Él nunca había estado de acuerdo con el mundo que le rodeaba. Cuando era niño escribió “revolución” con cuatro faltas de ortografía, en la Escuela de San Fernando lo echaron cuando aseguró que no podía ser evaluado porque sabía mucho más que los profesores sobre Rafael y realizó el rito copto para volver a casarse con su mujer (en una época en la que todos se divorciaban). En pocas palabras, era un puerco encaminado hacia el plus ultra, un animal que a pesar de caminar de caminar por viscosidades innumerables, nunca retrocede.
La invitación parecía una oportunidad para experimentar el nuevo mundo que sólo existía en su percepción. Estaba escrita al revés, por lo que únicamente pudo descifrar la frase con la ayuda de un espejo: “corbata negra, vestido largo y cabezas surrealistas”. La última palabra de la frase era lo que lo animaba, este concepto implicaba una inmersión en lo más profundo de la mente y los resultados siempre eran diferentes a lo que los seres comunes llamaban “normalidad”.
Sólo necesitaba la palabra surrealista para asistir, pero el apellido de la familia que organizaba le levantaba una gran cantidad de dudas. El mundo sabía que esta estirpe tuvo su origen con el Barón James de Rothschild, un francés de ascendencia judía que había creado una fortuna sin comparación gracias sus bancos. Sus creencias lo hacían foco de una gran cantidad de rumores: aseguraban que sus ancestros eliminaron a Jesús, que envenenaban pozos y que consumían sangre en Navidad.
Él sabía que todos estos cuentos eran falsos, pero también había voces que aseguraban que pertenecían a un grupo llamado Illuminati. Cuando le hablaron sobre este grupo, creyó que podrían ser parte de uno de sus cuadros, no parecían pertenecer al mundo de lo que se consideraba “normal”. Aparentemente controlaban el sistema bancario internacional, en la guerra de Napoleón aseguraron la victoria alemana cuando apoyaron a los británicos, en pocas palabras, eran el demonio que abrazaba al mundo. El mundo alrededor esta sociedad secreta lo atrapó y se convenció de asistir a pesar de sus dudas iniciales.
Era la noche del 12 de diciembre de 1972, la cita era en el hogar de los Rothschild, a unos 26 kilómetros al este de París. Cuando llegó al recinto, se dio cuenta de que estaba en un lugar que sólo había observado en sus cuadros. El inmenso palacio se encontraba en llamas, el color rojo iluminaba cada rincón de su arquitectura pero no emita ningún calor. Buscó la leyenda “Oh, vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza”, que había descrito Dante, al no encontrarla asumió que por ahora no estaba por entrar al infierno.
Sus primeros momentos en el recinto le hicieron creer que de alguna u otra forma había obviado el letrero que anunciaba la entrada al inframundo. Unos gatos –que algunos decían que eran sirvientes vestidos de felinos– lo recibieron y lo guiaron por los pasillos de la mansión. Prestó más su atención en las telarañas que colgaban del techo y que parecían listones negros, no quería que una de esas criaturas le cayeran encima. Debido a esta preocupación se perdió por un instante, pero inmediatamente un gato le volvió a mostrar el camino.
Por fin llegó con los anfitriones, en el pasado los Rothschild eran hombres que no se distinguían de los demás. Ahora, ella era un ciervo con cuerpo de humano, o un humano con cabeza de ciervo, y estaba llorando diamantes. En contraste, su hermano parecía no haber cambiado tanto, lo único que lo separaba de sus ancestros era la naturaleza muerta que le había crecido de la cabeza.
Ellos lo llevaron al gran salón, las mesas tenían en el centro toda clase de objetos extraños: cuerpos muñecos de bebés, edificios y esculturas griegas, altares a frutas y tortugas marinas nadando. Se sentó en la mesa que tenía a los reptiles, los cubiertos eran completamente convencionales de no ser por el plato que estaba hecho de piel de algún animal.
A él siempre le había incomodado la figura femenina, por lo que no fue de su agrado el maniquí(foto) que estaba recostada sobre una cama de rosas. Simplemente no podía entender el revuelo que ella tenía sobre los demás asistentes a la reunión.
Todo dejó de importarle cuando vio a los particulares asistentes a de la reunión, la invitación era una advertencia y todos los seres tenían cabezas surrealistas. Algunos tenían obras de arte, otros poseían más de un rostro y unas cuantas eran jaulas de aves.
Muchos se le acercaron para agradecerle por pintarlos, a lo largo de la historia siempre los habían rechazado y ahora un artista había centrado su obra alderredor de ellos. La más insistente fue una mujer con flores en lugar de cabello, le pidió sacarse una fotografía con ella, petición que no pudo negar.
La reunión surrealista organizada por la familia Rothschild fue un acontecimiento único que su época en el que convivieron actrices como Andrey Hepburn, junto con hombres de negocio como Espírito Santo y el Barón Alexis Redé. Como muestran los recuerdos de esta particular reunión, las decoraciones y los atuendos encontraron en los cuadros de Dalí su inspiración.
Fuente: http://culturacolectiva.com/la-fiesta-illuminati-que-llevo-a-dali-al-mundo-del-ocultismo/