El polvo lunar provoca un daño extremo en los tejidos e incluso puede causar mutaciones genéticas o cáncer.
Un grupo de investigadores de la Universidad de Stony Brook (estado de Nueva York, EE.UU.) ha presentado la semana pasada su reciente estudio en el que logró determinar que el polvo lunar es extremadamente peligroso para el cuerpo humano y puede dañar el ADN de las células, causar mutaciones y provocar cáncer.
«Es un grave problema sanitario para los futuros astronautas», precisó Donald Hendrix, uno de los autores del estudio, citado por la revista New Scientist.
El peligro a largo plazo
En el marco de su investigación, los científicos examinaron los suelos simulados, compuestos por las mismas partículas de las muestras de roca lunar traídas por las misiones Apolo de la NASA. El experimento mostró que cerca del 90% de las células pulmonares humanas y neuronas de los ratones de laboratorio murieron al ser expuestas al contacto con partículas que forman la capa de polvo de la Luna.
De acuerdo con el estudio, el polvo que se encuentra en la superficie del satélite natural de la Tierra contiene algunos elementos que rápidamente reaccionan con las células humanas y producen hidroxilo tóxico, que anteriormente se ha vinculado alcáncer de pulmón.
«El polvo lunar representa uno de los riesgos a los que los humanos tendrán que enfrentarse realizando las misiones en su superficie», reza un comunicado sobre los resultados de la investigación, publicado en el sitio web de la reunión American Geophysical Union en la que el estudio ha sido presentado. Los especialistas precisan que las partículas peligrosas pueden quedarse en los pulmones humanos «durante largos períodos de tiempo» y por eso pueden causar consecuencias negativas para la salud a largo plazo.
La experiencia de la misión Apolo 17
En ese contexto, la autora principal del estudio, la genetista Rachel Caston, comentó al sitio web universitario que las futuras misiones tripuladas para explorar la Luna y «más allá» implican peligros para la salud de los astronautas, que son aún más graves «que los riesgos inmediatos del espacio en sí«. Serían de la misma naturaleza que los experimentados por los tripulantes de la misión Apolo 17.
Después de inhalar el fino polvo durante su viaje a la Luna en 1972, el astronauta Harrison Schmitt catalogó la reacción de su organismo como «fiebre del heno lunar«: tenía estornudos, ojos llorosos y dolor de garganta. Los síntomas de aquella tripulación fueron efímeros, pero los investigadores admiten que el polvo lunar podría causar incluso mutaciones genéticas.
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