Estados Unidos está presionando tanto a todo el mundo que se creando más enemigos de los que puede mantener a raya. Las sanciones a Rusia no han cumplido las expectativas y se han vuelto contra sus patrocinadores. Los que más las sufren son los países europeos, obligados a cumplir lo mejor posible con su humillante papel de vasallos de los estadounidenses.
Washington no ha logrado aislar a Rusia sino sólo despegarla de socios vacilantes, de esos que nunca sabes si van o vienen.
Tras perder en Ucrania y empujar a Rusia a los brazos de China, los estadounidenses ven al Kremlin acercarse a India. Una situación que desagrada mucho a Washington. El mes pasado la Subsecretaria del Tesoro de Estados Unidos, Elizabeth Rosenberg, voló a Nueva Delhi con carácter de urgencia para amenazar al gobierno por su cooperación con Moscú.
India, tercer importador mundial de petróleo, aumentó sus importaciones de petróleo ruso en abril hasta unos 277.000 barriles diarios, frente a los 66.000 de marzo. Ha sido un golpe muy duro para la Casa Blanca, que quiere mover las piezas a tres bandas como en 1970, cuando Kissinger visitó Pekin.
Estados Unidos cree que, aunque India es un socio importante para Rusia, China es enemigo de India. A su vez, India se encuentra entre dos fuegos. De boquilla se mantiene neutral en la Guerra de Ucrania, lo que ya es bastante molesta en Washington.
Pero, de hecho, desde hace décadas, Rusia es el principal proveedor de armas de India, y el aumento de las importaciones de petróleo sugiere que no hay tal neutralidad. India está con Rusia, y lo que es peor: ha convertido la colaboración en un negocio. Compra el petróleo a los rusos a precios por debajo del mercado, luego lo revende a los europeos a un precio más alto y obtiene un buen beneficio a costa de los occidentales, que son los únicos castigados.
Washington dispara en todas las direcciones. No consigue frenar a China, pierde terreno ante Rusia desde la Guerra de Siria y no puede lograr que India corte sus lazos privilegiados con Moscú.
A Estados Unidos no le quedan más que sus incondicionales y la pequeña manada de países europeos, divididos y humillados.