El cuarto intento del Grupo de Contacto por deshacerse de Kadhafi y resolver la embarazosa crisis libia comenzó ayer en Estambul. Asistieron representantes de unos 40 países y organizaciones, como la secretaria de Estado estadounidense Hillary Clinton, el secretario general de la OTAN Anders Fogh Rasmussen y la responsable de relaciones exteriores de la Unión Europea, la británica Catherine Ashton (¡Vaya, parece que existe!).
Rusia y China estuvieron ausentes, a pesar de haber sido invitadas, invitación que no aceptaron debido a su oposición a la interpretación que se está haciendo de la resolución 1973 del Consejo de Seguridad de la ONU.
El Grupo de Contacto y la señora Clinton dieron el paso anunciado hace ya bastante tiempo y reconocieron el Consejo Nacional de Transición instaurado en Benghazi como único representante legítimo de la nueva Libia, que ni siquiera existe todavía. Se trata de un paso formal cuyos efectos son, sin embargo, muy concretos ya que permitirá liberar sumas de los fondos soberanos libios (congelados debido a la resolución del Consejo de Seguridad) para entregarlos a los sublevados.
Jubiloso y frívolo, el italiano Franco Frattini, expresó su regocijo ante el reconocimiento otorgado al Consejo Nacional de Transición, reconocimiento del que Italia fue «promotor activo», y garantizó al segundo personaje del Consejo, Mustafá Jibril, la concesión «dentro de varios días» de 100 millones de euros así como, para más tarde, una segunda entrega de otros 300 millones contra la garantía que representan los bienes libios congelados en Italia.
Por su parte, el ministro de Relaciones Exteriores de Turquía, Ahmet Davutoglu, propuso al menos destinar 3 000 millones de dólares de los fondos soberanos libios a «ayudas humanitarias» que serían distribuidas «a partes iguales» entre la población civil de la región de Tripolitania y la de Benghazi. En todo caso, el asunto ya está en marcha y la coalición internacional de voluntarios y humanitarios no puede ya echarse atrás porque la humillación que sufriría por parte del «beduino» Kadhafi sería demasiado grande.
En la reunión de ayer se adoptó lo que ha sido definido como una «hoja de ruta» de 5 puntos:
1) Kadhafi debe dejar el poder;
2) cese del fuego bajo control de la ONU;
3) conferencia nacional que «incluya a los jefes de tribu y representantes de Trípoli»;
4) nueva constitución;
5) elecciones parlamentarias «para fundar una democracia».
La persona que presentará ese paquete al coronel será el representante de la ONU, el jordano al-Khatib. Según Frattini, al-Khatib será «el negociador exclusivo con Trípoli y Benghazi».
Eso significa que la Unión Africana, que viene trabajando desde hace meses en la búsqueda de una solución negociada, queda marginada, como en los viejos tiempos en que eran «otros» los que se ocupaban de los problemas de África.
Frattini, aterrado ante la idea de que el asunto se termine con una división de Libia en dos partes –Cireanaica y Tripolitania– pregonó por todo lo alto que «el proceso de transición» debe ser «inclusivo», hasta con «representantes del anterior gobierno, exceptuando a los que han sido responsables de actos de violencia contra los civiles».
Sería interesante saber qué va a pasar con muchos de los más altos representantes de los sublevados, como el propio líder del Consejo Nacional de Transición Jalil y el «ministro de Defensa» Yunes que no son otra cosa que ex ministros kadafhistas de Justicia y del Interior, varias veces «mencionados» en los informes de Amnistía Internacional.
Turquía, a través de su ministro de Relaciones Exteriores Davutoglu, propone una especie de tercera solución: un marginamiento “suave” de Kadhafi, o sea proporcionarle «un puerto seguro» donde pueda ponerse al abrigo, sin verse arrestado ni enviado a la Corte Penal Internacional, así como la creación de un consejo paritario de gobierno interino (con dos representantes de Trípoli y otros dos de Benghazi que elegirían un quinto miembro como presidente provisional, siendo todos recíprocamente aceptables), variante que no encontró vientos favorables.
No habrá tregua en ocasión del Ramadán, que comienza el 1º de agosto. Así lo anunciaron el Consejo Nacional de Transición, afirmando que «hasta el Profeta Mahoma hizo la guerra durante el Ramadán», y el ministro francés de Relaciones Exteriores Alain Juppé. Este último dijo que «los representantes de varios países musulmanes nos indicaron que no estaba contraindicado», sin precisar quiénes fueron esos consejeros en dogma musulmán. (¿Arabia Saudita. Bahrein, los Emiratos Árabes, Sudán del Sur…? NdT.)
Por el momento, todos esos discursos y hojas de ruta siguen sin tener en cuenta el elemento fundamental… que sigue siendo el obstinado de Kadhafi, quien, en medio de todos esos guiños y exhortaciones a que se vaya, recibió –el 15 de julio– el caluroso respaldo del presidente venezolano Hugo Chávez:
«Han congelado los bienes libios. Han tenido el descaro de congelar los fondos libios. Pero el viejo Kadhafi sigue resistiendo. ¡Viva Kadhafi! ¡Viva Libia!»
Dirigiéndose a decenas de miles de sus partidarios durante una concentración realizada en Zlitan, el coronel Kadhafi rechazó el reconocimiento del Consejo Nacional de Transición por parte de los participantes al encuentro de Estambul e invitó la multitud a «limpiarse los pies con ese reconocimiento».