Un nuevo estudio estima la probabilidad de que ocurra un evento catastrófico como el que se cree exterminó a los dinosaurios
¿Está la Tierra más expuesta a sufrir ahora el impacto de un gigantesco cometa o asteroide que hace, por ejemplo, 20 millones de años? Varios estudios aseguran haber encontrado variaciones periódicas, con la probabilidad de que estos sucesos aumenten o disminuyan en un patrón regular a lo largo de la historia de nuestro planeta. Ahora, un nuevo análisis realizado por científicos el Instituto Max Planck de Astronomía (MPIA), publicado en las Notas Mensuales de la Royal Astronomical Society, ha realizado una nueva aproximación estadística. Sus resultados indican que, o bien la Tierra tiene las mismas probabilidades de recibir un buen golpe proveniente del espacio que en el pasado o ha habido un ligero incremento en la tasa de incidencia de estos eventos en los últimos 250 años.
Los grandes impactos de cometas o asteroides se han relacionado con varios acontecimientos de extinción masiva en la Tierra, como la desaparición de los dinosaurios hace 65 millones de años. Casi 200 cráteres, algunos de ellos de cientos de kilómetros de diámetro, encontrados en distintas partes del mundo parecen confirmar la existencia de estas colisiones catastróficas. Entender cómo estas tasas de impacto podrían haber variado con el tiempo no es sólo una cuestión académica. Es un ingrediente importante para que los científicos puedan estimar si la Tierra se enfrenta actualmente a un riesgo semejante.
Desde mediados de los 80, varios autores han identificado variaciones periódicas en el índice de impacto. Utilizando los datos obtenidos en los cráteres y estimando su edad, han encontrado un patrón regular por el que a una era de gran actividad de impacto le sigue otra más tranquila, y así sucesivamente. El patrón varía entre los 13 y 50 millones de años.
Uno de los mecanismos propuestos para estas variaciones es el movimiento periódico de nuestro Sistema Solar con respecto al plano principal de la galaxia, la Vía Láctea. Esto podría dar lugar a diferencias en la forma en que la influencia gravitacional de las estrellas cercanas tira de los objetos de la nube de Oort, un depósito gigante de cometas que se forma alrededor del Sistema Solar exterior, a casi un año luz de distancia del Sol, llevando a que muchos más cometas de lo usual dejan la nube de Oort para hacer su propio camino en el interior de nuestro sistema planetario y, potencialmente, chocar contra la Tierra.
Una propuesta aún más espectacular postula la existencia de una estrella compañera del Sol aún sin detectar, llamada Némesis. Su órbita muy alargada traería periódicamente a Némesis cerca de la nube de Oort, de nuevo provocando un aumento en el número de cometas que salen disparados hacia la Tierra. La teoría es muy controvertida y es rechazada por la mayor parte de la comunidad científica.
Coryn Bailer-Jones, del MPIA, escogió una forma alternativa (la estadística bayesiana), para evaluar las probabilidadesa de impacto. Encontró que simples variaciones periódicas pueden descartarse con seguridad. En cambio, sí hay una tendencia general: A partir de los 250 millones de años hasta la actualidad, el índice de impacto, a juzgar por el número de cráteres de distintas edades, aumenta constantemente.
Cráteres en la Luna
Hay dos posibles explicaciones para esta tendencia. Los cráteres más pequeños erosionan con mayor facilidad y los más viejos tienen más tiempo para hacerlo. Es decir, la tendencia podría reflejar simplemente el hecho de que los cráteres más grandes y jóvenes son más fáciles de encontrar que los pequeños y viejos. «Si nos fijamos sólo en cráteres de más de 35 km y de menos de 400 millones de años, que están menos afectados por la erosión y el relleno, no encontramos ninguna de estas tendencias», explica Bailer-Jones.
Por otro lado, al menos parte de la tasa creciente de impacto podría ser real. De hecho, hay análisis de cráteres de impacto en la Luna, donde no hay ningún proceso geológico natural que conduce a la erosión y el relleno de los cráteres, que apuntan a una tendencia semejante.
Cualquiera que sea la razón de la tendencia, las variaciones periódicas simples como las causadas por un supuesto Némesis son derribados por los resultados de Bailer-Jones. «En el registro de cráteres no hay evidencia de Némesis. Lo que queda es la intrigante pregunta de si los efectos se han convertido en cada vez más frecuentes en los últimos 250 millones de años», concluye.