no es habitual en nuestros ríos. En la actualidad, no es frecuente estar frente a un río bien conservado. Al contrario, lo normal es encontrar que la vegetación ribereña se encuentra muy dañada cuando no totalmente arrasada.
El agua suele estar contaminada, especialmente en verano, de tal manera que no se aconseja beber agua directamente, ni siquiera en muchos lugares de montaña. Los contaminantes oscilan entre excesos de nitratos procedentes de las aguas fecales o del abonado de los campos, los más frecuentes, hasta residuos químicos industriales. La alteración de los ríos llega hasta el propio cauce, con las extracciones de áridos o las captaciones ilegales de agua, y por último, cuando el río deja de serlo y se convierte en una gigantesca acequia, con sus orillas y su lecho totalmente hormigonados.
En un momento en el que se habla de cambio climático, de la escasez de agua, de un incremento de las características secas, los ríos se encuentran sujetos a un alto riesgo de degradación. Por ello, diversas administraciones, desde algunas autonómicas hasta el Ministerio de Medio Ambiente, están poniendo en marcha iniciativas y proyectos de voluntariado para salvaguardar las condiciones ecológicas de los ríos. Y en estas iniciativas está colaborando el Grupo de Ecología Activa (GEA) en sus delegaciones de Jaén y Córdoba. En ambos casos, se ha colaborado con el Programa Andarríos de la Junta de Andalucía, en la evaluación ambiental de dos tramos de los ríos Guadalbullón, en Jaén, y Guadiato en Córdoba.
Estas tareas de voluntariado han consistido en la toma de datos, según un protocolo preparado por la Junta de Andalucía, en las que se tienen en cuenta características físicas y químicas del agua, indicadores biológicos de la calidad de la misma, y el grado de desarrollo, continuidad y conectividad de la vegetación ribereña, así como los impactos ambientales observados. Con todo ello, se ha trazado un perfil del estado de conservación del río, y como consecuencia, pueden señalarse las diferentes actuaciones necesarias para corregir los impactos observados.
Por otro lado, la delegación de Jaén en GEA participa también en el Programa de Voluntariado en Ríos del Ministerio de Medio Ambiente, con un proyecto similar, en un tramo, que abarca parte de los ríos Eliche y Guadalbullón, cercanos a la capital jiennense. En esta ocasión, además de llevar a cabo la evaluación ecológica del curso fluvial mencionado, también se llevarán a cabo actividades de información y concienciación de la sociedad.
Ahora más que nunca es importante velar por la buena salud ecológica de los ríos españoles, para que sigan siendo arterias de vida, y no corredores de pestilente contaminación y silencioso vacío.
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