Os voy a contar una historia que me encanta. León Tolstói escribió un cuento: en cierto lugar de Rusia había un lago que se hizo famoso porque había tres santos. Miles de personas viajaban hasta el lago para ver a esos tres santos.
El sumo sacerdote del país se asustó. ¿Qué está pasando? Nunca había oído hablar de esos «santos» y la iglesia no los había reconocido; ¿quién los había canonizado? El cristianismo ha estado haciendo una de las cosas más ridículas: dar certificados que dicen: «Este hombre es un santo.» ¡Como si un hombre fuera santo sólo por tener un certificado!
Pero la gente estaba enloquecida, llegaban muchas noticias de que hacían milagros, así que el sacerdote tuvo que ir para ver cómo estaba la situación. Fue en un barco hasta la isla donde vivían todos esos pobres; no eran más que pobres, pero eran muy felices porque sólo existe una clase de pobreza, y es la pobreza del corazón que no puede amar. Ellos eran pobres pero eran ricos, eran las personas más ricas que pueda haber.
Estaban felices sentados debajo de un árbol, riendo, divirtiéndose y disfrutando. Al ver al sacerdote se inclinaron, y el sacerdote dijo: —¿Qué estáis haciendo ahí? Hay rumores de que sois grandes santos. ¿Sabéis rezar?
Al ver a esas tres personas el sacerdote se dio cuenta inmediatamente de que eran analfabetos, un poco idiotas, felices pero tontos.
Ellos se miraron y dijeron: —Lo sentimos, señor, pero como somos ignorantes no sabemos la oración autorizada por la iglesia. Pero hemos inventado nuestra propia oración, está hecha en casa. Si no se ofende se la podemos enseñar.
El sacerdote dijo: —De acuerdo, enseñadme vuestra oración.
—Hemos pensado mucho —dijeron—, aunque no somos grandes pensadores, somos brutos, somos campesinos ignorantes. Entonces decidimos hacer una oración sencilla. En el cristianismo Dios es una Trinidad, tres personas: Dios Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Nosotros también somos tres. De modo que hicimos esta oración: «Vosotros sois tres, nosotros somos tres, tened piedad de nosotros.» Ésta es nuestra oración: «Somos tres, vosotros sois tres, tened piedad de nosotros.»
El sacerdote estaba muy enfadado, casi encolerizado.
—¡Qué tontería! —dijo—. Nunca había oído una oración como ésta. ¡Se acabó! Así no podéis ser santos. Sois estúpidos.
Se postraron a sus pies y dijeron: —Enséñanos la verdadera oración, la auténtica.
Él les dio la versión autorizada de la oración de la iglesia ortodoxa rusa. Era larga, complicada; había palabras difíciles, grandilocuentes. Los tres santos se miraron, les parecía imposible, la puerta del cielo estaba cerrada para ellos.
—Por favor —dijeron—, vuelva a repetirla porque es muy larga, y nosotros somos incultos. —La volvió a repetir—. Otra vez, señor —dijeron—, porque se nos va a olvidar y la diremos mal. De modo que se la volvió a repetir. Ellos le dieron las gracias de todo corazón y él se sintió muy bien por haber hecho una buena obra, devolviendo a esos tres idiotas a la iglesia.
Se fue en su barco. En medio del lago no podía creer lo que estaba viendo… ¡los tres hombres, los tres idiotas venían corriendo por encima del agua! —Espere… —dijeron— ¡se nos ha vuelto a olvidar!
¡Esto es increíble! El sacerdote cayó a sus pies y les dijo: —Perdonadme. Seguid rezando vuestra oración.
La oración es un sentimiento espontáneo. Cuando reces, acuérdate de esta historia. Deja que tu oración sea un fenómeno espontáneo. Si ni siquiera tu oración es espontánea, entonces, ¿qué más puede ser espontáneo? Si tienes que ser prefabricado incluso con Dios, ¿cuándo vas a ser auténtico, sincero y natural?
Di las cosas que te gustaría decir. Habla con Dios como si hablaras con un amigo muy sabio. No lo conviertas en algo formal.
OSHO – CORAJE. La alegría de vivir peligrosamente
LA ORACIÓN ES UN FENÓMENO ESPONTÁNEO
LAS IGLESIAS, las religiones, las sectas organizadas… te enseñan a rezar. Pero, de hecho, te impiden rezar porque la oración es un fenómeno espontáneo, no se puede enseñar. Si te han enseñado a rezar en tu infancia, te han impedido tener una hermosa experiencia. La oración es un fenómeno espontáneo.