domi ¿El pueblo elegido?

Los judíos ashkenazis, -los judíos de Europa-, empezaron a configurarse como una comunidad diferenciada hace unos 1.200 años a lo largo de la cuenca del Rin. La palabra ashkenaz en hebreo quiere decir Alemania. Por eso, ashkenazi sería judío alemán, pero los ashkenazis se han extendido por toda Europa Central, los Estados Unidos y, muy especialmente, Polonia. Es la comunidad judía más importante, mucho más numerosa que la sefardí, procedente de la Península Ibérica, la mizrahi, del norte de África y Oriente Medio o la Bene Israel, de la India. El coeficiente de inteligencia (IQ) medio de los ashkenazis se encuentra entre 112 y 115, muy por encima de la media europea de 100. También obtienen mejores resultados en las pruebas académicas preuniversitarias de los Estados Unidos. Y tienen más éxito que el resto de personas realizando tareas cognitivas exigentes.

Los ashkenazis han tenido una gran influencia en el mundo durante los dos últimos siglos y han jugado un papel destacado en ciencia, literatura y en el mundo de la música, la escena y el cine. Durante las dos últimas generaciones los ashkenazis han ganado más de la cuarta parte de los premios Nobel de ciencia, aunque no son más del 0’17% de la población total del planeta. Aunque son menos del 3% de los ciudadanos estadounidenses, concentran el 27% de los Nobel de ciencia y el 25% de los premios Turing de los obtenidos por personas de esa nacionalidad, y son el 22% de los estudiantes de las universidades de la Ivy League (las mejores universidades de la costa este de los EEUU). La mitad de los campeones del mundo de ajedrez son judíos ashkenazis. En otras disciplinas no es fácil contar con indicadores adecuados, pero lo más probable es que si se pudiera objetivar su presencia entre los mejores en psicología, en literatura, en música, etc., llegaríamos a conclusiones muy similares.

La sobrerrepresentación de judíos ashkenazis en las élites intelectuales y culturales de Europa y Estados Unidos seguramente no se debe a que el valor medio de su IQ sea 12 puntos superior al europeo, sino al hecho de que los extremos también se encuentran 12 puntos por encima de los extremos de la distribución para el conjunto de europeos. Y eso quiere decir que su proporción entre las personas que, por ejemplo, tienen un IQ superior a 140, es realmente altísima.

Según algunos investigadores, esta mayor capacidad intelectual de los judíos ashkenazis es resultado de la selección natural. El argumento, así como los datos numéricos que he presentado más arriba, los he tomado de un libro que ya he citado aquí en otra ocasión: “The 10.000 Year Explosion”, de G. Cochran y H. Harpending. Muy resumidamente, lo que proponen estos autores (y otros) es que los judíos ashkenazis durante la Edad Media y Edad Moderna fueron perdiendo modos de vida tradicionales por la sencilla razón de que se les prohibieron. En casi ninguna parte de Europa les estaba permitido ser agricultores, por ejemplo, que era lo que habían sido tras el éxodo. Sólo se les permitía dedicarse a trabajos en los campos de las finanzas, la gestión de propiedades, la recaudación de impuestos y el comercio. Todas esas actividades requerían habilidades cognitivas relacionadas con el cálculo y la escritura. Dado que cuanto más próspera era una persona mayor era su descendencia, los individuos mejor dotados en esas artes eran los que tenían más hijos. Y puesto que se trataba de una comunidad con una alto nivel de aislamiento reproductivo, ello condujo a que se seleccionaran dentro de esa comunidad los individuos con altas capacidades en tareas que, andando el tiempo, resultaron ser las idóneas para el desempeño científico e intelectual en general.

Pero no todo son buenas noticias para ellos. Al margen de los sufrimientos que han debido padecer durante siglos por causa de las persecuciones a que se han visto sometidos, resulta que entre los ashkenazis tienen mayor prevalencia determinadas enfermedades. En las mujeres hay alguna modalidad de cáncer de mama que es más prevalente que en el resto. Eso sería la consecuencia del aislamiento reproductivo, dado que la mezcla genética elimina mutaciones deletéreas. Y además, también hay mayor prevalencia en los judíos ashkenazis de ciertas enfermedades neurológicas que, nada sorprendentemente, están a su vez relacionadas con el alto desempeño intelectual.

Habrá quien piense que quizás la mayor capacidad intelectual es un rasgo judío, no necesariamente ashkenazi. Pero parece que no es así. Ni sefardíes ni mizrahíes, por ejemplo, están más capacitados que los ciudadanos de su entorno geográfico y político. Además, no hay constancia ni indicio alguno de que durante el periodo del Imperio Romano los judíos fueran más capaces que el resto en esas tareas. Parece que no hay “superioridad” intelectual judía. Así pues, al menos a los efectos de lo explicado aquí, no cabría hablar de “pueblo elegido”, ya que dentro del pueblo judío, los dones intelectuales tan sólo han sido dados a una de sus comunidades.

La consecuencia de ese gran potencial intelectual se ha traducido en que algunos de los miembros de la comunidad ashkenazi han realizado aportaciones que han ejercido un profundo efecto y han condicionado el devenir de la Humanidad en una medida muy superior a la de cualquier otra comunidad de ese tamaño. A Woody Allen o a Bob Dylan se les podrá apreciar más o menos, pero es indudable que son parte del patrimonio cultural de la Humanidad. ¡Y qué decir de Einstein o de Von Neumann! No sólo han condicionado los aspectos materiales de nuestras vidas, también han determinado la forma en que vemos y entendemos el mundo.

Todo esto me vino a la cabeza el lunes pasado mientras oía, en el marco del encuentro “Passion for knowledge” de San Sebastián, una conferencia impartida por el médico y bioquímico Aaron Ciechanover. Ciechanover es un judío de origen de polaco que recibió el premio Nobel de química en 2004. Es, por lo tanto, un judío ashkenazi. La conferencia fue magnífica.

http://www.blogseitb.com/cienciayhumanismo/2010/09/29/%C2%BFel-pueblo-elegido/

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