«Cuando abordan la vida espiritual, la mayoría de las personas tienen que superar una primera dificultad: no consiguen meditar, porque no saben concentrarse. ¿Por qué? En primer lugar, porque no han aprendido a elegir los temas de meditación y se lanzan a ciegas y sin ningún método. La primera regla es elegir un motivo de naturaleza espiritual y la segunda, que este tema les interese. Es el amor que tenéis por un ser o por un objeto lo que os une a él. Cuando no amáis, sois, por decirlo de alguna manera, como un sello de correos sin pegamento: no podréis adheriros.
El error de los principiantes, es querer concentrarse enseguida sobre las cuestiones metafísicas más abstractas: la verdad, la eternidad, el infinito, el Absoluto, el Ser supremo… Comenzad más bien por elegir una imagen bella y pura que améis, una imagen tomada de la naturaleza o del arte. Vuestro cerebro se acostumbrará de esta manera a concentrarse y, poco a poco, podréis meditar sobre temas más alejados de vosotros. Para tener resultados en la vida espiritual, hay que saber servirse de la fuerza formidable del amor.»
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