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Recomendamos esta lectura tanto para mujeres como para hombres. Para que surja una nueva sociedad, equilibrada de verdad, temas como estos deberían ser compartidos y comprendidos entre todos, ayudando así a que también surja el «Nuevo Hombre», que no es un hombre sometido a la mujer, sino un Ser que también recupera su verdadero Poder.
La expansión de la sexualidad básica humana, hoy erradicada, incluiría la expansión de la sexualidad de la niña, de la adolescente, de la mujer. Todo esto hoy no existe, y como decía Reich, el patriarcado ha creado con la energía de la sexualidad natural reprimida, la sexualidad secundaria, perversa, del hombre de hoy, que es correlativa al funcionamiento robotizado del aparato reproductor femenino, es decir, un funcionamiento sin el impulso de la emoción erótica que le correspondería.
Si las niñas bailasen las danzas del vientre con sus hermanas mayores, sus madres, sus abuelas, y nadasen como sirenas, crecerían sin parar de mover las caderas, la pelvis, el útero; y éste volvería a ser como un pez que se mueve en nuestro vientre, tal cual lo representaban en el neolítico. Cuando se habla de recuperar nuestro cuerpo de mujer, en concreto quiere decir recuperar la sensibilidad y el movimiento uterino. Que nuestro vientre canalice y exprese nuestra emoción y nuestra alegría de vivir.
Tenemos varias ‘pistas’ que podemos seguir. Una de ellas es la tradición olmeca que están recogiendo algunas mujeres, como Silvia Sterbova y Elena Lázaro (1); recuperando el pensamiento y los ejercicios de aquella civilización para expandir ‘la energía femenina’, nos proponen ‘las prácticas femeninas’ para lo que ellas llaman el ‘despertar del útero’. Esto está directamente relacionado con lo que dice Carlos Castaneda en su libro Los pases mágicos (2): Según Don Juan Matus, uno de los intereses más concretos de los chamanes que en la antigüedad vivieron en México es lo que denominaban ‘la liberación de la matriz’ … A los chamanes les interesaba ‘el despertar’ de la matriz porque, aparte de su función primaria reproductora, sabían de una función secundaria; una capacidad para procesar conocimientos directos sensoriales e interpretarlos directamente sin el auxilio de los procesos de interpretación que todos conocemos (lo que también podemos llamar ‘conocimiento o intuición visceral’ de lo que desean l@s hij@s, por ejemplo). … Al igual que otros chamanes de su linaje (Don Juan) estaba convencido de que si se apartan del ciclo reproductor, la matriz y los ovarios se convierten en herramientas de percepción, y ciertamente, en el epicentro de la evolución…. En virtud de los efectos de la matriz, las mujeres ven directamente la energía con más facilidad que los hombres, decían y se quejaban de que las mujeres no son conscientes de su capacidad…. Resultaba paradójico que la mujer tuviese a su disposición un poder infinito y no se interesara por conseguirlo. Don Juan estaba convencido de que esta falta de deseo de hacer algo no era natural, sino adquirida.
Quizá si las mujeres estaban menos interesadas que los chamanes en la evolución humana en sentido general era porque estaban más interesadas en la evolución concreta de sus criaturas y a ello dedicarían su ‘energía’, su capacidad de percepción, su intuición. En cuanto a las funciones secundarias, cabe imaginar, y así debió de ser por las informaciones que tenemos, que en un contexto matrifocal, a las mujeres les sobraba energía y tiempo para desplegar su capacidad de percepción y su intuición a otros aspectos de la vida y de su conocimiento.
En cualquier caso, ‘los pases mágicos’, o sea, lo que nosotras llamaríamos ‘ejercicios’, que Castaneda recopila, sin duda favorecen el despertar de la sensibilidad uterina, puesto que tienen por objeto anular las consecuencias de la socialización nociva que las (nos) vuelve indiferentes.
En nuestra cultura, la matriz es una gran desconocida; ha sido rebajada a una víscera con un papel casi vegetativo, cuando no como un sifón de un sistema de cañerías. Sin embargo, si el cerebro es una especie de unificador a ciertos niveles de nuestra percepción y de nuestra voluntad, a otro nivel, la matriz es otro centro de percepción y de toma de decisiones (las ‘viscerales’). Podríamos decir que el ‘alma’ en el sentido de ‘ánimo’ de la mujer, en cierto modo es la matriz. En este mundo la mujer está ‘desanimada’, ‘desalmada’, paralizada, porque la vitalidad genuina de la mujer es incompatible con esta sociedad y por eso quedó prohibida y excluida de este mundo (des-terrada al Hades); como diceMelandri, es como si el existir de la mujer se hallase ya incluido en una forma de existencia que la niegan en cuanto a mujer; como si la única posibilidad de existir en este mundo tuviese como condición la ‘indiferencia’ de la matriz, la castración de la mujer que después de tres o cuatro milenios de dominación física, se efectúa ya a nivel simbólico e inconsciente (*); y esta castración de la mujer trae consigo, tanto la congelación de su ‘capacidad de percepción’ que decían los chamanes, como el realizar la función primaria reproductora en ese estado de ‘indiferencia’; lo que con otras palabras, llamamos ‘robotización’, que quiere decir eso, ‘des-animación’, o ‘des-vitalización’.
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(*) No por casualidad en la Biblia, el establecimiento de la sociedad de dominación sobre todo el ecosistema se enuncia paralela y simultánea al parir con dolor.
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Desde el campo del psicoanálisis y de la sexología, la psicoanalista francesa Maryse de Choisy (3) ha constatado, referido al útero, algo muy parecido a lo que dice Michel Odent referido a los médicos obstretas: no saben lo que es un parto porque sólo han conocido los partos hospitalarios; entonces se dedican a hacer ‘ciencia’ y a sentar cátedra sobre el parto de una manera falaz, sobre una base no verdadera, no cierta. Maryse de Choisy dice que los profesionales de la sexología, que han ‘sentado cátedra’ sobre la sexualidad, lo han hecho basándose en un tipo de mujeres determinado; pero como dice ella, las mujeres ‘uterinas’ o ‘cérvico uterinas’ no se preocupan por la sexualidad ni acuden a las consultas de los sexólog@s. Es algo así como que nadie se preocupa de su hígado mientras le funciona bien, y sólo empieza a preocuparse cuando le deja de funcionar bien; a continuación, imaginemos lo que sería ir a un médico que desconoce el funcionamiento normal del hígado a que te lo arregle… Se institucionalizaría una patología hepática mantenida y reproducida por el Poder médico. Hace poco hablando con un grupo de gente joven, una chica decía que ella no había hablado nunca con nadie de que notaba y sentía su útero porque pensaba que era lo normal, que todas las mujeres lo sentían. Así concluíamos que era muy importante hablar de ello, eliminar el pudor absurdo que pueda haber, que solo sirve para mantener la ignorancia.
Maryse de Choisy después de diez años de trabajo con cuestionario, ofrece una perspectiva sobre el orgasmo femeninoque rompe la tradicional dicotomía ‘orgasmo vaginal-orgasmo clitoridiano’. El orgasmo más global e importante de la mujer, afirma, no es ni vaginal ni clitoridiano; apretando los muslos o los glúteos firmemente (las mujeres) alcanzan un tipo de orgasmo que arranca en el centro de su cavidad pélvica, en algún punto muy profundo de su interior, y se expande por todo el cuerpo… pues el verdadero orgasmo femenino es cérvico-uterino, o tiene su origen en él…
Tenemos también ‘la pista’ a seguir de las mujeres de la India, que nos proponen la práctica de la visualización, con los pétalos de la flor de loto abriéndose… o la imagen de las ranas pre-colombinas palpitando rítmicamente como un corazón… o el animal errante de Platón y otros, quitándole la intención peyorativa y visualizando/sintiendo una preciosa ameba que se alarga y se encoge y se vuelve a alargar, y se mueve, una onda tras otra, como las parras de las cenefas y frisos, que se enroscan una tras otra, (y de las que cuelgan formas uterinas en lugar de racimos de uvas); una ola tras otra, como los dibujos de los tentáculos de los pulpos en las vasijas neolíticas… hasta que el útero, más allá de su forma, se hace todo latido, pulso, ritmo, que irradia y expande el placer (por eso la oxitocina y el placer son también pulsátiles y rítmicos).
O la ‘pista’ de las mujeres de Arabia Saudí, bailando la danza del vientre en corro alrededor de la parturienta, para inducir su movimiento uterino… o el movimiento de los delfines, o la experiencia conocida de la pornografía por la cual sabemos que el neocortex puede inducir la excitación sexual, a falta del deseo de el/la otr@, y no solo la falocéntrica…
La danza del vientre, dice Karmele O’Hanguren (4), no tiene fecha de nacimiento, pero parece ser la supervivencia de una forma de danza ligada a los ritos de fertilidad y maternidad, ya que reproduce simbólicamente los movimientos de la concepción y del alumbramiento… En sus distintas versiones, que van desde el raks sharki con música clásica árabe, al estilo baladí más popular, la danza del vientre es uno de los bailes más sensuales del mundo reservado únicamente a mujeres. …. Las mujeres que la practican obtienen importantes beneficios físicos, como la regulación de los ciclos menstruales, la renovación de la energía corporal y un conocimiento mayor del cuerpo y de los propios sentimientos. No requiere un cuerpo escultural ni un vientre plano, por lo que las aprendices de bailarinas aprenden a amar su cuerpo y a descubrir su gracia y su sensualidad. Por estos motivos, la danza oriental vive un momento de gran auge, … lo que la experta Isabel Fuentes ha constatado en su academia de baile de Granada…
Por último, recordar que los ejercicios que se recomiendan para fortalecer los músculos pélvicos en la preparación al parto, también sirven en las no embarazadas para despertar el útero inmovilizado. También podemos afirmar que mujeres que conocemos, sin mediar prácticas femeninas olmecas, ni visualizaciones hindúes, ni pases mágicos, ni danzas del vientre, con el solo hecho de saberlo, han recuperado la percepción sensible de su útero.
Por eso creo que aun siendo difícil, no es imposible perder la rigidez e insensibilidad producidas por la represión de la sexualidad básica, a lo largo de toda una socialización castradora.
Porque oficialmente, líbido solo hay la masculina, decía Freud; lo de la mujer, es ‘el mal femenil’ bíblico, la lascivia; el cuerpo hay que mantenerlo tieso, como si nos hubiéramos tragado un palo. Las sillas vienen a completar la forma de doblar nuestro cuerpo en forma de cuatro; eso de vivir en cuclillas, a ras de suelo, hace mover demasiado el esqueleto pélvico y deja los músculos pélvicos relajados y la pista libre para la relajación uterina… Y eso que es de sobra sabido que esto de agacharnos doblando la cintura, en lugar de las rodillas, es muy perjudicial para la columna vertebral, sobre todo si además es para coger peso…
El yoga también nos puede ayudar. Yo no lo practico ni lo conozco, pero transcribo una carta de un amigo: Tanto el yoga como otras terapias se basan en los siete chakras de energía del ser humano. La kundalini (representada simbólicamente con una serpiente enroscada) es la energía vital que se encuentra en el segundo chakra, a la altura de los genitales, y la función de este chakra es movilizar la kundalini (la serpiente se desenrosca y se mueve) y redistribuirla por todos los otros cinco chakras (el primer chakra, que se encuentra más o menos entre los genitales y el ano, es el encargado de tomar contacto con la energía vital de la tierra para que el segundo chakra la pueda canalizar). Tanto en yoga como en las psicoterapias corporales que te comento son práctica habitual ejercicios de movilización de la cadera para activar la kundalini, es decir, la energia vital y/o sexual. Una persona con poca movilidad y conciencia de esa parte del cuerpo es una persona que no canaliza correctamente esa energía. Es un poco como las danzas del vientre de las sociedades matrísticas del neolítico…
Antes cuando defendíamos y reivindicábamos otra maternidad diferente a la patriarcal, estábamos a la defensiva ante el recelo de los movimientos feministas, que tradicionalmente han considerado la maternidad como una esclavitud, una trampa para coartar la libertad de la mujer. Pero era tan importante, estábamos tan seguras de que había ‘otra’ maternidad que nos atrevimos a levantar la voz para reivindicarla.
Sin embargo, ahora podemos decir, no sólo que hay una maternidad que no es esclavitud y sometimiento para la mujer, sino que la maternidad nos está ayudando a recuperarnos como mujeres, a entender una existencia de la mujer inimaginable, perdida en la sombra de la cultura, la que ha sufrido la represión inexorable, permanente y total; Y que, después de todo, no es tan difícil de devolverla/devolvernos a la vida, como aseguraba Freud (5) porque, en la sombra de la cultura, los vientres todavía palpitan. No tanto, ni tan a menudo ni tan intensamente como sería necesario para el bienestar de la vida humana, pero todavía palpitan.
Al principio de este punto decía que para cambiar la maternidad tiene que cambiar la mujer; y resulta que la maternidad, que a pesar de todo moviliza el útero y en cierto grado despierta la sexualidad uterina y nos hace palpitar el vientre, nos está ayudando por lo menos a entrever la recuperación de nuestra existencia como mujeres.
Porque la cultura crea los géneros, los roles, los arquetipos de lo que se supone que es un hombre y de lo que es una mujer; los géneros echan raíces en el inconsciente y crecen modelando emociones, sentimientos, ideas, anhelos y proyectos… que dirigen toda la energía sexual reprimida hacia una patética e institucionalizada mentira, y ponen todas nuestras vidas al servicio de esa patética e institucionalizada mentira, detrás de la cual se esconde la realización del Poder. Pero los cuerpos están ahí con su sabiduría filogenética, permanentemente tratando de escapar y de resistirse al orden simbólico establecido. Por eso, a pesar de la generalización de la robotización de la maternidad (a pesar del decúbito supino, del chupete de plástico, de la leche artificial y de la cuna), gracias a la maternidad, los cuerpos de las mujeres producen tormentas y maremotos que conmueven los cimientos de los géneros y de toda la cultura de la femeneidad patriarcal. La maternidad en muchas o en algunas mujeres consigue romper las corazas psicosomáticas que impiden la expansión de todo un campo de erotización femenina; gracias a los partos, los úteros se distienden y salen de su estado letárgico, ‘histérico’ y rígido; gracias a la lactancia percibimos el temblor placentero de los pechos. Vemos algo de luz al final del tunel, en las sombras de la cultura, el vientre y los pechos todavía palpitan.
La mujer se abre paso en la búsqueda de una recuperación de la maternidad. Estamos recorriendo un camino inverso al recorrido en la transición de la matrística a la sociedad patriarcal. Varios autores han señalado cómo nuestros primeros padres experimentaron en la ganadería lo que luego harían con la reproducción humana para obtener los esclavos y guerreros que necesitaban; aprendieron lo que hay que hacer para transformar un toro en un buey (castrarlo), y utilizar su fuerza sumisa para tirar de la carreta y arar los campos; aprendieron la técnica para frenar la expansión del crecimiento de un árbol y convertirlo en un bonsai; y también aprendieron que para domesticar a la criatura humana hay que separarla de su madre después de nacer e impedir el periodo simbiótico de su gestación extrauterina, suprimiendo así la sexualidad básica humana. Por eso decía San Agustín Dadme otras madres y os daré otro mundo.
(1) Elena Lázaro El camino de la mujer Inbi Sudameris Argentina 1999
(2) Carlos Castaneda Pases Mágicos, las enseñanzas prácticas de Don Juan Ed. Martínez
Roca Barcelona 1998
(3) Maryse de Choisy La guerre des sexes Ed. Publications Premiéres 1970
(4) Karmele O’Hanguren Gara 29 de septiembre 2001 «La danza del vientre regula la
menstruación»
(5) Sigmond Freud (1931) Sobre la sexualidad femenina Tomo III Obras Completas Ed.
Biblioteca Nueva, Madrid 1968
Texto: Casilda Rodrigáñez, fragmento de la conferencia «En la sombra de la cultura, el vientre todavía palpita» que impartió en el II Congreso Internacional de Parto y Nacimiento en Casa.
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