«¿Por qué no tienes a mano tu plan B?» Leo.

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Frecuentemente es normal que nos sintamos defraudados porque no se concretan nuestros proyectos. Buscamos la razón y tal vez no encontremos otra que no sea que no somos capaces o merecedores de obtener el éxito.

En otros casos, buscamos alrededor al responsable de nuestros fracasos, siendo que será fácil encontrarlo; solamente habrá que ir a ver su cara en el espejo. Sea como sea, no se trata de merecerlo o no, se trata de la habilidad de saber cómo obtenerlo. Si estamos convencidos de que lo merecemos y sabemos cómo obtenerlo, sin duda lo obtendremos.

Muchas veces, lo que buscamos de una manera determinada, con una estrategia muy bien planificada, no coincide con lo mejor para nosotros, aunque nosotros pensemos que sí lo es. Nuestro Ser Interior lo sabe (o si queremos, podemos decir que es La Vida o El Destino o Dios o lo que sea) y lo que hace es sabotear el proyecto porque sabe que no es el adecuado o bien, que no es el momento apropiado. Es por nuestro bien, aunque creamos que eso es negativo.

Tal vez hemos puesto toda la carne sobre la parrilla y se nos ha quemado el asado y lógicamente, no tenemos otra oportunidad ni tenemos más recursos y nos quedaremos sin comer. ¿Por qué sucede esto? Simple; porque no hemos tenido la inspiración de diseñar un “plan B”.

El “plan B” es absolutamente necesario ante cualquier contingencia y muchas veces resulta ser mejor o da mejores resultados que el plan A. El problema suele ser que hemos invertido hasta el último esfuerzo con el fin de lograr el plan A y no hemos dejado libertad para que el Universo tenga otra opción que decirnos que no.

Por ejemplo: si uno va a un negocio a comprar algo que necesita o desea y ese algo tiene un único precio y una sola forma de pago, hay sólo dos opciones: lo podremos comprar o no. Si no lo podemos comprar, nos sentiremos defraudados y hasta un poco avergonzados de no estar en condiciones de lograrlo. Sin embargo, si el comerciante es suficientemente hábil, al mismo producto le pondrá distintas opciones de compra y nos facilitará el trámite: en efectivo, con tarjeta, a crédito, en cuotas, etc.

Es lo que hago con mi propio negocio: le ofrezco a mi eventual cliente, varias opciones de pago y varias opciones de producto. Entonces él ve que puede decidir y se siente feliz y libre de elegir la opción que más le conviene y sin dudarlo, compra.

Pero en realidad, él no se preocupa en pensar que, haga lo que haga y creyendo que eligió una opción que le conviene y sintiéndose feliz por ello, solamente está transitando por uno de los caminos que yo le he trazado y en definitiva el beneficiado también seré yo, porque he sido habilidoso en facilitarle la compra.

Éste es el resultado positivo de haberle ofrecido el plan A, el plan B, el plan C, en fin todos los que analicé que puedan convenirle a él, pero que en realidad, elija el que elija, me conviene a mí. Con las demás cosas en la vida es provechoso hacer lo mismo.

Como un maestro en el ajedrez que obliga a su contrincante a mover la pieza que lo llevará a su derrota (pero que finalmente le dejará un sabor amargo) o bien, más inteligentemente le ofrece varias opciones, pero de tal forma que el otro elija la que crea conveniente, que igualmente le llevarán a su derrota, pero estará dispuesto a jugar otro partido con la esperanza de esta vez, ganar.

¿Cual es la diferencia? Que pudo elegir, que no se vio obligado aunque tal vez no comprenda que fue manipulado; que no se sintió disminuído por la presión sino que se sintió libre de elegir.

En el comercio, se busca que el cliente tenga opciones, para que se vaya contento y regrese a comprar, creyendo que es él quien tiene el poder de decisión, siendo que todo está planificado para que compre satisfactoriamente y luego, vuelva a comprar otra cosa, de la manera que piensa que a él le conviene.

Psicológicamente, él se sentirá ganador y volverá a intentar ganar, pero haga lo que haga, tome la opción que tome, el comerciante también gana, no sólo en la compra sino que ha ganado un cliente.

De allí la importancia del “plan B” en todo lo que hacemos en nuestra vida. Al principio pensaremos: “¿Para qué un plan B si vamos por todo con el plan A? ¿Para qué dilapidar esfuerzos en el plan B si podemos concentrar nuestros cañones hacia el plan A?”. Pero de allí sale la estrategia apropiada: si no sale el plan A, inmediatamente podemos hechar mano del plan B y muchas veces (lo sé por experiencia) el plan B termina siendo más conveniente que el plan A.

Adicionalmente, cuando nos acostumbramos a pensar en los planes A y B, ya lo haremos naturalmente y sin esfuerzo, duplicando las chances de éxito y sin que nos lleve un esfuerzo extra. No existen ganadores y perdedores en la vida; existen quienes han aprendido a vivir y quienes aún no.

Por otra parte, psicológicamente el resultado positivo que se obtiene, ya sea con el plan A o con el plan B, refuerza la confianza en la persona y la vuelve más optimista y confiada, lo que a su vez, le permitirá mayores apuestas y conseguirá mejores resultados y así, en un círculo virtuoso.

A mis alumnos de oficios, les explico que en el caso de que el cliente les traiga un equipo o un automóvil que difícilmente sea posible repararlo, no deben rechazarlo ni desmerecerlo, sino siempre aceptarlo. Pero para ello, la estrategia favorable es pasarle un presupuesto tan abultado, que le de al cliente la opción de dejarlo para reparar si valora su pertenencia (en cuyo caso hay mucho margen económico para compensar el tiempo dedicado y los repuestos) o bien, decidir llevárselo a otro taller o no repararlo, liberándonos del problema ya que en el tiempo dedicado a ese auto, por ejemplo, podremos reparar dos y obtener el doble de ganancia. En ambos casos, obtenemos beneficio.

Pero no hemos rechazado al cliente, le hamos dado dos opciones y SIEMPRE la decisión será de él y por lo tanto, siempre saldrá satisfecho porque cree que ha elegido lo correcto, siendo que eligiera lo que eligiera, nos convenía; o cobramos una buena suma o nos sacamos el problema de encima.

En ocasiones, les digo que le pasen un presupuesto alto para repararlo, pero al mismo tiempo, le ofrezcan comprar otro en buen estado de funcionamiento, de modo que el cliente siempre elige y sea lo que sea, nos conviene.

¿Nos deja el cachivache viejo como parte de pago? Bien, cuando tenemos poco trabajo, lo repararemos y luego lo venderemos. Hemos ganado dos veces, con el que le hemos vendido y con el que luego reparamos y vendemos, obteniendo doble ganancia en la misma operación.

Por eso, insisto en que SIEMPRE debemos tener a mano el plan B, ya sea para nosotros o para ofrecerlo a los demás. El requisito del plan B es que debe ser diferente (o parecerlo) del plan A, pero debe llevar al mismo resultado efectivo; o ganamos con el plan A o ganamos con el plan B.

Y en ocasiones especiales, ganaremos con ambos. Y en el caso en que vendemos, muchas veces el plan A y el plan B son similares, pero PARECEN DISTINTOS, lo que le da a la otra persona la satisfacción de ser él quien elija.

Ganamos doblemente, ganamos en la venta y ganamos un cliente, que piensa que es él quien tiene la última palabra, y se siente satisfecho, por lo que SIEMPRE regresará a un lugar donde sabe que tiene opciones que le permiten salirse con la suya.

Lo mismo nos conviene hacer con las situaciones de la vida. Si vemos que con el plan A no vamos por buen camino, ya estamos preparando la ejecución del plan B, la cuestión es que el resultado sea siempre favorable. Estamos tirando con una escopeta de dos caños, si fallamos el primer tiro, siempre nos queda la opción del segundo.

Al respecto, me hace gracia recordar el viejo cuento de mi abuela materna: el hijo de un granjero le pedía a su padre como regalo de cumpleaños, una escopeta. Llegado el día, el padre le regaló un rastrillo y le dijo al consternado hijo: “La escopeta tira para afuera, pero el rastrillo tira para adentro”.

Cuando yo era niño, me parecía un cuento muy tonto, pero cuando maduré comprendí que en definitiva, el padre le estaba dando una lección provechosa para el futuro de su hijo, que implicaba bastante más que sólo rastrillar el pasto.

Por otra parte, crear un plan B no solamente duplica nuestras posibilidades de éxito sino que nos acostumbra a mirar las cosas de la vida desde dos puntos distintos y en tales condiciones, cambiando la mirada, veremos que las cosas tienen aristas que al principio no habíamos tenido en cuenta, lo que hace que nuestro plan A sea más efectivo, aún cuando dispongamos del plan B.

De todos modos, nos capacita para obtener mejores resultados en nuestra vida y por supuesto, al sentirnos más exitosos, ser más felices y seguros, haciendo que quienes nos rodean estén más a gusto y a su vez, aprendan de nuestra conducta y eso nos de la satisfacción adicional de nosotros estar más contentos por haber ayudado a servir de ejemplo positivo… y esto constituye otro círculo virtuoso.

¿Te queda alguna duda de las ventajas del “plan B”?

Bendiciones. Leo

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