El relativismo es el pensamiento cultural e intelectual que actualmente está haciendo más daño a la sociedad. En general, el relativismo es el concepto que sostiene que las teorías y puntos de vista no tienen verdad ni validez universal, sino sólo una validez subjetiva y relativa a los diferentes marcos de referencia. Tiene, además, diferentes variantes a según qué área haya introducido su influencia, denominándose entonces relativismo cultural, moral, lingüístico, científico, etc.
Mi propósito aquí no es ver sus errores epistemológicos, sino considerar más sopesadamente sus consecuencias:
Si cualesquiera personas no tienen valores y criterios morales que puedan ser considerados como ciertos, y en lugar de eso parece que todo depende del contexto referencial en el cual se mida, puede tener implicancias graves, y algunas de ellas ya están ocurriendo en diversos ámbitos con claras consecuencias sociales. Valores realmente fuertes, como matar o no matar, robar o no robar, etc.; si todo ello depende de la interpretación subjetiva de la persona o grupos de personas, puede ocurrir que éstas «se sientan» ofendidas por algo (con o sin razón) y actúen sin medida, provocando aún más daños a otros, incluso irreversibles, por la sencilla razón de valorar sus sentimientos por encima de los compromisos y acuerdos sociales.
Pero el ejemplo más de moda en estos días, es que una vez alcanzado un puesto de responsabilidad y la posibilidad de que no te importe demasiado, si ves la oportunidad, de «apropiarte de lo ajeno», al fin y al cabo, y ya que todo es relativo, uno siempre está «necesitado de ser millonario». Al no tener criterio fuertemente establecido sobre lo que es correcto o incorrecto, al mínimo agujero que puedas, es cuestión de aprovecharte sin mesura de todo lo que sea posible.
Esta flojedad moral no es solamente algo propio de algunos truhanes. Esta es la postura meliflua y egoísta que se mastica en el ambiente cultural e intelectual del relativismo. Y es algo que la gente, y entre ellos nuestros políticos, también viven en sus vidas, en las universidades, en esos autores posmodernistas y sus distintas variantes que leen, etc.
Lo más peligroso del relativismo es que, al destruir los valores morales sobre lo correcto e incorrecto, lo que está bien o mal, y crear esa dependencia hacia el «dios Estado» a través del cual conducir sus vidas, permite a éste absorber en sus instituciones monopolizadas todas las funciones que la sociedad civil siempre ha ejercido para su propia autorregulación. Esta absorción y adoctrinación de las gentes permiten, a su vez, el diseño o ingeniería social de las ideologías dominantes para modificar la mentalidad de la gente hacia lo que ‘deberían ser’, marcando el camino de la programación del ser humano.
La delegación moral
Pero las consecuencias políticas son aún más dramáticas. No se trata sólo de relativos e inopinados conceptos morales que a afectan a una o varias personas y que pueden dar lugar a la corrupción. Dado que es una de las corrientes de pensamientos predominante, la gente es educada consistentemente en tales relativismos; y dejar al individuo sin asentamientos propios morales, de facto, va creando una dependencia del sujeto con el exterior, estas personas se ven necesitadas de una guía social que dirima donde ellos no saben hacerlo ¿y quién, es este caso, puede hacer mejor tal función? En efecto, el Estado y sus legisladores. Jamás en la historia se ha legislado tanto y sobre tan variopintos ámbitos de la vida como ahora. Un resultado de ello es que, tales dependencias de las personas suponen la delegación en otros de los valores y criterios sobre lo que se considera correcto o incorrecto. Esta es la forma en que las actuales opciones políticas encuentran abonado el terreno para que cada vez más ciudadanos le pidan, e incluso exijan esa guía y un mayor control de todos los agentes sociales a través de la legislación, esas mismas ideologías que a día de hoy detentan el poder.
La gente, de esta manera, continúa siendo educada y adoctrinada en ese relativismo, cada vez más concienzudamente, para inculcarles que la moral y su capacidad de decisión no está con ellos, sino que viene de fuera, de la propia legislación, «si la ley no lo prohíbe, se puede hacer», podría resumirse. De esta forma se crea una identificación entre ley y moral, y la idea de una justicia que debe impartirse desde las altas esferas del poder.
Este fiel reflejo en la política de estas formas de delegación moral y de decisión, establece otro principio coactivo en los regímenes democráticos actuales. Se trata de conseguir la mayoría suficiente para llevar al Estado los deseos de determinados grupos e imponer al resto su visión y la carga económica que conlleva sus peticiones.
La postración psicológica
La falta de concisión moral influye en los arquetipos sociales, en la conducta de las personas y su manera de entender el mundo y a sí mismos.
La moral es el centro que estructura la personalidad de una persona, la sitúa en el mundo y le permite forjar relaciones estables con los demás, en base a su capacidad de respuesta (responsabilidad y compromiso).
El relativismo deshace la impronta moral y se muestra indolente ante su relevancia educativa. Esto da lugar a unos jóvenes que no saben ni siquiera cuál es su vocación ni tienen proyectos de vida personales, porque lo único que entienden como criterio es el de cumplir sus deseos más inmediatos o caprichos. Y los que lo tienen más claro, parece que deben ser los demás, o el Estado, quien debe proporcionárselo sin que medie su esfuerzo para conseguirlo.
Esta falta de valores personales encamina a la persona hacia un limbo subjetivo, donde lo único que vale es su opinión, ajena a toda convención y objetivación social, ya que ésta es mirada como ‘esclavizante’ (ven el trabajo como esclavizador o también el dinero). Desestructurado el rol social, las ideas de libertad y responsabilidad aparecen como inconexas. Se puede ver, por ejemplo, que muchos de los movimientos sociales de indignados sólo ven ‘derechos’, pero no conciben su parte responsable, las obligaciones que suponen para los demás.
En el ámbito puramente terapéutico han aumentado enormemente la cantidad de problemas de índole ansioso, estresante y depresivo, en parte debido a esa mentalidad débil y dependiente ante los avatares de la vida.
Un ser humano ejerce una función de control sobre su entorno, pero esa capacidad, sin directriz moral, pierde su condición de dominio, ya que se ha delegado en otras instituciones, por ejemplo, la enseñanza ha pasado de ser objeto de instrucción a ser objeto de educación. Tanto es así, que muchas familias se sorprenden cuando les dice que la educación pertenece a los padres. En esto consiste la postración psicológica, es una rendición moral de las personas y una delegación de funciones a las instituciones estatales con alto contenido ideológico.
En fin, sé que me han quedado pendientes bastantes cosas, pero estas cuestiones son temas que dan para escribir libros. Artículos como éste son sólo apuntes a tener en cuenta, y en este caso, para denunciar abiertamente el daño que social e individualmente está haciendo a mucha gente el relativismo imperante, esa falta de certezas morales con las que medir y ponderar sus criterios respecto al mundo que nos ha tocado vivir.
– Ilustración de lentes para el estribillo del tema «Depende» del grupo musical Jarabe de Palo. – See more at: http://bitnavegante.blogspot.com.es/2014/05/el-desastre-del-relativismo.html#sthash.Nrym5b0h.dpuf
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Relativismo subjetivismo y objetivismo: Palabras yuxtapuestas y equidistantes.