La mamá que mece a su bebé en su pecho. La pareja que se mira a los ojos y experimenta un escalofrío de placer y conexión indescriptible. Los amigos que se ríen cómplices de la misma anécdota. Estos ejemplos cotidianos definen un proceso fascinante: la resonancia límbica o la capacidad de compartir estados emocionales profundos entre las personas.
Dicho término se deriva de esa estructura cerebral que actúa como el asiento de nuestras emociones: el sistema límbico. Es aquí donde se activan, regulan y procesan muchos de nuestros universos comportamentales, motivacionales y emocionales. Es un área que actúa como una antena de radio capaz de conectar con quienes nos rodean para vibrar en una misma frecuencia o sintonía.
Parece magia, pero es neuroquímica. Ese proceso está mediado por poderosos circuitos de dopamina y norepinefrina que nos permite crear alianzas y construir las bases biológicas del apego. Sin esos sustratos biológicos y esa resonancia límbica, las personas seríamos entes aislados, criaturas sin capacidad de amar, cuidar y construir lo que hoy entendemos como humanidad.
La resonancia límbica nos permite contagiarnos de las emociones tanto de valencia positiva como negativa de los demás.
¿Qué es la resonancia límbica?
La primera vez que apareció el término resonancia límbica fue en el libro A General Theory of Love (2000), escrito por Thomas Lewis, Fari Amini y Richard Lannon, profesores de psiquiatría en la Universidad de California. En este trabajo nos hablaron de cómo cambia la química cerebral y el sistema nervioso cuando estamos con personas significativas en nuestra vida.
Resonamos emocionalmente con los demás gracias a nuestra capacidad empática. Es un mecanismo sofisticado y poderoso que se activa con el lenguaje no verbal y verbal, con el contacto físico, con experiencias compartidas. En él, surge toda una sinfonía de procesos con los que armonizarnos con las emociones de quien tenemos delante, vibrando, sintiendo y latiendo a una misma intensidad.
Este término tuvo un gran impacto no solo en el mundo de la psicología y la neurociencia. Limbic Resonance fue el título del primer episodio de la serie Sense8. Más tarde, figuras como Kevin Slavin, profesor del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) y experto en nuevas tecnologías, relacionó la resonancia límbica con fenómenos como el éxito de determinados influencers y youtubers. Lo analizamos.
Los terapeutas también buscan lograr una resonancia límbica con sus pacientes para inferirles calma, conexion emocional y comprensión profunda.
Más allá de la conexión emocional: la sintonización fisiológica
Hay un aspecto interesante sobre cómo actúa el sistema límbico cuando conectamos con alguien. Cuando un padre abraza a su bebé, cuando dos amigos hablan frente a un café o una pareja se acaricia no solo comparten unas mismas emociones. La resonancia límbica también involucra a los estados fisiológicos.
Tanto es así que hay una sintonía entre los ritmos cardíacos, la respiración, la presión arterial… Es más, una investigación de la Universidad del Sur de California, por ejemplo, nos habla de este tipo de alquimia tan fascinante. Se trata de un vínculo en el que las respuestas fisiológicas entre dos personas se coordinan y regulan.
Este mecanismo es básico entre padres e hijos y amistades y parejas. La resonancia límbica nos permite regular el estrés, aliviar miedos, apoyarnos mutuamente y transferir afecto. Es más, sabemos que esa sintonía psicofísica también puede aparecer en terapia psicológica con un profesional y su paciente.
El sistema límbico, un avance en la evolución de los mamíferos
La mayoría hemos oído hablar de la teoría del cerebro triúnico de Paul MacLean. Este modelo explica que el encéfalo tendría tres áreas o regiones que conforman el avance de nuestra evolución: el complejo reptiliano, el sistema límbico y el neocórtex. Bien, nos resultará llamativo saber que la aparición de la región límbica surgió en ese momento en que nos convertimos en mamíferos y necesitábamos cuidar a nuestras crías.
Fue un instante clave en nuestro avance y en el de muchos animales. Construir un adecuado apego con las crías favorece el desarrollo de las mismas y que la especie, perviva y siga evolucionando. El mecanismo de la resonancia límbica se originó ahí, pero se sofisticó muchísimo más. El apego es tan poderoso que necesitamos experimentar este sentimiento con múltiples figuras.
Necesitamos de esa conexión emocional y sintonización fisiológica cotidiana para sentirnos bien, comprendidos, protegidos, validados y acompañados. Pocas cosas resultan tan satisfactorias como mantener una conexión profunda con alguien, como sentirnos amados o disfrutar de la crianza, etc.
El éxito de muchos influencers y youtubers parte de la capacidad de conectar emocionalmente con sus seguidores.
La resonancia límbica en el mundo de las redes sociales
En el campo de la psicología del marketing digital se tiene cada vez más en cuenta el concepto de la resonancia límbica. Sabemos que cuando empatizamos con una historia, una persona o un producto determinado, el impacto y la adherencia son mayores. Esto también lo vemos en las figuras de los youtubers e influencers de mayor éxito.
Muchas de estas personalidades comparten su día a día en redes sociales y esto favorece que sus seguidores se involucren emocionalmente con ellos. Así, cuanto más emocional sea lo que publican, mayor resonancia crean con sus followers.
Hablar durante diez o veinte minutos cada día, hacer directos, comentar aspectos personales, presentar a sus parejas o mascotas son mecanismos que les permiten afianzar la audiencia.
En resumen, pocos procesos son tan fascinantes y poderosos como los que nos facilita sentir nuestro sistema límbico. Conectar con los demás es una necesidad básica en el ser humano. Y esto lo buscamos ya en cualquier escenario, el real y ahora también en el digital.
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