Erase una vez un rey que quería ir a pescar. Llamó al hombre encargado del tiempo en la corte y le preguntó cuál era la previsión meteorológica para las próximas horas. El hombre del tiempo le aseguró que no había posibilidad de lluvia en los próximos días.
Así que el rey fue a pescar con su esposa, la reina.
En el camino se encontró con un agricultor en su burro. Al ver al rey el granjero dijo: “Su Majestad debería regresar al palacio en breve pues se espera una gran cantidad de lluvia en esta zona».
El rey fue educado y considerado y le respondió:… «Le pregunté al meteorólogo del palacio esta mañana y me dio un pronóstico diferente. Se trata de un gran profesional al cual le pago un buen salario, así que seguiré mi camino».
Así lo hicieron el rey y la reina.
Sin embargo, poco tiempo después una lluvia torrencial cayó del cielo. El Rey y la Reina estaban totalmente empapados y todo su séquito empezó a reír al verlos en una situación tan vergonzosa.
Furioso, el rey volvió al palacio y dio la orden de dispararle al hombre del tiempo. Posteriormente hizo llamar al agricultor y le ofreció el trabajo de hombre del tiempo en el Palacio.
El granjero dijo, «Su Majestad, yo no sé nada acerca de la predicción del tiempo. Obtengo toda la información de mi burro. Si veo que tiene las orejas caídas, significa con certeza que va a llover.» Así que el rey contrató al burro para ese puesto de manera inmediata.
Y así fue cómo comenzó la antigua y ya clásica costumbre de contratar asnos para trabajar en el gobierno y ocupar las posiciones más altas e influyentes.