En ese estado, la ira, el enfado y demás emociones, siguen surgiendo, pero como rescoldos de una hoguera que aun estaba activa pero conociendo ahora qué fuego es, cuál hoguera y que, en realidad, todo es la misma y única luz.
La sutilidad de la mente sólo es un pobre intento de permanecer en la idea preconcebida que tiene de lo que es vida.
Pensar que se alcanzará una paz soñada o la calma sin tormenta es como pedirle al sol que apague su luz cuando el cuerpo se queja del calor excesivo: tarea imposible y objetivo equivocado.
La mente sólo quiere convencerte de que es la testigo de todo, como un último intento desesperado de contemplar ese algo que jamás logrará, puesto que ESO no es nada observable, sino la observación, el vacío, donde todo es sin mas.
Siempre fue, es y será una proyección de aquel personaje rey de su creación, la única en la que puede reinar aunque en realidad sea un intento destinado al fracaso, un algo imposible, como intentar asentar un trono hecho de briznas de hierba sobre arenas movedizas.
Darse cuenta de la Realidad que subyace tras toda emoción, todo pensamiento, toda ilusión es suficiente para que la Vida siga desplegándose en su eterna y vasta enormidad.
Deja que los pensamientos sean pero date cuenta que no son TU.
Deja que el cuerpo desee pero date cuenta que esos deseos no son Tu.
Nada hay que añadir ni nada hay que quitar.
Sólo asiste a la maravilla de vivir, sabiendo que nadie vive ni nadie muere, pues Aquello no conoce de nacimiento ni de muerte, ni de juventud ni de vejez, ni de hombre ni de mujer, ni de sabio ni de ignorante.
Así, vive sin vivir en ti y la Alta Vida que esperas será lo que siempre fue: TU.
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