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«Yo era una adolescente típica de los 60», asegura Marianne, una mujer que habla suavemente y cuyo nombre real no es Marianne.
Pósters enmarcados de músicos como Bob Dylan y John Lennon todavía cuelgan de las paredes del living de su casa en Derby, Reino Unido. Y unas plumas se menean de los atrapasueños de sus ventanas.
«Me gustaba la moda, la música. Es bueno ser joven».
Pero los recuerdos que tiene Marianne de esos años no son tan idílicos.
A los 14 supo por una profesora que era adoptada. Las cosas se pusieron difíciles en su casa y luego de tener problemas con la policía se le concedió la libertad provisional y fue enviada a Aston Hall, un hospital para «deficientes mentales» que trataba adultos y niños.
Decenas de esos pacientes hoy denuncian que fueron conejillos de indias de experimentos con lo que hoy se conoce como la droga de la verdad.
Todo lo que queda de ese complejo hoy es una casa grande y blanca, donde los empleados del hospital vivieron alguna vez. El sitio de los dormitorios de pacientes fue reconstruido como un complejo residencial.
Pero antes de que el sanatorio fuera demolido, un grupo de exploradores urbanos fotografiaron el sitio prácticamente abandonado y subieron las imágenes a internet.
Expacientes como Marianne se encontraron con las fotos y comenzaron a escribir comentarios sobre sus experiencias allí.
Fue así como comenzaron a develarse historias sobre las drogas que se usaban, los tratamientos a los que fueron sometidos y los efectos a largo plazo que a muchos de ellos todavía los persiguen.
Una inyección para hablar
Muchos de ellos aseguran haber sido víctimas de experimentos realizados por el entonces superintendente del hospital, Kenneth Milner, quien utilizaba una droga denominada amital de sodio. Hoy se la conoce como «droga de la verdad», porque se le atribuye la capacidad de desencadenar recuerdos bloqueados.
Marianne recuerda una sesión con el doctor donde fue desnudada, obligada a usar una bata blanca y se le dijo que se le harían algunas preguntas. Entonces se le inyectó una droga que la sedó fuertemente.
«Recuerdo que era como estar borracha. Le decía: ‘Siento como que me hubiera tomado una botella de gin, como si me hubiera tomado dos botellas’. Me acuerdo que le decía: ‘Feliz Navidad doctor'».
Su relato coincide con los de otros pacientes que recuerdan haber sido encerrados en un pequeño cuarto de tratamiento con un colchón en el suelo. Algunos afirman que les ataban las manos antes de inyectarlos.
Según su ficha médica, se les administraba 60mg de amital de sodio.
Pero, ¿qué tramaba realmente Milner en el hospital de Aston Hall?
Fármaco de guerra
Un experto cree que Milner practicaba «narcoanálisis», una terapia usada durante la Segunda Guerra Mundial para tratar a soldados en estado de shock.
Se pensaba que los hombres que experimentaban el horror de las batallas a veces reprimían lo que les había pasado. Y esto transformaba el trauma en parálisis física o depresión.
La psicoterapia tradicional, en la que se les pide a los pacientes hablar sobre sus sueños con la esperanza de descubrir traumas escondidos, tomaba mucho tiempo. Y los soldados necesitaban volver al frente de batalla. Así que los psiquiatras comenzaron a usar amital de sodio, lo que los desinhibía.
«Una vez encontrado ese evento traumático y con el paciente capaz de expresarlo, puedes ‘drenar’ el trauma, la pena. Como un absceso físico, las emociones conectadas con el evento saldrán a la luz y los síntomas se resolverán», asegura Norman Poole, psiquiatra del Hospital de St. George en Londres.
Let There Be Light«, un documental de 1946 del director John Huston, sigue la rehabilitación de soldados estadounidenses traumatizados por la guerra y muestra cómo funcionaba el narcoanálisis.
En una escena, un soldado que ingresa a la sala sin poder pararse solo, es tratado con amital de sodio, interrogado por un médico y comienza a caminar sin ayuda.
El narcoanálisis rápidamente dejó de estar de moda después de la guerra, cuenta Poole, a medida que tratamientos alternativos comenzaron a desarrollarse.
Sin embargo, en Aston Hall se utilizó hasta fines de los 70 y no precisamente en hombres fuertes y maduros como los soldados, sino en niños y adolescentes vulnerables.
El primer profesor de psiquiatría infantil de Reino Unido, Michael Rutter, de King’s College London, estaba haciendo su práctica por esa época. Ese tratamiento, cuenta hoy, no era una práctica común.
«Lo que yo sabía es que nadie lo estaba utilizando [el amital de sodio] con niños en esa época», dice.
No es sólo el uso de la droga lo que está en cuestionamiento hoy, sino lo que Milner está acusado de haber hecho luego de que sus pacientes estuvieran bajo la influencia del amital de sodio.
Marianne cuenta que la examinaba profundamente, lo que le deba vergüenza y era innecesario.
Otros pacientes han acusado a Milner directamente de abuso sexual.
Pero el antiguo superintendente murió en 1975 y se llevó con él todas estas acusaciones.
Sin embargo, su familia pone de ejemplo a otra paciente que le pidió a Milner voluntariamente ser tratada con la droga de la verdad en la década de 1950. Ella lo describe como «maravilloso» y asegura que el tratamiento la ayudó a seguir viviendo.
Cualquiera sea la verdad, casi todos los pacientes con los que conversamos coinciden en que Milner les hacía preguntas muy personales y sexuales durante el tratamiento.
«Me preguntó: ‘Quién te ha manoseado’. ‘Nadie’. ‘Alguien te ha manoseado'».
Ella recuerda que una de sus amigas del hospital pasó por lo mismo y le pidió a Marianne decirle a Milner que «papá no abusó de mí».
Algunos expertos creen que Milner intentaba ayudar a sus jóvenes pacientes a hablar de traumas sexuales que habían reprimido o de los que no se sentían cómodos hablando.
Pero los pacientes bajo la influencia del amital de sodio quedan en un estado de semiconciencia, por lo que existe el peligro de que hacerles preguntas guiadas conduzcan a hacerlos creer que algo sucedió cuando, en realidad, nunca pasó.
¿Suero de la verdad?
Durante los 80 y 90 la droga fue el centro de varias demandas por pacientes que falsamente creyeron que habían sido víctimas de abuso.
Uno de los casos más conocidos fue el de un ejecutivo de California que demandó a su psicoterapeuta y ganó medio millón de dólares luego de que su hija lo acusara de abuso sexual tras la terapia. Amital de sodio fue utilizado como parte del tratamiento.
«No es la droga de la verdad»,dice Elizabeth Loftus, una experta en memoria de la Universidad de Califronia, Irvine.
«Es peligroso a la hora de recuperar recuerdos prístinos, precisos, que han sido reprimidos».
Sandra, otra paciente de Aston Hall, cree que puede haber sido víctima de falsos recuerdos.
Luego de nueve o diez sesiones en el hospital, Milner le dijo: «Finalmente llegamos al fondo del asunto. Fuiste un hueso duro de roer».
Durante el tratamiento, le dijo, ella reveló que su padre la había abusado sexualmente cuando niña. Esto la destruyó. «Estaba tan molesta, completamente devastada».
La hermana de Sandra pensó que el doctor había puesto las palabras en su boca, pero ella no estuvo de acuerdo.
«Uno cree en lo que le dice el doctor, ¿no?», comenta.
La acusación dividió a la familia. Sus hermanas dudaron de que hubiese pasado, porque ellas cuidaban de Sandra cuando pequeña y nunca la dejaron sola con su padre.
Pero eventualmente Sandra cambió de parecer.
«Se me ocurrió que quizá esto sólo ocurrió en el tratamiento y por 51 años he estado acusando a mi padre de hacer algo que no hizo. Y lo peor de todo es que, si no pasó, tendré que pasar el resto de mi vida sabiendo que yo le dije a todo el mundo que lo había hecho».
Hoy las autoridades indagan qué pasó en el hospital de Aston Hall.
Se abrió una investigación policial y el Consejo de Menores de Derbyshire, un organismo compuesto por personal de la policía, salud y servicios sociales, dijo que se asegurará de que las acusaciones sean investigadas en profundidad y que proveerá el apoyo adecuado a quienes lo necesiten.
Mientras los antiguos pacientes siguen buscando respuestas sobre qué fue lo que realmente les pasó, deberán seguir viviendo con los efectos del daño por el resto de su vida.