La tradición budista tiene como objetivo alcanzar un estado de armonía y conseguir la liberación. Los relatos de Buda conducen hacia la iluminación, transmitiendo mensajes sencillos y llenos de sabiduría. Estos mensajes pueden mejorar notablemente nuestra vida y nuestro espíritu si podemos reflexionar sobre ellos y ponerlos en práctica. Para lograrlo, es importante tener una mente abierta y un corazón despierto, y así llegar a la paz interior.
La envidia según el budismo es una de las emociones perturbadoras del ser humano, es la Segunda Noble Verdad dejada por el Buda menciona que la raíz del sufrimiento son los apegos. Esto actúa como una toxina en la mente, porque la envidia es un derivado del veneno más poderoso: la Ignorancia. Los envidiosos son personas muy infelices y atacan con saña.
La Segunda Noble Verdad dejada por el Buda menciona que la raíz del sufrimiento son los apegos. Estos vienen en distintas formas como caprichos o aversiones y cuando no se saben manejar, nos pueden llevar a desarrollar comportamientos destructivos hacia los demás. Esto se traduce en aun más sufrimiento para nosotros mismos. Sin duda alguna, la envidia cabe en esta lista de actos poco amables.
«El que envidia no tiene paz», así dijo el Buda, en su infinita sabiduría, en un dicho que dice: «No sobreestimes lo que has recibido y no envidies a los demás. El que envidia a los demás no tendrá paz mental».
Así que, es un sentimiento muy malo, horrible, que todos hemos experimentado hasta cierto punto. Así que veamos qué se puede hacer para dejar de ahogarse en este vórtice de molestias físicas y mal ser. El envidioso es aquel que de alguna manera se siente menospreciado y robado de un éxito o el bien de otros, sin que esto le cause ningún daño a su vida.
Pero sin embargo, miras al otro con un ojo agudo, deseando en secreto su desgracia y fracaso. Pero si no estás afectado de ninguna manera por el bienestar de los demás, ¿por qué entonces tienes envidia?
El Buda lo explica muy bien en la Dhammapada, como testifican otros sabios y profetas de otras religiones, como Cristo por ejemplo, que los Evangelios recuerdan que fue condenado a muerte por crucifixión por la envidia de los sacerdotes del templo.
Así que la envidia es realmente un veneno mortal de la mente. Mata la habilidad de amar, amabilidad, compasión, caridad. En pocas palabras, mata la vitalidad positiva de la persona que siente envidia, llevándola por un camino oscuro y solitario.
Entonces, ¿qué hacer para dejar de ser envidioso? Simple, para alegrarse de los éxitos merecidos de los demás, para participar en las acciones y resultados, sin dobles fines, sin desear en vano nada más que experimentar la alegría que nace de ello. El antídoto contra la envidia es la generosidad.
Parece fácil, pero no lo es. Es necesario, para esto, derrotar, uno tras otro, los tres venenos de la mente: la ilusión, el deseo y la ira. Nos engañamos con que la desgracia de los demás nos beneficia. ¡Incorrecto! Nos engañamos que mientras deseamos cosas buenas, los éxitos de los demás, se harán realidad sin trabajo, sudor y esfuerzo. ¡Incorrecto!
Nos engañamos a nosotros mismos que la ira, el dolor, la violencia pueden ser un remedio para nuestro sufrimiento. ¡Incorrecto! Porque solo hay un remedio para todo sufrimiento, todo dolor. La cura es el Amor, incondicional y puro.
«En lo que piensas, te conviertes. Lo que sientes, lo atraes. Lo que imaginas, lo creas».