¿Qué leer cuando uno está interesado en el budismo? Lo mejor es siempre ir a las fuentes primarias. Aunque en algunos casos puede ser benéfico algún texto introductorio académico o de divulgación, nada se compara con conocer directamente las fuentes, y nada puede sustituirlo. Esto es cierto para todas las ramas del conocimiento, pero especialmente para para la filosofía y más aun para el budismo, el hinduismo u otras religiones asiáticas. Los autores de los textos clásicos de esta literatura no eran sólo eruditos o genios académicos, eran personas que practicaron enteramente lo que describen y lo constataron en carne propia. Alcanzaron tanto el dominio textual de su tradición como su actualización a través de la meditación, una combinación extraordinaria que choca con el mero academicismo de nuestra época.
Existen innumerables historias sobre las proezas de Nāgārjuna, el fundador de la escuela madhyamaka de filosofía budista, quien habría también dominado el arte de la alquimia (rasayana), o sobre Asanga, el fundador de la escuela Yogacara, de quien se dice que meditó durante 12 años en una cueva hasta que recibió las enseñanzas del bodhisattva Maitreya. Hay una tradición entre los tibetanos que señala que para poder escribir un shastra, un comentario avalado por la tradición, era necesario tener por lo menos el grado básico de un bodhisattva en el primero de los bhumis o niveles de desarrollo espiritual, lo cual significa haberse liberado de la rueda del samsara. Esto sugiere que los textos que escribieron son textos de enorme refinamiento, el legado de individuos con una mente altamente cultivada y purificada. Lo ideal es leerlos en su lengua original -en este caso, el sánscrito o el pali- pero existen buenas traducciones que aunque nunca podrán comunicar la totalidad del genio y la sutileza de las obras, acercan al lector a una comprensión de las auténticas enseñanzas budistas, algo que difícilmente puede hacer la literatura secundaria.
El lector moderno suele estar influenciado por la visión histórico-científica que afirma que los recuentos «hagiográficos» del pasado deben ser tomados como meras leyendas, como justificaciones y estrategias de promoción, siguiendo una dinámica de lucha de poder y beneficio personal. Desde la atalaya del progreso y el iluminismo, el académico ofrece su mirada penetrante y desapegada para desbrozar lo religioso y concentrarse en lo histórico. Se nos enseña que estos textos deben tomarse con reservas, poniendo entre paréntesis gran cantidad de sus proposiciones más importantes. Después de todo, no existen los santos (o los budas o los bodhisattvas), pues todos los seres humanos obedecen a las mismas ambiciones y debilidades; menos aún existen cosas como la reencarnación o los poderes de percepción extrasensorial. El valor del budismo radica en lo psicológico, en modos de entrenar la mente que pueden servirnos para ser más tranquilos o compasivos, pero no para lograr lo que los textos dicen.
La realidad es que, pese al intento de secularizar y «limpiar» el budismo de lo religioso y lo metafísico, estos textos están llenos de ideas que entran en conflicto con las asunciones de la ciencia materialista contemporánea. En primera instancia porque parten de una premisa opuesta: la mente es lo fundamental. A partir de ello, desarrollan teorías como el karma -cuya base es la intención-, el nirvana y, en el caso del budismo mahayana, el sendero del bodhisattva y la omnisciencia que caracteriza a un buda, por sólo citar algunos de los temas irreconciliables con la visión secular moderna. Pero es precisamente su radical disonancia lo que los hace tan interesantes. Y para que lo sean, para que puedan realmente abrir la puerta a una nueva dimensión de conocimiento, es necesario suspender la incredulidad aprendida de los dogmas particulares de una época. No suspender la razón sino realmente aplicarla, liberándola del bagaje conceptual que absorbemos de la sociedad y que se vuelve una segunda naturaleza (las categorías con las que entendemos el mundo). La aplicación radical de la razón, investigando la paradójica naturaleza de la causalidad o del movimiento, permite a la escuela madhyamaka afirmar que todas las cosas están vacías. Esto es ilustrado por uno de los argumentos básicos: «No es posible la identidad de causa y efecto, pero tampoco su diferencia… La causalidad es inconcebible» (Mūlamadhyamakakārikā, traducción de Juan Arnau).
Lo que hace especialmente relevante al budismo es el énfasis en la idea de que la realidad que percibimos no es más que un concepto. El camino budista es un entrenamiento de la mente que consiste fundamentalmente en abandonar los conceptos que se tienen para alcanzar un estado libre de conceptos. Para ello, sin embargo, es imposible no usar otros conceptos, que serán trascendidos pero resultan útiles porque nos acercan a la realidad, incrementan la capacidad de concentración e indagación de la mente y proveen estados más virtuosos que son propensos a la práctica.
Limitamos esta lista a cinco obras. Esta muestra reducida obliga a dejar fuera obras notables del budismo indio como los comentarios a la obra de Nāgārjuna de Candrakīrti, el Madhyamakāvatāra y el Prasannapada, que son leídos con veneración entre los budistas tibetanos, particularmente los seguidores del método prasangika. Asimismo, destacamos los comentarios a la obra de Aryadeva, Buddhapalita y Bhaviveka. Más notable aun es la ausencia de los cinco textos atribuidos a Maitreya redactados por Asanga y el inmenso e influyente Yogācārabhūmiśastra, el texto central de la tradición yogācāra, en el que se enseñan los aspectos del sendero del bodhisattva y las bases de la práctica de la meditación. Este texto no ha sido traducido en su totalidad al inglés, pero fue traducido al tibetano y al chino (es especialmente importante para el budismo chino). Otras obras notables son el Madhyamakalamkara de Shantarakshita y el Bhavanakrama de Kamalashila, una pequeña joya sobre la meditación. Una categoría aparte merecen los sūtras y los tantras que son atribuidos al Buda histórico, ya sea en su manifestación mundana (nirmanakaya) o en su sambhogakaya o dharmakaya.
Mūlamadhyamakakārikā
El texto central de la escuela madhyamaka, una de las dos grandes escuelas del budismo mahayana, que será considerada por el budismo tibetano como el pináculo del budismo. Este karika o conjunto de estrofas (cerca de 450) fue escrito por Nagarjuna alrededor del siglo II y es probablemente el texto filosófico budista más influyente no sólo en la India sino entre los filósofos contemporáneos. A Nagarjuna se le ha querido leer como un filósofo kantiano, hegeliano, como un fenomenólogo y más recientemente como una especie de precursor muy cercano a Wittgenstein. Aunque no es difícil encontrar ciertos paralelos, ninguno hace justicia a la obra de Nagarjuna, que no puede reducirse a una categoría de la filosofía occidental.
Nagarjuna enseña el camino medio, en sintonía con el llamado segundo giro de la rueda del dharma, el cual se deriva de las enseñanzas de la sabiduría trascendente (Prajñaparamita). Mientras que el budismo previamente enseñaba que no existe un yo fijo y sustancial (atman), en el segundo giro se enseña que tampoco los fenómenos y las cosas materiales tienen sustancia. Todo está vacío, puesto que todo depende de otra cosa. Esta es la evolución lógica de la teoría de la originación dependiente (pratityasamutpada), concepto básico del budismo en todas las escuelas. Si se investiga cualquier fenómeno (dharma) se descubrirá que todos sus componentes pueden descomponerse en otros componentes. Asimismo, para que el mundo de las apariencias pueda existir (es decir, para que pueda entrar en acción la causalidad), es necesario que las cosas sólo tengan una existencia relativa, que no tengan una sustancia o sustrato independiente. Lo que es permanente no puede cambiar y no puede existir dentro de una serie causal. Según Nagarjuna, si existieran cosas sustanciales como el sí mismo (atman) o un dios creador absoluto, el mundo que experimentamos sería imposible. La única explicación es la originación dependiente, una causalidad relativa («si esto surge, esto surge también»), lo que a su vez implica que el mundo en el que vivimos es ilusorio o, como suelen decir los sutras, como «un arcoíris, una burbuja, una ciudad de gandharvas«, etc. Antes que Nietzsche o Heidegger, Nagarjuna propinó el golpe más serio a la metafísica basada en la sustancia.
Algunos lectores poco avisados han visto en la filosofía Madhyamaka una forma de nihilismo, pero es evidente que la vacuidad de la que se habla no es una nada absoluta. El conocimiento de la vacuidad, aunque inefable, es equivalente a la liberación, al estado de un Buda y, por lo tanto, irreductible a una visión materialista-nihilista. El descubrimiento de Nagarjuna es que el mundo existe precisamente porque está vacío. Esto implica que debemos modificar nuestro concepto de existencia. El camino medio es justamente aquel que está más allá de los extremos de existencia e inexistencia.
Existe una traducción de este texto al español realizada por Juan Arnau en su tesis doctoral del Colegio de México y un extenso comentario del mismo autor publicado por Alianza como La palabra frente al vacío. En inglés hay numerosas versiones. Cabe destacar la versión de Mark Siderits, especialmente útil puesto que incluye el texto en sánscrito.
Abhidharmakośa
El monumental tratado del abhidharma de la escuela budista sarvastivada, compuesto por Vasubandhu. Este es el texto básico para aprender las categorías de la filosofía budista (la división en cinco skandhas, 12 ayatanas y 18 dhatus, etc.), incluyendo la teoría del karma, la formación y abandono de los kleshas o aflicciones mentales, cosmología, soteriología y otros. Originalmente, cada una de las escuelas del budismo indio desarrolló su abhidharma: una serie de matrices dedicadas al discernimiento de la naturaleza de la realidad. No se puede realmente conocer filosofía budista sin la base del abhidharma.
Además, Vasubandhu es conocido por ser uno de los grandes escritores de la literatura sánscrita y aunque el texto no es de lectura ligera, en él están las definiciones canónicas del budismo que son estudiadas en las escuelas monásticas del Tíbet y que indudablemente eran igual de importantes para las escuelas monásticas de la India, como Nalanda y Vikramashila.
No existe una traducción de este texto al español. Hay dos versiones completas en inglés que incluyen el comentario de Vasubandhu y se basan en la traducción al francés del gran indólogo Louis de la Vallée-Poussin.
Pramāṇavārttika
El texto más importante de la tradición lógico-epistemológica del budismo indio. Famosamente complejo y enigmático, este texto es un comentario de Dharmakirti a una obra del padre de la lógica budista: Dignaga. Buena parte del vocabulario filosófico del budismo se establece en este texto, que no sólo es una respuesta al trabajo de Dignaga sino también una refutación de otras escuelas de filosofía india, en el contexto de los «métodos válidos de cognición» (pramana). Dharmakirti prueba ser un maestro insuperable en su capacidad de tomar posiciones que refutan a sus oponentes, sin que sea sencillo establecer cuál es su posición. De hecho existe una polémica que inicia en sus comentadores indios, pasa por el Tíbet y se mantiene en la academia actual, sobre cuál es la posición final de Dharmakirti: ¿es un filósofo yogacara, sautrantika o madhyamaka? No es fácil definir al elusivo Dharmakirti, pero no hay duda de que es un genio y le debemos la articulación más sofisticada de la lógica budista, así como notables polémicas y una sutil dosis de humor. Sus textos son parte fundamental de la educación que reciben los monjes tibetanos en los colegios monásticos.
El texto no ha sido traducido en su totalidad a lenguas europeas modernas, pero sí al tibetano. Hay diversas traducciones de capítulos o fragmentos. Un reciente comentario extenso y muy recomendable es Foundations of Dharmakirti’s Philosophy, del Dr. John Dunne.
Visuddhimagga
El único texto que no pertenece al budismo mahayana en esta lista y el único escrito en pali. El Visudhimagga es algo así como la biblia de la escuela theravada de budismo (no confundir con «vehículo», como el mahayana). El budismo theravada es actualmente la forma dominante de budismo en países como Tailandia, Myanmar, Sri Lanka, Cambodia o Laos. Es una de las 17 escuelas o linajes que se dividieron por diferencias en su entendimiento del código monástico o de ciertos aspectos del abhidharma, Su difusión ocurrió sobre todo en los países mencionados. En la India no fue tan popular como otras escuelas. Sin embargo, su más brillante exégeta fue el monje Buddhaghosa, quien habría nacido cerca del siglo V en la zona de Magadha, el territorio en el que el Buda histórico impartió sus enseñanzas.
El Visudhimagha es un texto que muestra el enfoque práctico que caracteriza al budismo theravada, basado en los tres pilares o los tres entrenamientos del budismo: shila (disciplina moral) samadhi (concentración) y prajña (sabiduría), con particular énfasis en la meditación. Hay una buena traducción al inglés realizada por Bhikkhu Ñāṇamoli, frecuentemente citada. Existe una traducción al español bajo el título El sendero de la purificación, realizada a partir de la versión inglesa.
Bodhycaryāvatāra
Quizá el texto más querido y más traducido del budismo mahāyāna, pues a diferencia del Mūlamadhyamakakārikā es de más fácil comprensión. El clásico del monje de Nalanda, Shantideva, es un tratado sobre la generación de la bodichitta o «mente del despertar» desde la perspectiva de los seis paramitas o perfecciones: generosidad, disciplina moral, paciencia, vitalidad, concentración y sabiduría. El capítulo sobre sabiduría es estudiado también por su presentación de la filosofía madhyamaka, es decir, de la doctrina de la vacuidad. El texto es especialmente bello, con un énfasis en el cultivo de la compasión. Grandes maestros budistas como el Dalái Lama o Dilgo Khyentse Rinpoche han leído, comentado y puesto en práctica este texto numerosas veces. Es considerado el fundamento de la educación ética del budismo mahayana.
En español existe una versión del académico Luis E. Gómez. Son muchos los comentarios de este texto, pero sin duda el de más autoridad es el de Prajñakaragupta.
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