Una maestra alemana ha revelado que la vida cotidiana en los colegios es un «infierno absoluto» ante la alta presencia de los inmigrantes. En una reveladora entrevista concedida a la revista alemana Focus Birgit Ebel, asegura que «se trata de quién es el primero en liarse a puñetazos y patadas» y que «muchos practican artes marciales y un cuerpo entrenado es la mayor ventaja».
Alguien en Europa parece haber dado la orden de que ya se puede hablar de la inmigración masiva sin ser inmediatamente cancelado, y el resultado está a la vista. No, la diversidad no es nuestra fuerza; de hecho, está acabando con nuestras sociedades. No, no son «casos aislados». Y el destrozo que está causando en la enseñanza explica, entre otras cosas, el descenso de Alemania en la puntuación internacional PISA.
Ebel lo afirma sin titubeos: los extranjeros son la principal causa del caos en la escuela. «En nuestra escuela secundaria, entre el 80% y el 90% de los estudiantes son de origen inmigrante. Muchos proceden de países predominantemente islámicos como Irak, Siria, Turquía, Argelia, Bosnia, Chechenia, Afganistán o Pakistán, pero también de Rusia y el norte de África».
La conexión entre la inmigración masiva y el deterioro del sistema educativo en Alemania es una obviedad para Ebel, aunque reconoce que nadie se atreve a señalarlo en voz alta. La violencia extrema de la que ha sido testigo venía casi exclusivamente de los inmigrantes varones, entre los que era común — y marca de prestigio — portar cuchillos y puños americanos. Muchos de ellos van armados al colegio, algo que se considera «normal».
El problema de la multiculturalidad: lenguaje sexualizado y antisemitismo
Y eso sin contar con los conflictos étnicos que traen los alumnos de sus tierras de origen. «El conflicto entre turcos y kurdos o entre musulmanes y yazidíes está casi siempre presente», señala Ebel a Focus.
Aunque es frecuente que quienes más apoyan la inmigración descontrolada sean al mismo tiempo los que más alto defienden la lucha feminista, el más atroz machismo es otra constante de las escuelas diversas. «Cuando los estudiantes nos insultan o quieren ofendernos, normalmente lo hacen con un lenguaje sexualizado y escatológico», advirtió. A diario se oía llamar «hija de puta», «te voy a follar la cabeza», «puta», «zorra», «coño» y amenazas como «te voy a dar sida”, mientras que otros le gritaban: «¡Cállate, puta judía!».
El antisemitismo era otra constante. Los alumnos idolatraban a Hamas, lo que empeoró después de que Ebel mostrara su apoyo a Israel tras los ataques del 7 de octubre.
Pero los alumnos conocen perfectamente cómo funciona el sistema, y tiran de la carta del racismo cada vez que se ven en problemas con las autoridades académicas. Es «racista» suspender a un alumno, una acusación que también esgrimen generosamente los padres de los chicos. En otros casos, los estudiantes la amenazaron con darle una paliza por «insultar al Islam», incluido un estudiante de Albania que apenas hablaba alemán. En ese caso, presentó una denuncia penal, pero la investigación fue archivada.
La experiencia de Ebel no es excepcional, ni es ya infrecuente la violencia y el acoso en las escuelas alemanas. Solo el año pasado, las autoridades contabilizaron alrededor de 27.500 delitos violentos en todo el país, como ataques con cuchillos y agresiones en las escuelas, un aumento del 27% en comparación con 2022. En Berlín, hay una media de cinco operaciones policiales cada día escolar. Sin embargo, esos son sólo casos de violencia pura y dura. En cuanto al acoso diario, las cifras son mucho mayores.
La Gaceta
Una maestra alemana revela el «infierno absoluto» de los colegios con alta presencia de inmigrantes