Yo había logrado incorporar de nuevo la ilusión en mi vida y ¡justamente quince días antes de mi viaje, Él tuvo que morirse! Su muerte me ha golpeado.
Desde el 11 de noviembre de 2004 me siento consternada, me acompañan su recuerdo y mi tristeza.
No creo que mis palabras sean por exceso de cariño o de amistad, pero, exceptuando su terquedad, no encuentro aspectos negativos en su personalidad. Yasser Arafat era reflexivo, racional, valiente, también muy emotivo.
Su natural delicadeza se extendía a los planos de la sencillez, la dulzura y la generosidad. En mi vida Yasser Arafat ha sido un regalo único y a la vez doloroso.
La compañía y la amistad de Yasser Arafat engrandecieron mi vida.
Doy testimonio de su sentido de unidad en la lucha.
¡Lamento tanto no haber sentido de nuevo su calidez, su palabra, su mirada, su alma militante!
La realidad de mis palabras no dista nada de la imaginación infinita que refiere al revolucionario que promovió como nadie la causa palestina, recibió el Premio Nobel de la Paz, penetró con puntería hasta la esencia misma de cada problema político que enfrentaba, sobrevivió a un accidente aéreo y a muchos intentos de asesinato, conservó su palabra fiel hasta que lo aniquilaron en noviembre de 2004.
Refiero al guerrillero incapaz de venderse o rendirse.
No voy a medir mis palabras. Relaciono el pasado con un futuro de hechos velados por hombres circundantes, y una mujer agazapada.
He pensado tantas veces en cómo se sintió encerrado en la Mukata descubriendo tantos hechos, contemplando cómo esas personas que lo rodearon por tanto tiempo se despojaban de sus disfraces, y lo dejaban en una terrible soledad.
Se leen sendas palabras en una miscelánea de reseñas inventadas. Sorprende que se empeñen en demostrar hechos incompatibles con la naturaleza del guerrillero, del rais, de aquel hombre que conocí, dueño de una vida íntegra, y que supiera ser dueño de sí mismo hasta el último día de su vida.
El viejo combatiente encerrado por los israelíes en su cuartel general de Ramala fue el que asumió el proceso de negociación con Israel, logró el establecimiento de la Autoridad Nacional Palestina en los territorios ocupados.
No logró ver realizado su sueño de un Estado palestino libre y soberano, pero ahora, sus sucesores, con Mohamed Abbás (Abú Mazen) a la cabeza, ojala sean capaces de lograrlo, para que en un íntimo regocijo, el primigenio y dulce “terrorista” pueda descansar tranquilo en su tumba.
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