La vacuidad del ego, la vacuidad del yo

por SeshaExtracto de: el sendero del dharma

Sesha

La cultura occidental asume que el «yo» es «algo» cualitativo que nuclea experiencia y absorbe conocimiento. Es innegable la sensación propia de ser un ente individual, pues tenemos percepción directa de ello. Sin embargo, intentar definir la exactitud de la individualidad nos pierde en afanosas respuestas que van desde lo mundano a lo divino.

Todos los científicos hasta la actualidad han intentado desenmascarar el «yo», aislarlo para definirlo correctamente. La búsqueda del «yo» se parece a la indagación que los físicos realizaban hace ya más de un siglo con el «éter», una desconocida sustancia que se suponía era el medio de propagación de la luz. Todo tipo de experimentos se realizaron con el fin de encontrar la dirección del movimiento del éter. Todos fracasaron. Al final Einstein sugirió lo más inteligente: el éter no existe. La inexistencia del éter, sumada al hecho de que la velocidad de la luz es constante en cualquier sistema inercial de referencia, ayudó a que la física clásica se fracturara y naciera la mecánica cuántica. Algo similar ocurre con el «yo». Se intenta a toda costa localizar su residencia cerebral, con el fin de detectar sus costumbres y poder así conocerlo adecuadamente. Conocer la guarida del «yo» permitiría trabajar sobre él sin intermediario alguno; conocerlo directamente implicaría un control más exhaustivo sobre su naturaleza. A diferencia del éter, que era una idea sugerida, el «yo» parece ser una actividad tan evidente que pareciera imposible abandonarla. Sin embargo, abandonar la idea de la existencia de un «yo» dependiente de él mismo es un hecho abiertamente aceptado por las grandes tradiciones orientales.

El sentido del «yo» posee una fascinación especial, pues parece ser una actividad continua. Esa continuidad es la base para que la psicología, la psiquiatría y la filosofía sostengan gran parte de su andamiaje teórico. Suponen de base que la conciencia es una actividad interconectada al «yo», razón por la cual el sesgo de cognición no puede plantearse sin la presencia de un individuo consciente. En cambio, para el Vedanta y demás sistemas metafísicos orientales, el «yo» es una actividad más de la mente, al igual que, por ejemplo, la memoria, y cuya función esencial es otorgar sentido de propiedad a la cognición. La cognición en sí misma es independiente del sentido yoico pero, según el estado de conciencia en el que opere la mente, el «yo» puede parecer un agente consciente e interdependiente de sí mismo.

Sabemos, por ejemplo, que somos, pero no sabemos qué somos. Sabemos que percibimos el mundo pero no sabemos certeramente desde qué parte de nosotros mismos percibimos el mundo. Detectamos una apreciación constante de ser un «yo», pero el pensamiento de «yo» es imposible de mantener constantemente. Pese al mar de dudas respecto a nuestra naturaleza mental, se ha intentado bajo todos los medios y a toda costa crear unas bases lo suficientemente sólidas para validar nuestra actividad yoística, incluso al punto de echar mano y convertir la célebre afirmación cartesiana en un axioma imprescindible: «pienso, luego existo». Se entiende, por supuesto, que la validez de la vida individual se reconoce desde el planteamiento de que existe un sujeto diferente a los objetos que él reconoce. Aparentemente, intentar modelar una sociedad con base en la inexistencia del ego implicaría para la casi totalidad de personas un caos superior al ya existente.

Ha de entenderse que el Vedanta en ningún momento niega la evidencia tácita de la existencia egoica, tan sólo no comparte la avidez con la cual otros sistemas filosóficos o psicológicos se empecinan en otorgar al acto consciente una realidad que emana del ente egoico. Para el Vedanta, el individuo y su «yo» psíquico o filosófico [1] no existen por sí mismos ni independientes de Brahman o Seidad Absoluta. En el caleidoscopio de los cinco estados de conciencia que analiza el Vedanta existen modalidades cognitivas donde el «yo» asume el rol momentáneo de entidad consciente, pero debe aclararse que en dichos estados cognitivos el «yo» es indescifrable, completamente momentáneo, y no pasa de ser una actividad más del funcionamiento mental. En los estratos de cognición estable, aquellos que tienen que ver con la experiencia No-dual, es posible experimentar que el universo mismo, junto con las diversas actividades que operan en la mente, asumen una naturaleza No-dual.

El Vedanta acepta como válidos e integra a su propia dinámica epistemológica parte de los postulados occidentales, al igual que el raya yoga hindú. El raya yoga intenta dar unicidad de apreciación teórica y práctica a los diversos procesos mentales. Para ello esgrime cuatro diferentes estados de conciencia en los cuales el sujeto puede representar y experimentar el mundo; algo así como la posibilidad de analizar el agua en sus tres estados físicos: líquido, sólido y vapor. Estos cuatro estados de conciencia difieren esencialmente en la manera en que los constitutivos mentales se presentan y son:

Pratiahara: Estado de cognición interior donde el individuo desconecta voluntariamente los cinco órganos de los sentidos de los objetos externos de sensación. La actividad de desconexión sensoria, sumada al acto de atención al acontecer interior, aísla al perceptor de cualquier potencial pensamiento. El perceptor se convierte entonces en un testigo del propio silencio mental. Esta actividad suele denominarse en el presente libro como «estado de conciencia de Observación».

Dharana: Estado de cognición donde, ya desconectado completamente del mundo externo y recluida la atención en el interior, el testigo de la cognición se convierte en objeto único de su propia atestiguación. Es decir, el testigo que previamente detectaba la ausencia de pensamientos, ahora se convierte en objeto de atestiguación de sí mismo. Esta actividad suele denominarse «estado de conciencia de Concentración» y es, en esencia, de naturaleza No-dual. La Concentración Vedanta no debe confundirse con la concentración psicológica, cuya naturaleza es enfocar la atención a una actividad mental específica.

Dhyana: Estado de cognición donde todos los potenciales objetos y sujetos existentes se advierten simultáneos en el tiempo y ubicuos en el espacio interior de percepción. Es la experiencia No-dual por excelencia y suele denominarse como «estado de conciencia de Meditación».

Samadhi: Estado de cognición en el que suele resumirse finalmente la Meditación cuando todo evento existente tiene como agente de cognición al mismo universo conocido. Se reconoce como el estado de cognición superior por excelencia, más allá del cual nada más existe. Es el más alto estado de no-dualidad que puede experimentarse. Ha de entenderse que el culmen del acto meditativo es samadhi.

Estos cuatro estados, pratiaharadharanadhyana y samadhi, representan tres de las cinco posibilidades de cognición existentes en un ser humano. El sentido de individualidad, de diferenciación objeto-sujeto, ocurre aún en pratiahara. Los demás estados, Concentración y Meditación corresponden a estados no-duales. El samadhi se clasifica dentro de la Meditación misma, pues es tan sólo su actividad final y más excelsa. Los otros dos estados de conciencia duales son el de Pensamiento y el de Sueño [2].

Notas:

  1. Denotamos como «yo» filosófico a la actividad denominada sujeto. Al «yo» como condición psicológica individual, lo denominamos ego. Al «yo» como unidad existente lo definimos como individuo. Al «yo» como ente conocedor desde la perspectiva epistémica lo denominamos también sujeto.
  2. Los cinco estados de conciencia han sido descritos a profundidad en los siguientes libros de Sesha; La Paradoja DivinaLos Campos de Cognición y Vedanta AdvaitaVer aquí un cuadro sinóptico simple de estos destados.
Fuente: Sesha. El Sendero del Dharma (Asociación Filosófica Vedanta Advaita Sesha – 2011)
https://www.nodualidad.info/textos/la-vacuidad-del-ego-la-vacuidad-del-yo.html

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