La fuerza interna del Renacimiento

El Renacimiento fue una época en la que se revitalizaron viejos esquemas que habían sido muy útiles para el desarrollo del ser humano en todos sus aspectos. Hoy podemos indagar cuáles serían los ingredientes perfectos para un nuevo renacimiento.

La palabra renacimiento es realmente bella. Concebirla en un pensamiento, leerla en un libro de arte o escribirla en una reflexión íntima, produce un movimiento interno, un impulso del alma que hace aflorar pensamientos elevados que nos acercan a las ideas arquetípicas del Bien, la Justicia, la Bondad y lo Verdadero. Es como si se tratara de un vocablo mágico que trastocara los resortes más profundos del alma humana, la cual, una vez despierta, queda hechizada por tan magnífico verbo y anhela buscar su patria de origen, aquella gran luz de la que partió, la idea sublime y última del Bien. Marsilio Ficino, neoplatónico renacentista, no pudo expresarlo mejor: “Todo procede del bien y al bien se dirige”.

Renacimiento, renovación, humanismo, inmortalidad, libertad individual, amor, belleza…, son conceptos y palabras que cobran un valor relevante dentro del universo ideológico renacentista. Ideas que en cada época y lugar de la historia han propiciado periodos de prosperidad cultural, social y moral. Maravillosas palabras que hombres y mujeres tuvieron el coraje de hacer suyas y vivirlas bajo la opresión estatal o religiosa, palabras que seguirán inexorablemente promoviendo renacimientos porque son atemporales.

Cualquier renacimiento habido anteriormente en la historia no es espontáneo. Quizás, su manifestación a través de una eclosión artística y cultural lo pueda parecer; sin embargo, ha seguido un proceso causal. Siempre hubo hombres sabios que custodiaron esas semillas de sabiduría que contienen ideas atemporales en los periodos de oscuridad, con la finalidad de que pudieran germinar con fuerza y vitalidad en almas grandes en periodos de luz que denominamos renacimientos.

El Renacimiento italiano es el más próximo temporalmente a nuestra época. Nos ha dejado obras artísticas de incomparable belleza en todas sus vertientes: pintura, escultura, literatura, arquitectura, etc. No dejan a nadie indiferente. ¿Cómo llegaron a conectar sus artífices con la Belleza tan fielmente? ¿Qué ideas despertaron el genio de esos grandes artistas? Para expresar tanta belleza, ¿debieron acogerla previamente en su corazón? Sabemos que muchos de ellos se instruyeron en academias de filosofía, como Boticelli, que adquirió formación filosófica en la academia neoplatónica de Florencia dirigida por Marsilio Ficino. Los pilares doctrinales de estas escuelas fueron las filosofías hermética y platónica. La filosofía atemporal, una vez más, constituyó la savia que vitalizó el gran árbol renacentista de las artes y las ciencias. Reactualizaron el concepto de humanismo, otorgando al hombre una capacidad creativa sin límites, sirviéndose de su valiosa imaginación. Este potencial creativo lo fundieron con una voluntad propia, ajena a los designios divinos. Este fondo filosófico impregnó el alma de los hombres renacentistas y les impulsó a renacer interiormente y expresarlo exteriormente.renacimiento-2

Un nuevo renacimiento para nuestra época

Quizás los siglos XV y XVI, sustrato temporal de este maravilloso periodo, quedan alejados en el tiempo. Sin embargo, esa savia filosófica sigue irrigando el corazón de muchos hombres en nuestra época, continúa haciendo renacer el alma de las personas que quieren y actúan para hacer posibles nuevos renacimientos.

Todos podemos renacer interiormente, no es necesario esperar grandes cambios culturales o artísticos. Empecemos hoy mismo a ser, como decían los filósofos humanistas, los dueños de nuestra vida y artífices de nuestro destino. Comencemos a asumir que somos parte integrante de un mundo en el que todas las cosas se relacionan y, en consecuencia, somos también responsables de su evolución.

Renacer interiormente no es algo abstracto, es una actitud que busca y se esfuerza por integrar valores en el ser humano mediante una participación activa de nuestras potencialidades. Renacer es dotar de alas a nuestra alma para que vuele muy alto…

Renacer en lo concreto, en el día a día, es abrir los ojos cada mañana con el propósito de aprovechar cualquier circunstancia que se presente para mejorarnos; es esbozar una sonrisa, ofrecer un consejo sincero o tender una mano a un corazón afligido; es disipar la bruma del miedo y la incertidumbre que amedrentan nuestros ideales; es abandonar la pasividad y el conformismo, es enfrentarse con valentía a la adversidad, es sacudirnos el egoísmo personal. Entusiasmo, solidaridad, generosidad, compasión, convicción, seguridad, fortaleza, compromiso, determinación, esfuerzo…, es la transcripción en valores de todo lo citado anteriormente. Este es el verdadero significado de un renacimiento interior: la comprensión y vivencia de valores atemporales.
Los filósofos renacentistas, Marsilio Ficino, Giordano Bruno, Pico de la Mirandola, Tommaso Campanella, Nicolas de Cusa, Luis Vives, etc., supieron adaptar a su tiempo las enseñanzas antiguas, encarnando al hombre que se forja a sí mismo. En esa aventura de renacer, a algunos se les dio muerte. No les importó llevar hasta la última consecuencia la dignidad de ser librepensadores, el proclamar que el hombre tiene facultades inmensas que puede desarrollar en un trabajo de búsqueda de conciliación con el orden universal, que culmina en la contemplación del mundo inteligible; de exponer que el hombre ocupa un lugar central en el esquema del mundo y que debe ser parte activa y responsable de la historia. Este fue su legado, que ha trascendido el tiempo, que no ha podido ser torturado, encarcelado o quemado, porque radica en la parte más sublime del ser humano, su alma; que busca la perfección para lograr la inmortalidad.

Luis Lera

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