El prestigioso filósofo Javier Gomá ha abordado un tema que desde hace tiempo no aparece en la filosofía formal: la dignidad. Como él mismo lo indica, desde Kant prácticamente no se volvió a hablar de este asunto entre los filósofos. Sin embargo, en la práctica es muy relevante, pues está en la base de la declaración de los Derechos Humanos y de muchos movimientos políticos y sociales en el mundo.
Gomá señala que la dignidad está presente en la mayoría de los debates de la ética práctica. No solo se habla de ella en el marco jurídico y político, sino que también atraviesa la tecnología y la biología, entre otros campos. De hecho, en nombre de la dignidad se han producido muchos cambios sociales en el mundo.
¿Por qué la filosofía actual le da tan poca cabida a este concepto? Gomá piensa que la dignidad podría ser una idea incómoda para todos los poderes establecidos. En muchos casos, deriva en resistencias. A los poderes establecidos, incluyendo los intelectuales, no parece hacerles mucha gracia esto.
“Toda mi teoría gira en torno a sustituir el concepto de felicidad por el concepto de dignidad. El concepto de felicidad requiere, como el propio Aristóteles dice en la Ética, un mínimo de bienes, un mínimo de posesiones. Sin embargo, la dignidad no es un concepto condicionado a la posesión de unos bienes. (…) En cualquier momento y circunstancia, uno puede vivir con dignidad. En la cola de Auschwitz, esperando a entrar en una cámara de gas, no se puede vivir con felicidad, pero sí con dignidad”.
-Javier Gomá-
La dignidad, familiar y desconocida a la vez
Javier Gomá explica que en tiempos pasados la dignidad se asociaba con la moralidad y el origen. Esto hacía que se exigiera una conducta adecuada de las personas para que su dignidad no decayera. Si una persona trasgredía ciertos límites, o incurría en ciertos comportamientos, su dignidad palidecía.
Hoy por hoy, Gomá la define así: “la dignidad es aquello inexpropiable del individuo que se resiste a cualquier proyecto que suponga su deshumanización”. Esta sería una nueva idea de dignidad que aparece con la democracia. Significa que todo ser humano la posee, independientemente de su conducta. Solo por el hecho de ser humanos ya contamos con un derecho a reivindicarnos como dignos.
Dice Gomá que la dignidad humana viene implícita en el hecho de estar vivos y formar parte de la especie. Por lo tanto, la muerte sería la máxima indignidad. Frente a esta, el ser humano ha actuado de manera insumisa, o sea, digna. ¿Cómo? Desafiando a la muerte a través del arte, la bondad, la ciencia, la técnica y todo aquello que perpetúa la vida, incluso más allá de la muerte.
Los indignados
Son muchos los movimientos sociales y culturales en el mundo que han nacido bajo el rótulo de “indignados”. Javier Gomá señala que esto se debe a un hecho contradictorio y a la vez asombroso.
Nunca antes como ahora la sociedad había progresado tanto y a un ritmo tan rápido. El avance ha sido material y moral. Al mismo tiempo, nunca como ahora había existido tanta tristeza, hastío y descontento.
¿Por qué ocurre esto? Gomá propone que se debe a que el mismo avance de la dignidad incrementa las causas de descontento. En tiempos pasados ni siquiera resultaba posible cuestionar hechos que hoy son inadmisibles. Por ejemplo, golpear a un niño o tomar por la fuerza a una mujer pobre. Hoy, en cambio, y en función de una exaltación de la dignidad, cada vez se resienten más hechos como esos.
Se podría decir entonces que la dignidad es un bien que se retroalimenta por sí mismo. Es por eso que actualmente hay más movimientos de indignados en el mundo. En general, son formas de resistencia frente a poderes que quieren cosificar o exponer a una deshumanización a un grupo, en alguno o varios sentidos.
La dignidad y el respeto
Ejercer la dignidad supone, en primer lugar, ejercer el respeto. Los dos conceptos van de la mano y se dirigen tanto a uno mismo como al otro. En la práctica, esto se materializa en el respeto al individuo y a las minorías. En una sociedad en la que prima la dignidad democrática, la voluntad general no debe prevalecer sobre la particular.
Al lado de la dignidad intrínseca que toda persona posee, también hay otro ámbito que, como lo señala Javier Gomá, podría llamarse “dignidad práctica”. Esta implica algo así como comportarse a la altura de la dignidad que ya se posee.
Así las cosas, una persona puede incurrir en comportamientos indignos, o sea, no respetar su digna condición de humano. Aún así, no pierde su dignidad intrínseca. Gomá explica esto con un ejemplo evidente: “Hasta Hitler tendría derecho a un juicio justo”.
El filósofo señala que lo contrario a la dignidad es la cosificación o instrumentalización de las personas. Si algo o alguien reduce a otro a la condición de medio u objeto, se envilece a sí mismo y se degrada. De cualquier modo, si esa persona recibe un castigo en los mismos términos, se envilece quien lo propina. Por lo tanto, dice Gomá, lo adecuado es preservar la dignidad humana, en todas las circunstancias.
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