Los departamentos de investigación ya no buscan huellas dactilares o rastros de sangre, sino coches de la marca
Un extraño intento de robo ocurrió el pasado 1 de julio. Una turista canadiense hospedada en el hotel Quinta Inn de San Francisco observó como se estaban llevando su Tesla del aparcamiento. Al ser consciente, bajó como un rayo a proteger su vehículo. El problema es que los que le estaban intentando sustraer el coche eran policías.
Cuando pidió a los agentes una explicación de por qué su coche estaba siendo subido a una grúa, la respuesta no pudo ser más sorprendente: «Su coche puede haber sido testigo de un asesinato, y nos lo llevamos para que nos cuente lo que sabe». Los patrulleros se lo estaban llevando para someterlo a un tercer grado, y que cantara sin más coacciones que las de un técnico en software.