Represión en Bahrein con gases lacrimógenos mientras las televisiones de la Mass-Media miran a otro lado

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Esta es la cara del terrorismo de Estado contra la población civil en el reino petrolero del Golfo apoyado por EE.UU. y por los ingleses: El Reino de Bahrein, donde la última víctima ha sido un niño muerto a tiros por la policía. Pero no habrá ninguna petición por parte de Washington o Londres para una intervención al estilo de la intervención en Libia por parte de la OTAN para proteger los derechos humanos aquí. No pedirán un cambio de régimen. No pedirán un tribunal de crímenes internacionales.

Ali Jawad Ahmad de 14 años de edad fue asesinado el 30 de agosto, cuando la policía antidisturbios respaldada por Arabia Saudí diparó en Bahrein una granada de gas lacrimógeno contra los jóvenes a corta distancia. El día que se suponía que fuera un final festivo del Ramadán – Eid al Fitr – a la gente a lo largo de Bahrein les sorprendió otra «brutal masacre de inocentes» por el régimen y el silencio estoico de sus aliados occidentales.

El adolescente se encontraba entre una multitud de jóvenes que se había reunido en una protesta pacífica después de las oraciones de la mañana en el pueblo predominantemente chiíta de Sitra, que pedían el derrocamiento de la monarquía no electa de los sunitas.

Las protestas de Bahrein contra los gobernantes autocráticos apoyados por EE.UU. y Reino Unido se han mantenido durante casi siete meses, a pesar de la intervención militar de Arabia Saudita en la isla del Golfo para aplastar el movimiento pro-democracia. Cerca de 40 civiles han sido asesinados por las fuerzas del Estado desde que el levantamiento se inició a mediados de febrero, miles más han sido heridos, encarcelados, torturados o despedidos de sus empleos.

Pero la represión implacable – condenada por Amnistía Internacional, Human Rights Watch y varios otros grupos de derechos – no ha logrado detener la campaña a favor de la democracia en Bahrein. La resistencia de los manifestantes es tanto más notable si se considera que su causa se ha tratado con fría indiferencia en gran parte de los medios de comunicación de Washington y Londres.
Mientras que los gobiernos occidentales se han apresurado a condenar a los gobernantes de Libia y Siria por supuestas violaciónes de los derechos humanos – lanzando una ofensiva militar a gran escala en la primera y aumentando las sanciones diplomáticas contra la segunda – estos mismos gobiernos han continuado dando pleno respaldo a la dictadura de Al Khalifa en Bahrein.

La agenda de los principales medios ha seguido obedientemente su ejemplo. Mientras que la BBC, CNN, etc han centrado su atención en Libia y Siria para defender la causa de los rebeldes armados con dudosas credenciales, estos mismos medios han ignorado prácticamente a Bahrein, donde el movimiento pro-democracia es apoyado por la mayoría de la población y que hasta el momento se ha mantenido tranquila afrontando la violencia  estatal gratuita.

La última víctima del terrorismo de Estado en Bahrein es al menos la sexta persona en morir por el uso indiscriminado de gases lacrimógenos letales por parte de Arabia Saudí con el respaldo de las fuerzas estatales. Irónicamente, Arabia Saudita y Bahrein, así como otros emiratos del Golfo, como Qatar y los Emiratos Árabes Unidos, han prestado su apoyo diplomático y militar a las intervenciones de la OTAN en Libia y Siria para defender supuestamente los derechos humanos. Sin embargo, estos autócratas han estado asesinando a civiles desarmados en Bahrein con la impunidad y la impronta occidental.

Durante varias semanas desde la iniciativa del régimen de Bahrein del llamado «diálogo nacional» que no incluye a los grupos de la oposición, ha habido una enorme intensificación del uso indiscriminado de gases lacrimógenos en los pueblos considerados apoyos del predominantemente chiíta movimiento por la democracia.

La policía antidisturbios ha atacado pueblos de día y de noche, disparando gas lacrimógeno contra los hogares. Las familias han tenido que huir de sus viviendas en medio de la noche, a veces llevándose a los niños por las ventanas de los dormitorios mediante escaleras. Aquellos que no puedan moverse – discapacitados, enfermos y ancianos – han quedado atrapados en el interior durante estos ataques y algunos han muerto por la exposición aguda a los gases lacrimógenos. La víctima más joven tenía cinco años de edad, Mohammed Farhan.

Fuentes a favor de la democracia han calificado el despliegue de gases lacrimógenos como una táctica deliberada de «terrorismo tóxico». Es la manera que el régimen tiene de coaccionar a los grupos de la oposición a entrar en el proceso de diálogo – lo que la oposición ha tachado de un vacío de relaciones públicas y de ejercicios diseñados para apuntalar el statu quo de la dinastía de los Al Khalifa.

Es difícil de creer que Washington o Londres no sean conscientes del terrorismo de Estado de Bahrein de los últimos meses y, en particular, el uso masivo e indiscriminado de gases lacrimógenos en casas de civiles. Bahrein – un antiguo «protectorado» de Gran Bretaña – tiene estrechos vínculos entre su personal del Ministerio de Interior y Seguridad británica. La isla del Golfo es el hogar de la Quinta Flota de la Armada de EEUU, desde donde todo el Golfo Pérsico y el Mar Arábigo hacia abajo hasta la costa de Somalia son vigilados. El territorio de Bahrein es menos de 60 kilómetros de largo y sólo 17 kilómetros de ancho.

Dos de los pueblos de Bahrein que han sido sometidos a un fuerte ataque de gas lacrimógeno son Ras Rumman y Bilad Al Qadeem donde las embajadas de EE.UU. y Reino Unido están ubicadas. Como un activista pro democracia comentó al ser preguntado sobre el conocimiento oficial británico y americano del uso indebido de gas lacrimógeno: «Tiene que venir todos los días el olor a sus puertas.»

Pero el problema para muchos ciudadanos de Bahrein no es sólo un mero conocimiento, sino más bien la aprobación directa de Washington y Londres de lo que es una táctica de terrorismo de Estado contra la población civil.

Señalan que el aumento en el despliegue de gases lacrimógenos siguió a la visita a Bahrein a principios de julio por Jeffrey Feltman, el embajador itinerante de EE.UU. para Oriente Medio. Feltman, que anteriormente fue embajador en Israel y el Líbano durante la invasión israelí en 2006, fue un firme defensor del diálogo nacional en el régimen de Bahrein, instando a «todos los moderados» a participar.

Parece más que posible que alguien con las credenciales de línea dura de Feltman habría aconsejado a los clientes de EE.UU. de Bahrein a recurrir a una política más coercitiva si la oposición evitaba el proceso de conversaciones.

Feltman ha visitado Bahrein por lo menos en ocho ocasiones. Una de esas visitas fue justo antes de la invasión liderada por Arabia de Bahrein. «Cada vez que este tipo Feltman trata sobre Bahrein, se observa un drástico aumento de la represión y el deterioro de los derechos humanos», dijo un activista pro democracia.

Al menos tres compañías de EE.UU. han sido identificados como proveedores de gas lacrimógeno en Bahrein, incluidas NonLethan Technologies, Combined Systems y Penn Arms, todas ellas con base ​en Pennsylvania.

Más recientemente, fuentes de Bahrein han señalado que los nuevos tipos de granadas de gas lacrimógeno no llevan las marcas de fabricante habitual, que los botes son más grandes y por lo tanto el humo se esparce mucho más, y que la toxicología es mucho más potente, causando que las víctimas tengan convulsiones similares a los síntomas de los agentes nerviosos.

Así pues, dado que el régimen de Bahrein mata a civiles y niños sin un soplo de Washington o Londres, entonces es razonable concluir que sus intervenciones declaradas nobles en Libia y Siria son tan picantes y tan gruesas como las cortinas de humo que se ciernen sobre los pueblos de Bahrein.

Fuente: http://www.laproximaguerra.com/2011/09/represion-en-bahrein-con-gases.html#ixzz1WjNBwgQM

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