La inmundicia que está saliendo a espuertas de las cloacas de Bankia, antigua Cajamadrid, está dejando en entredicho a todo el espectro político e ideológico. Por lo que se advierte, hasta la izquierda y los sindicatos han sacado tajada menor de esta suciedad alevosa. ¿Qué hacían los representantes de la izquierda política y social en los consejos de las cajas de ahorro, no solo del feudo madrileño de Blesa? Callar y mirar a la derecha, avalar y asentir como funcionarios asépticos, cobrando en metálico y a través de prebendas varias, regalos preferentes de poca monta pero a plazo fijo. Nunca se les ha oído levantar la voz en público ante los enjuagues y tejemanejes internos de los ejecutivos neoliberales ni de los amiguismos y connivencias entre los poderes financieros y fácticos de este país. ¿No se enteraban de nada, entonces cuál era su función? ¿Meros jarrones de adorno o comparsas con derecho a las sobras del ágape? ¿Percibían dietas y ostentaban cargos en diferido? Su sonoro silencio resulta más que elocuente. Esos representantes dolosos o culposos, sin escrúpulos cuando menos, se han postrado ante las seducciones, parece que irresistibles, de los destellos emanados por la elite, contaminando su ética y moral de modo enfermizo. Los tentáculos del capitalismo son muy avezados en adquirir voluntades y aquiescencias cómplices. Tal vez sin querer, la izquierda social y política ha pecado de ingenua, sin embargo tal postura mantenida más allá de la cautela, empieza a ser sospecha de presunta inocencia abonada por indicios bastante razonables y creíbles. Sabemos que el régimen de explotación capitalista es capaz de comprarlo casi todo, incluso convirtiendo en mercancía y valor enajenable hasta los principios éticos o morales más elementales. Si a la izquierda social y política institucionalizada aún le quedan arrestos de verdad suficiente, debería salir a la palestra y señalar con pelos y señales las prácticas de algunos de sus miembros nada edificantes ni elegantes. La táctica del avestruz no es una opción viable. ¿O sí? La clase trabajadora se merece una respuesta clara y contundente. Sin medias palabras ni eufemismos ni bellos discursos retóricos. A bote pronto. A la cara. Sinceramente. Ya mismo. Todos los políticos no son iguales, pero sobran las malas yerbas acomodadas en la molicie pública viviendo de lujo a costa de todos. Izquierda nominal sin compromiso ético no es de recibo. ¿O quizá sí desde la transición monárquica y pactista? Esas personas, a pesar de lo que se diga como excusa, han representado siglas con prestigio: caso de haberse lucrado o haber realizado movimientos censurables sin conocimiento de los líderes políticos y sociales, dígase sin tapujos. Lo que da la sensación de veracidad irrefutable es que la vigilancia de las organizaciones de las que eran/son miembros no ha estado a la altura de las mínimas exigencias democráticas. Si iban por su cuenta y riesgo, también son responsables sus casas patrocinadoras por no controlar sus andanzas representativas. Por activa o por pasiva la situación mancha la credibilidad de unos y otros. Por acción u omisión, el desfalco de la crisis tiene demasiados protagonistas secundarios que avalaron los desmanes de las estrellas estelares de la derecha española. La crisis, evidentemente, causa estragos hasta en las mentes y conductas más intachables. La izquierda institucional tiene la palabra, de esta manera sus/nuestros representantes honrados en las cajas de ahorro salvarán el honor particular y el de la izquierda social y política en su conjunto. Los parados, los inmigrantes, los pobres y la clase trabajadora están aguardando una declaración convincente. También los militantes y afiliados de base.