Las trampas del ego

LA METAFÍSICA Y LAS TRAMPAS DEL EGO

Lograr el Conocimiento es una tarea muy difícil.
El poder de auto-engaño y de ilusión puede ser abrumador. A menudo, el camino desaparece debajo de nosotros en nuestra lucha no sólo con nuestro ego, sino también con los demonios de la ira, el orgullo, el miedo, la codicia y la ignorancia, entre otros…

Evagrio Póntico, uno de los llamados ‘padres del desierto’, que vivió en el siglo IV, dejó escritas diversas enseñanzas sobre las trampas del “ego”. Dijo por ejemplo: “La falta de consciencia, característica del ego, oscurece el ser y perturba la conducta”. Evagrio, y junto a él otros maestros de los primeros cristianos, era ya muy consciente de los engaños del ego. Él vio esto como una lucha con los ‘demonios’, es decir las tendencias negativas que vienen de nuestros «egos» heridos.

Los “yoes” heridos recuerdan el comportamiento de los niños malcriados, que están decididos a conseguir lo que sienten que les fue negado en el pasado. Se trata, en este caso, de algunas de esas necesidades de supervivencia que son esenciales para nuestra existencia – el amor, la seguridad, la autoestima, el poder, el control, el placer… Si en nuestra percepción alguna de estas necesidades no se cumple – total o parcialmente -, seguimos sintiendo esta falta durante toda nuestra vida.

Evagrio y sus contemporáneos también vieron a los principales demonios que nos conducen como avaricia y orgullo, con todos los otros ‘demonios’ lógicamente situados después de estos dos. La necesidad aceptable, normal y corriente, de tener lo suficiente para la supervivencia, por ejemplo, se convierte en una necesidad inmensa, es decir en codicia de las cosas y las personas que poseen. A partir de esto vienen, inevitablemente, la ira (y la envidia) hacia aquellos que tienen lo que nos falta. A continuación, el orgullo le sigue rápidamente sobre sus talones: queremos mostrar nuestras posesiones y logros. No es difícil ver que estos ‘demonios’ están a la orden del día, no sólo en el siglo cuarto, sino también en nuestro tiempo.

¿Quién soy yo para decretar?
Ahora me pregunto: si acaso yo fuera seguidor de la metafísica moderna -mal llamada ‘cristiana’-, ¿quién soy yo para que lo que diga, decrete o visualice, suceda? ¿Quién soy yo para decretar que pase algo, y por tanto para ir en contra de las Leyes Universales, para ocupar el lugar de Dios (sea quien sea y se llame como se quiera llamar a la Energía Divina que nos ha creado)? El mensaje «yoísta», basado en el hombre y no en Dios, surgió en los años 80 en EE.UU. con el libro «Lo que dices recibes»; aunque antes Conny Méndez ya tenía inventado su batiburrillo metafísico.

Ya lo he afirmado en otras ocasiones: la metafísica moderna es una disciplina sincretista que toma ciertos elementos de diferentes filosofías, religiones y corrientes ocultistas, y esencialmente es un fraude espiritual más. En su sistema de creencia podemos encontrar conceptos pertinentes al Budismo, Hinduísmo, Astrología, Alquimia, Cábala, Teosofía, Ciencia Cristiana, Magia, Mentalismo, Nuevo Pensamiento, mitología de varias culturas, etc.

Los engaños del ego
E insisto en lo antes mencionado: ¿quién soy yo para decretar que suceda algo, si las Leyes Universales tienen previsto que ocurra otra cosa distinta? Eso es lo que muchos no entienden. Su ego les supera, les lleva a una casi total cerrazón mental, a sentirse los únicos dueños de la verdad.
Al ego le encanta distraerse con cosas esotéricas, metafísicas, con rituales de luna llena y otros similares, con recitado de mantras orientales, con buscar la suerte, con ser yoguis o gurús o buscar a alguien que lo sea y nos ‘oriente’, o con ser sanadores de varios tipos de diferentes corrientes…

El ego siempre buscará enredar, acumular, más que avanzar. Al ego no le gusta la búsqueda interior, fuente auténtica de la espiritualidad, y por ello prefiere no sólo culpar a los demás sino también imbuirse de todo lo ‘esotérico’ que encuentre en su camino, por extraño o falso sea.

Las trampas del Ego

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