«Mientras ella está de parto, el marido huichol se sienta en las vigas situadas sobre su cabeza con una cuerda atada a los testículos. Cada vez que tiene una contracción, la parturienta tira de la cuerda. Al final, el marido siente tanta alegría por el nacimiento del niño como la mujer.»
Los varones de muchas sociedades intentan “demostrar” que ellos, igual que las mujeres (o incluso en lugar de ellas) hacen bebés. En muchos lugares existen medios rituales o de otro tipo para realzar la importancia de los hombres en el proceso reproductivo.
La costumbre de involucrar al padre de forma más directa en la reproducción -y darle a él más méritos por lo que está haciendo su esposa- se llama covada,
Covada (del frances couver ‘incubar’), costumbre por la que la madre, durante el nacimiento de un hijo o inmediatamente después, le cede el lecho al padre, y a veces es más mimado y apartado que ella.
Desde el punto de vista de algunas mujeres, la covada es una forma que los hombres utilizan para imponerse en el proceso de embarazo y nacimiento, allí donde no poseen una función natural. Para otros, la covada era otra forma de engañar a la muerte. El marido venía a ser el pararrayos de la mujer, hacía de tripas corazón y asumía los golpes de los malos espíritus. El marido esperaba en momento fatal del parto en la cama, lo alimentaban como si se tratara de una delicada parturiente, mientras que la mujer realizaba las tareas domésticas e intentaba que ningún espíritu advirtiera su estado. Todavía hoy, en algunas comarcas de Suiza y de Alemania, se expone la camisa del marido, cuyos pantalones vestirá la madre el primer día que salga de casa.
Sea por la razón que fuese, antropólogos y geógrafos de todo el mundo han documentado la extensión de esta práctica tanto en América del Sur, Nueva Guinea y en los Estados de Nayarit y Jalisco en Méjico. Enrique Casa Gaspar publicó en 1924 un recorrido por las costumbres de covada de medio mundo.
La tribu Huichol (autodenominados Wixarica) se asienta en Sierra Madre, en el estado de Jalisco, México. Es una de las tribus más alejadas de las culturas actuales que se pueden encontrar en el norte de América. Gracias a este aislamiento han podido conservar muchas de sus tradiciones y costumbres más arcaicas. Ellos piensan que el parto es un momento de gran dolor y de gran placer, y creen que tanto el dolor como la alegría deben ser compartidas por hombre y mujer. Según Adele Getty:
“El acto de parir, ya se trate de un hijo, una idea o una obra de arte, va siempre acompañado de dolor. Los indios huicholes piensan que la pareja de la mujer debe compartir el dolor y el placer de dar a luz: por eso, mientras ella está de parto, el marido se sienta en las vigas situadas sobre su cabeza con una cuerda atada a los testículos. Cada vez que tiene una contracción, la parturienta tira de la cuerda. Al final, el marido siente tanta alegría por el nacimiento del niño como la mujer ¡O incluso más! Esta costumbre de compartir los dolores del parto, en la que el hombre mantiene una actitud simpática de empollamiento ante la llegada del hijo, está extendida entre muchos nativos”.
Durante el parto el hombre consume peyote (un cactus de propiedades alucinógenas).
El varón caribe de los Galibia de las Guayanas ayunaba seis meses desde el quinto mes del embarazo de la mujer, permanecía inmóvil en la hamaca durante el parto y los primeros días posteriores, y, mientras la madre volvía al trabajo con el recién nacido en bandolera, él era cuidado por todas las mujeres del poblado.
En el alto Paraguay, era lo mismo, pero con el detalle de que, cuando la madre regresaba de lavar al niño la primera vez, no podía hablar, sino sólo mirar con recogimiento al marido.
En Venezuela, a esto se le llamaba “empolladura”: la madre tras el parto se incorporaba a sus trabajos, y el marido se metía en la cama quejándose de dolores abdominales.
Entre los wogeo, en una isla en la costa de Nueva Guinea, los hombres cuya esposa está embarazada dicen que sufren tantos mareos matinales como ellas; se cansan fácilmente y tienen que evitar las actividades fatigosas, como la caza y la lucha.
Entre los ainúes de Japón, también realizaban la covada, aunque se dice que su motivación básica era la de disuadir a los malos espíritus, engañarlos, para que creyeran que era el padre el recién parido y de esta manera fuera él el atacado. Esta idea coincide con el demorar la imposición de un nombre definitivo al bebé, y mientras, nombrarle con nombres repelentes como Tumba, Sucio, Cadaver o Barrigón.
Hay algunas sociedades, especialmente Nueva Guinea, en las que los hombres, simbólica o artificialmente, menstrúan. La mayoría lo realizan insertando al instrumento en la uretra para hacer que el pene sangre. En muchas de estas mismas sociedades, los hombres también realizan ceremonias de dar a luz simbólicamente. Entre los mehinaku, los hombres cuecen medicinas especiales que son ingeridas ritualmente por los muchachos pubescentes para asegurar que los chicos producirán semen.
La gente de gran parte de Nueva Guinea cree que los hombres no solamente tienen una parte activa en el hecho de embarazar a las mujeres, sino que también son responsables deconvertir a los chicos en hombres con semen. Creen que los chicos deben ser separados de la influencia no sólo de sus madres, sino de toda feminidad. Los varones no pueden convertirse en «hombres» hasta que tenga lugar esta ruptura y no crecen y se desarrollan de forma natural hasta que no produzcan semen. Son los hombres de más edad los que implantan el semen de forma que los muchachos sean capaces luego de producir el suyo a partir de esta semilla. Esto significa que los hombres son, en cierto grado, responsables del crecimiento de los muchachos (y en sentido metafórico tienen poderes reproductivos análogos a los de las mujeres).
Se ha especulado mucho sobre la covada en etnias del norte de España; los galaicos, los astures, los vascones y los cántabros. Todo se lo debemos a Estrabón quien, no hay que olvidar, no fué testigo directo de estas culturas sino que simplemente recogía las historias de los soldados y mercaderes romanos que en tiempos de Augusto venían de Hispania. También hay descripciones de la covada entre maragatos, ibicencos y corsos.
De todas formas, en los Estados Unidos y en Europa, durante los últimos veinticinco años, se ha desarrollado la única institución que tiene visos de covada. Los hombres modernos frecuentemente acompañan a sus esposas embarazadas cuando van al tocólogo, asisten a seis semanas de preparación para el parto con ellas, e incluso algunos dicen experimentar dolores de espalda y malestar durante el embarazo, muchos hombres cuentan enternecedoras historias sobre los sentimientos que experimentaron cuando nacieron sus hijos. También apoyan a las mujeres durante las contracciones y cada vez más hombres piden presenciar el parto. A veces cortan el cordón umbilical y son los primeros en coger al recién nacido. ¿Y qué hay de la imposición automática del apellido paterno al bebé en primer lugar?
Apoyan a las mujeres física y psíquicamente, pero también les proporciona un lugar en la procreación que antes no tenían.
http://unaantropologaenlaluna.blogspot.com.es/