Aunque la atención está centrada en Rusia, el mayor peligro para la economía mundial es China. La fábrica del mundo se ha parado. Los proveedores de Sony y Apple cierran sus fábricas en Shanghai. Tesla también ha cerrado la suya, que producía unos 2.000 coches eléctricos al día. Quanta, el mayor fabricante de ordenadores portátiles del mundo, ha interrumpido completamente la producción. Su planta representa alrededor del 20 por cien de la capacidad de producción de portátiles de Quanta, y la empresa había estimado previamente que suministraría 72 millones de unidades este año.
El viernes el Ministerio de Industria y Tecnología de la Información de China dijo que había enviado un grupo de trabajo a Shanghai para reanudar la producción en 666 fábricas estratégicas de la ciudad, paralizadas a causa de los confinamientos. Tesla espera que les permitan reabrir el lunes, poniendo fin a la pausa más larga de la planta desde que se inauguró en 2019. Hasta ahora el fabricante de automóviles ha perdido más de 50.000 unidades de producción.
Casi 400 millones de personas de 45 ciudades chinas, más de la cuarta parte de la población, están total o parcialmente confinadas como consecuecia de la delirante política de “covid cero”. En conjunto, representan el 40 por cien del PIB de la segunda economía mundial. Lo más alarmante es el cierre indefinido de Shanghai, una ciudad de 25 millones de habitantes y uno de los principales centros industriales de China, que mueve el 6 por cien de las exportaciones del país.
Los cierres masivos impactan directamente en las cadenas de suministro mundiales así como en la producción industrial, que lleva un mes parada. Pueden costar al menos 46.000 millones de dólares de pérdidas de producción mensuales, el 3,1 por cien del PIB.
Las cuarentenas han provocado escasez de alimentos, falta de acceso a la atención médica e incluso la muerte de animales. También han dejado al mayor puerto del mundo sin personal suficiente. El puerto de Shanghai, que gestionó más del 20 por cien del tráfico de mercancías de China en 2021, está prácticamente paralizado. Los suministros de alimentos atrapados en contenedores de transporte sin acceso a la refrigeración se están pudriendo.
Las mercancías entrantes permanecen atascadas en las terminales marítimas de Shanghai durante una media de ocho días antes de ser transportadas a otro lugar, lo que supone un aumento del 75 por cien desde que comenzaron los últimos confinamientos. El tiempo de almacenamiento de las exportaciones ha disminuido, pero eso se debe probablemente a que no se envían nuevos contenedores a los muelles desde los almacenes.
Las compañías aéreas de transporte de mercancías han cancelado todos los vuelos con destino y salida de la ciudad, y más del 90 por cien de los camiones que realizan entregas de importación y exportación están actualmente fuera de servicio.
Al desolador panorama hay que sumar las sanciones contra Rusia, la inflación, el endeudamiento y la inminente subida de los tipos de interés. “En el futuro, será cada vez más difícil separar las cuestiones económicas de consideraciones más amplias de interés nacional, incluida la seguridad nacional”, dijo Janet Yellen, la secretaria del Tesoro, ante el Consejo Atlántico.
Aunque Yellen confesó que esperaba evitar una “división bipolar” entre China y Estados Unidos, “la actitud del mundo hacia China y su voluntad de adoptar una mayor integración económica puede verse afectada por la reacción de China a nuestro llamamiento a una acción decisiva contra Rusia”.
En otras palabras, si todo sigue como hasta ahora, en el futuro no habrá un único mercado mundial sino varios, cada vez más incomunicados entre sí, con consecuencia inimaginables para la situación de los trabajadores de todo el mundo.