– En el inicio de la temporada festiva, algunos agricultores sostienen que los consumidores deberían preguntarse de dónde proviene su comida y quiénes la producen, especialmente tras el histórico acuerdo sobre el cambio climático alcanzado el sábado 12 en París.
El mexicano Luis Martínez, representante de la Coordinadora Latinoamericana y del Caribe de Pequeños Productores y Trabajadores de Comercio Justo (CLAC), fue uno de los agricultores presentes en la 21 Conferencia de las Partes (COP21) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático que negoció el acuerdo en la capital francesa entre el 30 de noviembre y el 11 de este mes.
“Los consumidores tienen que pensar: ¿qué hay detrás de mi taza de café…, de mi taza de chocolate… y el precio que estoy pagando es suficiente para el productor?”, señaló.
“Tiene que haber un proceso de sensibilización. Los consumidores tienen mucho que decir porque las decisiones que toman influyen en la sociedad, y cuando compran un producto, le dan valor al mismo”, añadió.
Martínez y un grupo diverso de asociaciones de agricultores asistieron a la COP21 para asegurarse de que los responsables políticos escucharan sus voces.
Apelaron a la acción para que los productores agrícolas reciban ayuda para adaptarse a los efectos del cambio climático y reducir las emisiones de gases de efecto invernadero del sector.
Los delegados relataron cómo muchos agricultores debieron abandonar sus tierras y trasladarse a zonas urbanas debido a condiciones climáticas extremas que dañaron sus cultivos. También llamaron la atención sobre la propagación de plagas, como la roya del café, que hizo mermar la productividad en varios países latinoamericanos.
Los productores agrícolas en París también reconocieron que su sector es parte del problema del cambio climático, pero muchos destacaron que hay que distinguir entre las grandes empresas agropecuarias y los pequeños agricultores.
El sector del agro, en general, es criticado por sus prácticas insostenibles, como las plantaciones de monocultivos, la deforestación, el acaparamiento de tierras para la producción de biocombustibles y el uso generalizado de fertilizantes químicos, pesticidas y hormonas.
Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el agro emite en forma directa 13,5 por ciento de los gases de efecto invernadero del mundo, a través del metano que libera la digestión animal y el óxido nitroso de las tierras cultivadas, incluido el uso de fertilizantes sintéticos, e indirectamente 17 por ciento más por la deforestación o el desbroce de tierras para la ganadería.
Por lo tanto, el sector no puede ignorarse, y el acuerdo de París reconoce las “vulnerabilidades particulares de los sistemas de producción de alimentos” ante los efectos adversos del cambio climático.
El texto menciona la “prioridad fundamental de salvaguardar la seguridad alimentaria y la erradicación del hambre”, e indica que la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero debe ocurrir de una manera que no “amenace la producción de alimentos.”
El principal objetivo del acuerdo es mantener el aumento en este siglo de la temperatura promedio del planeta por debajo de los dos grados Celsius y limitar aun más ese aumento a 1,5 grados por encima de los niveles preindustriales.
Pero el texto negociado generó elogios y críticas por igual. Algunos dirigentes mundiales calificaron el acuerdo de “histórico” y “sólido”, mientras que grupos de la sociedad civil sostienen que no alcanza, aunque se trata de un paso en la dirección correcta.
“El acuerdo de París es solo un paso en un largo camino, y hay partes de él que frustran y decepcionan, pero es un avance. Este acuerdo por sí solo no nos sacará del pozo en el que estamos, pero hace que las laderas sean menos empinadas”, declaró Kumi Naidoo, director ejecutivo de la organización ecologista Greenpeace.
Para la Organización Mundial de Agricultores (OMA), el acuerdo demuestra que se escucharon las voces de los agricultores, aunque “no todo el mundo puede quedar plenamente satisfecho”, declaró su secretario general, Marco Marzano.
“Nos hubiera encantado que se mencionara más a la agricultura… en los diferentes artículos del documento aprobado. No obstante, la seguridad alimentaria y la producción de alimentos están ahí”, comentó.
Para Marzano resulta esencial que los gobiernos tomaran en cuenta la importancia de la producción de alimentos junto con la necesidad de combatir el cambio climático. “Sin comida, no hay estabilidad social”, advirtió.
Al igual que otras organizaciones, la OMA analiza las estrategias futuras, pero algunos productores ya modificaron sus prácticas actuales.
Jonjon Sarmiento, un agricultor filipino y representante de la Asociación de Agricultores de Asia, dijo a IPS que el sector del agro debe “trabajar más duro” en el desarrollo de métodos ecológicos y sostenibles.
“Tenemos dos opciones: podemos continuar con la agricultura química insostenible o pasar a la agricultura agroecológica”, observó, refiriéndose a las prácticas centradas en la sostenibilidad, la productividad y la estabilidad, y que incluyen a la agricultura orgánica y diversificada.
Organizaciones como ActionAid destacan lo que aseguran son los beneficios de la “agroecología”, en relación con diversas técnicas que ayudarían a generar suelos sanos y cultivos que resistan extremos climáticos, como el exceso de lluvia.
Marzano dice que estas técnicas deben tener en cuenta que la agricultura no es solo una actividad “humanitaria”, sino que “la producción de alimentos es una profesión como otras, es empleo” y debe ser reconocida como tal.
“Antes de la agroecología, tenemos que reconocerles a los agricultores un lugar adecuado”, opinó.
“A los agricultores no se les puede tratar solamente como dispensadores de alimentos para resolver los problemas aquí y allá en el planeta. Tienen que tener un trato equitativo en los acuerdos internacionales como la COP21″, exhortó.
La OMA espera que los agricultores reciban ayuda mediante la financiación establecida por el acuerdo de París, de 100.000 millones de dólares para 2020 con el fin de apoyar a las naciones en desarrollo a adaptarse al cambio climático.
“Esto es muy importante porque podemos tener un acuerdo maravilloso, podemos celebrar una conferencia fantástica, pero en definitiva, si no se ponen suficientes recursos… esos acuerdos acaban siendo pedazos de papel”, concluyó Marzano.
Traducido por Álvaro Queiruga
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