Los derechos de los cristianos se vulneran en Europa

Los derechos de los cristianos se vulneran en Europa

Foto: EPA

Los titulares de los principales medios occidentales denuncian en numerosas ocasiones la violación de los derechos de los cristianos en Europa. Al mismo tiempo, los expertos coinciden alarmados en que la tradicional civilización europea está viviendo su declive, mientras que las alternativas ofrecidas por el Islam siguen ganando popularidad.

 En opinión de los analistas, en estos momentos estamos presenciando un fenómeno que antes era impensable: en los países occidentales se viene observando una actitud discriminatoria hacia los cristianos, cuando no un acoso directo. No es difícil de comprobar, si uno se fija en lo ocurrido en las últimas semanas.

Así, recientemente en el Reino Unido ha estallado un escándalo provocado por la decisión de la cadena Marks and Spencer (M&S) de permitir a sus dependientes musulmanes no atender a clientes que quieran comprar bebidas alcohólicas o carne de cerdo. El portavoz de la cadena explicó que la empresa estaba fomentando “un ambiente libre de discriminación”, de modo que reaccionó con comprensión al deseo de algunos de sus empleados. M&S se disponía también a mostrarse igual de comprensiva con los representantes de otras religiones, en concreto, respetar el deseo de los cristianos de no trabajar los domingos y de los judíos de librar en sábado. Después de una avalancha de comentarios críticos, Marks and Spencer retiró su decisión, hecho que no impidió a los indignados mantener el boicot de los comercios pertenecientes a la empresa.

Pese a que el escándalo se acabó extinguiendo, parece haber quedado una sensación desagradable: es evidente el coqueteo hacia los hábitos y costumbres ajenos al estilo de vida europea que experimentan los funcionarios de la UE, siempre tan políticamente correctos, suelen llamar multiculturalismo y tolerancia. Sin embargo, si dejáramos aparte el protocolo oficial, tendríamos que reconocer que no es sino derrotismo y degradación.

En estos momentos, en la vida social en Europa curiosamente están en marcha dos procesos que a simple vista parecen muy dispares. Los musulmanes europeos gozan del derecho exclusivo de mantener su modelo habitual de vida, la cotidiana incluida, basado en el Islam, mientras que los cristianos residentes en Europa no disfrutan del mismo privilegio. Al mismo tiempo, la vida social europea está atravesando un período de paulatina secularización. Decía Arthur Meier Schlesinger Jr. que los partidarios del ideología del multiculturalismo eran unos “separatistas etnocéntricos que lo único que veían en lo heredado por Occidente de sus antepasados eran los crímenes”. Estamos de hecho ante una política de doble rasero, opina el responsable del sector de problemas y conflictos regionales del Departamento de estudios políticos europeos de la Academia de Ciencias de Rusia, Konstantín Vóronov:

—Estos cambios en los aspectos espiritual y ético de la vida se deben a la erosión de la esfera histórica y cultural a causa de la globalización, así como a los procesos subyacentes de las sociedades occidentales.

Anteriormente, la humanidad vivía en islotes por tipos de civilización, en unos espacios cerrados. En nuestros días los procesos migratorios se han intensificado, factor que ha generado conflictos. Todo está cambiando, tanto los principios como los planteamientos y valores, todo es muy dinámico y también muy contradictorio.

De acuerdo con los entusiastas de una política migratoria activa, los inmigrantes aumentan la base imponible y ayudan a la sociedad a cubrir los crecientes gastos sociales, entre ellos, el mantenimiento de los ancianos. Son trabajadores a la vez que consumidores, ocupan puestos de trabajo e incentivan el crecimiento de la demanda, generando más empleo, dado que abren sus propios negocios. En otras palabras, representan un factor que beneficia a la economía de la UE.

Pero la economía es solo una parte de nuestra vida y desde el punto de vista de la preservación de la civilización europea estos procesos no pueden calificarse como positivos, porque minan los pilares de esta. Es decir, los inmigrantes son portadores de una cultura, unas tradiciones y una religión distintas y están empeñados en crear réplicas de su mundo en pleno corazón de Europa. Las autoridades comunitarias parecen estar haciendo cuanto se encuentra a su alcance para que los propios europeos se sientan de visita en sus países. De aquí es de donde surgen las situaciones como la ocurrida con Marks and Spencer, señala el catedrático de la Escuela Superior de Economía, Oleg Matvéichev:

—Con la llegada de la globalización vuelve a ser actual el principio dedivide et impera, es decir, “divide y vencerás”. De aquí la intención de cultivar todo tipo de diferencias, en eso precisamente consiste la filosofía del postmodernismo. No es que sea intolerante a los valores cristianos, es intolerante a cualquier tipo de identidad colectiva y tiende a la destrucción.

Lo primero a lo que se volcó este empeño destructivo fue a la religión cristiana, por ser algo muy cercano. En realidad, empezó en la época de la Ilustración. El ejemplo a seguir lo dieron los franceses. La cosa ha llegado a un punto en el que es prácticamente imposible encontrar a un europeo que sea creyente. Si no fuera por Polonia y España –países tradicionalmente católicos- nos encontraríamos con el hecho de que prácticamente hay más musulmanes que cristianos en Europa.

En lugar de la religión tradicional cristiana, Bruselas ha dado a luz una nueva fe en la globalización, el igualitarismo, las fronteras abiertas y el gobierno mundial. Se trata de una línea política muy clara. Sus apologistas siguen la lógica de la época de la Ilustración. Como señala Vladislav Galetski, colaborador del Instituto de estudios macroeconómicos, hasta el momento la civilización occidental ha vivido bajo la bandera de la eliminación de la religión de todas las esferas de la vida. En primer lugar, la religión fue desalojada de las esferas de la filosofía y la ciencia –lo que hizo posible la nueva ciencia europea-; con posterioridad, la religión fue desapareciendo de los ámbitos de la educación, la moral y el Derecho, así como de todos los aspectos de la vida cotidiana.

El problema, según este experto, reside en el hecho de que el proyecto social de la Ilustración estaba pensado desde el principio para grupos étnicos homogéneos. La moral laica que ha sustituido a la religiosa se considera universal para los europeos nativos. Porque en el fondo está basada en valores tradicionales europeos, del mismo modo que la moral comunista en la URSS era un reflejo, todo lo deformado que se quiera, de la moral ortodoxa.

En opinión de las clases dirigentes europeas, el mundo entero está encantado de asumir los valores de Occidente, sus instituciones y su cultura, porque representan lo más alto, lo más avanzado, lo más liberal, lo más racional, lo más moderno y lo más civilizado del pensamiento humano. Esta fe en la universalidad de la cultura occidental es el mayor error de los fundadores de la nueva Europa.

Y sin embargo, la ética laica europea ha resultado estar limitada a un cierto marco geográfico. Y la gente a la que Europa ha llamado a levantar su economía no está por la labor de asumir dicha ética, incluso si alcanza a comprender lo que está sucediendo. Resulta que los que llegan a Europa tienen su propia opinión sobre lo que está bien y lo que está mal; cosa que ha cogido completamente por sorpresa a los que les invitaban a sus países. He aquí lo que dice Oleg Matvéichev sobre el particular:

—Una de las máximas principales de esa ética es que podemos hacer todo lo que nos plazca, pero solo con lo que nos afecta a nosotros mismos: tatuaje, suicidio, eutanasia, cambio de sexo, de raza, de patria. Lo importante es no causar daño a otras personas. Se trata, claro está, de una norma muy utópica. Porque estamos todos muy ligados los unos a los otros. Se trata pues de una norma que se basa en la ilusión de que exista un “yo” y un “vosotros”. Cuando en realidad hay una partícula de cada uno de nosotros en cada uno de nosotros. Y por eso surgen los conflictos: cuando una persona hace algo en su esfera personal (por ejemplo, dibuja una cruz en su frente) y otra persona considera que esa cruz ofende a sus sentimientos religiosos.

Si la filosofía posmoderna está basada en unos pilares falsos, está claro que su lado ético tampoco se puede sostener. Cuanto más se impone a la sociedad la corrección política, más conflictos aparecen. Cosa que es necesaria para la dominación a nivel mundial. Se trata de gestionar el caos: cuantos más conflictos hay, más poderosa debe ser la autoridad.

En El Choque de Civilizaciones, uno de los tratados más famosos sobre geopolítica de los últimos años del siglo pasado, Samuel Huntington señala que los principios políticos son un fundamento demasiado endeble sobre el que construir una sociedad estable.

Los europeos hacen enormes esfuerzos para crear un mundo hecho de una pluralidad de civilizaciones; o, dicho de otro modo, un mundo que no pertenezca a ninguna civilización concreta y que carezca de un núcleo cultural. Pero se equivocan. Nuestra experiencia personal y el sentido común nos dicen que, sin un buen fundamento, ninguna casa es capaz de aguantar las inclemencias del medio ambiente.

ms/as/er
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