La vía de la caligrafía según Jacques Deperne

La fascinante y misteriosa escritura figurativa china es el instrumento de la cultura de toda una civilización y el vehículo de un pensamiento que Occidente parece empezar a valorar en su justa dimensión. Verdadera expresión concreta del pensamiento, ha dado nacimiento al arte más sutil del que participa tanto el cuerpo como el espíritu, un arte que da a la palabra “maestría” su verdadero significado: El arte de la caligrafía.

Al principio fue el signo

La tradición escrituraria de la China se remonta a la más alta Antigüedad. Los comentarios del libro más antiguo del mundo, el Ji Jing (I ching), demuestran que al comienzo “se gobernaban los pueblos por medio de ciertos nudos que se hacían con cuerdas” Después, el sabio Fu Xi, emperador legendario que habría reinado unos treinta siglos antes de nuestra era, inventó los primeros signos para fijar el pensamiento, los ba gua, los ocho trigramas, que combinan en trinario los dos principios antitéticos, complementarios y alternantes, del yin y el yang, verdaderos polos del Universo en eterna mutación…

El sabio Fu Xi, emperador legendario que habría reinado unos treinta siglos antes de nuestra era, inventó los primeros signos para fijar el pensamiento

Otros textos antiguos atribuyen la invención legendaria de la escritura a Cang Jie, un alto funcionario del emperador Huang Di, el emperador amarillo, el padre de la cultura chima, cuyo reino se situaría unos veinte siglos antes de nuestra era.  Una noche que Cang Jie meditaba a la orilla de un río, observó las constelaciones, así como las huellas dejadas por los pájaros en la arena. Se dio cuenta de que se podían hacer signos para representar las ideas y sobre un bambú reprodujo de un modo simplificados algunos objetos que le rodeaban utilizando un bastón mojado en barniz.

Aquella noche, dicen los textos antiguos, los demonios lloraron. La escritura, descifradora del mundo, fruto de la unión entre el cielo y la tierra, de lo interior y lo exterior de las cosas, anunciaba el poder de los hombres sobre ellos. Por eso, a  Cang Jie se le representa siempre con una mirada doble, una observa el interior de las cosas y la otra se concentra en el exterior…

Cielo, tierra, hombre

Más allá de la convención alfabética, la palabra china sugiere una cantidad de imágenes y emociones que son reflejo de lo real. El sentido de la palabra está concretizado, lo que le confiere un poder. La escritura figurativa engendra palabras vivas, que se vuelven fuerzas activas, de poder mágico y, a veces, terapéutico. La medicina tradicional china utilizaba caracteres antiguos como tópicos para curar llagas y úlceras. Los sacerdotes taoístas modelaban los caracteres de los sigilos en las formas más diversas, y en talismanes destinados a alejar las influencias nefastas.

La escritura figurativa engendra palabras vivas, que se vuelven fuerzas activas, de poder mágico y, a veces, terapéutico.

Fijando las denominaciones y las formas de la escritura, el emperador mediador e intercesor entre las tres potencias del universo: Cielo, Tierra y Hombre, ponía las cosas y las acciones en el orden y la armonía cósmica…

Los cuatro tesoros

Con esta perífrasis, los letrados designaban el pincel, el papel, la tinta y el tintero, calificados de «joyas sin precio».

El pincel

El pincel de pelo parece haber sido inventado por Meng Tian, general en jefe do del emperador Qin Shi Huang Di, cuando «supervisaba la construcción de la Gran Mluralla china, para dar cuenta a su sobe-ano del avance de los trabajos… El pincel está hecho con pelos de animales fijados a un bastoncillo de bambú. Se han utilizado pelos de reno, de cabra, de patas de gallo, de caballo, buey, gamo, etc. El pelo tiene que ser flexible para permitir toques rápidos. La punta ha de ser blanda y sensible, y a veces los pelos están hendidos en varias hebras. Así, los toques serán «…como un vuelo de pájaro que surge en la hierba»…

La punta del pincel ha de ser blanda y sensible, y a veces los pelos están hendidos en varias hebras. Así, los toques serán «…como un vuelo de pájaro que surge en la hierba»

Cada letrado tenía sus propios pinceles, y los grandes calígrafos a menudo se los fabricaban ellos mismos. Algunos se hicieron enterrar con ellos. Prolongación del brazo, de las entrañas, del espíritu, también se le llamaba «la huella del corazón».

El papel

El papel se inventó en la China. En 1957 se encontraron fragmentos de papel de cáñamo y de corteza de árbol que datan del siglo I de nuestra era. En el Hou Han Shu, el libro que relata la historia de los Han orientales, puede leerse esto: «…los antiguos textos estaban escritos en tablillas de bambú; como este procedimiento no era cómodo ni práctico, Cai Lun comenzó a fabricar verdadero papel con corteza de árbol, cáñamo, trapos e hilos usados. Su fabricación fue ofrecida al emperador He Di, de la dinastía de los Han, el primer año del Yuan Xing» (a finales del siglo I de nuestra era). Enseguida utilizó todo el mundo aquel papel, conocido con el nombre de papel del marqués de Cai.

Es muy probable que en su fabricación entrara la seda local, lo que explicaría la presencia de la radical mi, seda, en el carácter zhi: papel. Los calígrafos chinos y japoneses utilizaban las más de las veces papel muy fino y ligeramente absorbente. Por eso la cantidad de tinta depositada, depende del tiempo que el pincel está en contacto con el soporte. No se puede hacer ningún retoque.

La tinta

La fabricación de la tinta parece remontarse, pues, a mediados del siglo IV de nuestra era. Las barras de tinta están constituidas por una mezcla de cola, que se saca del tratamiento de pieles de asno o de escamas de pescado, y negro de humo obtenido a partir de ramas de pino calcinadas.

Las proporciones se mantienen secretas. Se pasan de padres a hijos o de maestro a discípulo. A veces se le agrega almizcle, perlas finamente molidas o polvo de oro cuyas partículas brillarán discretamente en los caracteres caligrafiados. La reputación de la tinta china es universal. Siempre ha sido de tal calidad que los más antiguos documentos han permanecido en perfecto estado de legibilidad… Ciertos calígrafos llegaban incluso a beberla regularmente para impregnarse de ella y mejorar así su arte. Además, se les prescribía a los enfermos por sus virtudes curativas en caso de hemorragias nasales, o para luchar contra la fiebre rebelde.

Ciertos calígrafos llegaban incluso a beber su tinta regularmente para impregnarse de ella y mejorar así su arte.

La antigüedad de una barra de tinta no hace sino aumentar sus cualidades y su valor. Las más antiguas muestras de que disponemos datan del siglo XVI (dinastía Ming)… Siempre son de molde, están grabadas y doradas, llevan el nombre del fabricante o del propietario y cortos poemas, o están adornadas con paisajes y dragones. El dragón en forma de carácter o de dibujo suele representarse en los objetos destinados a la caligrafía. Cuenta la leyenda que Lu Dong Bin, autor del célebre Tratado alquímico de la Flor de Oro, vivió cuatro siglos en una gruta de la región de Shan Dong, escribiendo poesías. Cada mañana, un miserable e infeliz dragón rastrero iba a prosternarse ante sus poemas caligrafiados en las rocas. Un día, el Maestro Lu lo tocó con la punta del pincel. Inmediatamente, le salieron alas con las que el dragón emprendió el vuelo, símbolo taoísta de la inmortalidad.

El tintero

La barra de tinta seca se muele en un Yan o tintero. La forma de los tinteros puede ser de las más diversas, según su empleo o destino. La forma clásica la constituye un bloque rectangular, semejante a una piscinita de bordes redondeados que cuenta con una parte profunda y estrecha y una zona poco profunda y más ancha…Los tinteros corrientes suelen ser de pizarra.

El rito de concentración

El calígrafo ha de prepararse él mismo la tinta necesaria. La preparación es larga y minuciosa. Hay que apretar con fuerza con la barra de tinta moviéndola suavemente en un movimiento circular, preparándose así para el manejo del pincel y haciendo entrar en calor el hombro y el codo. La mezcla de los pigmentos negros y el agua pura derramada gota a gota ha de verse untuosa y azulada a la luz. La operación requiere entre diez y treinta minutos según la naturaleza de las tintas y la cantidad deseada. Se desprende un perfume de aloe y sándalo que se esparce por la habitación. El movimiento es decisivo para el acondicionamiento del artista.

Verdadero rito de concentración, es el gesto llevado a cabo aquí y ahora en una obra al negro, preámbulo evocador de una «operación alquímica», en la que sujeto y objeto van a fundirse. Sólo el vulgo emplea la tinta en frasco o se la hace preparar. Con este mismo espíritu, un calígrafo concienzudo se limpia él mismo el yan y los pinceles… Aunque no hay ninguna regla absoluta, los grandes calígrafos han observado ciertos principios. Así, el pincel ha de sostenerse verticalmente, ahuecando la palma de la mano. El mango del pincel ha de estar firmemente cogido entre los dedos… La muñeca ha de estar tiesa, no floja. La mano ha de estar vacía, o sea disponible, para que no obstaculice el influjo que se le comunica, sea éste un ligero impulso o un gesto violento. Toda la fuerza de los movimientos ha de venir del hombro y del codo. Hay que ser un todo con el pincel, y tomar del abdomen la energía de la acción, escribiendo durante la espiración, de un tirón. La fragilidad del papel, la extremada flexibilidad de los pelos del pincel, y la obligación de sostenerlo sin tomar apoyo, exigen maestría perfecta. La modulación, la vida y los matices del trazado, dependerán de la presión y los tiempos de parada del pincel.

La preparación de la tinta, verdadero rito de concentración, es el gesto llevado a cabo aquí y ahora en una obra al negro, preámbulo evocador de una «operación alquímica», en la que sujeto y objeto van a fundirse.

Un encantamiento poético

En oriente hay abundante literatura dedicada a la caligrafía. Algunos textos de comentarios traducidos por Yang Yu Hsun, doctor en letras por la universidad de Paris, expresan con imágenes infinitamente poéticas, las delicadas sutilezas del arte del pincel. «Un trazo vertical ha de tener la apariencia de un sarmiento de viña de diez mil años de edad. Un trazo horizontal ha de parecer una nube de mil li en el cielo». «Para manejar bien el pincel, primero hay que girarlo rápidamente como un águila que gira su cabeza en el aire, luego hacerlo descender enérgicamente como un buitre que se abalanza sobre su presa, y conducirlo hasta el final de una manera tan natural como un pez que nada, a sus anchas, en el agua clara». «Puede ser rápido como la espada, o lento como el sapo. Puede trazar una línea tan fina como un hilo de seda, o poner una mancha que tendrá el peso de una roca». «Cuando quiere trazarse una línea hacia abajo, hay que empezar por dirigir el pincel un poco hacia arriba, y hacerlo descender a continuación. Una vez llegado al cabo de la línea, se hace volver el pincel un poco sobre sus pasos. De esta forma, se le dará al conjunto del carácter fuerza y vigor, sellos de finura y encanto». «Los trazos han de ser flotantes como surgidos de una inspiración repentina, o como jirones de bruma que coronan un pino centenario.» «A veces, el ave alza el vuelo, la espada se cruza, la flecha se lanza, a veces las tormentas estallan, los volcanes braman, las nubes pasan y los astros brillan.» «Se ven signos derechos como agujas colgantes y puntos redondos como gotas de rocío. Se ven signos encorvados como un rayo que surge, o como bloques de piedra que caen; signos inclinados como pájaros que salen volando, o fieras que corren.» «Algunos caracteres se asemejan a aves fénix que danzan, a serpientes que se arrastran, a peñascos escarpados, a cumbres abruptas. Otros son pesados como nubes espesas, otros ligeros como alas de cigarra.»

Las obras de los maestros calígrafos han sido coleccionadas con pasión por letrados y emperadores de la China y el Japón: sus lúcidas críticas han quedado unidas a sus obras. Su Jing nos dio caracteres que parecen «… pájaros de presa, que emprenden vuelo en un torbellino de viento». Los caracteres de Xiao Zi Yun parecen «…cimas escarpadas que ocultan el sol, o ramas gigantescas de un viejo abeto». Los de Zhong You parecen «fénix que planean en los aires, o gaviotas que sobrevuelan la superficie del mar. Son de una asombrosa belleza que parece venir de más allá de la obra contemplada». Wang Xi Zhi, cuya «…habilidad era tal que podía trazar un carácter de una sola pincelada, un carácter vigoroso como el tigre trémulo, y ligero como una nube» …

Su Jing nos dio caracteres que parecen «… pájaros de presa, que emprenden vuelo en un torbellino de viento». Los caracteres de Xiao Zi Yun parecen «…cimas escarpadas que ocultan el sol, o ramas gigantescas de un viejo abeto»…

La mayoría de los poetas y pintores de Extremo Oriente eran también excelentes calígrafos, pues las tres artes utilizan el mismo material. Pintura, poesía y caligrafía han estado unidas con frecuencia en una misma obra. El grafismo de los pintores chinos y japoneses, en el que estuvieron particularmente interesados los impresionistas, lo formó la escritura, practicada como medio de expresión de un estado de conciencia, siendo lo esencial, más que la búsqueda de un efecto puramente estético, la calidad del estilo. «Ante una caligrafía hermosa, no vemos la forma de los caracteres, nos dejamos irradiar por su espíritu» (Zhang Huai Guan, siglo VIII).

Zen y la caligrafía

«Cada ideograma es la imagen abstracta de un elemento del proceso de la naturaleza, del curso del universo, del Tao». (A. Watts, «En algún lugar de las nubes»). «Cuando Su Dong Po maneja el pincel, tiene la sensación de una posibilidad infinita. En él fluye un mar apacible, que se mueve cuando hace falta, y que cuando hace falta se interrumpe». Zhang Yan Yuan, a quien preguntaban cómo había podido trazar el maestro Wu Dao Zi caracteres de líneas y curvas tan puras, respondió: «…aquel gran artista se había identificado con el universo, y con todas las cosas, de tal suerte que el pincel ya no era su pincel, sino el agente creador de todas las formas».

Una sola pincelada puede bastar para que un maestro se forme una opinión del grado de liberación que ha alcanzado su discípulo. El espíritu del Chan (en japonés, Zen) impregna profundamente el Arte de la Caligrafía. Los maestros del budismo zen de la China o el Japón, muy influidos por el taoísmo, fueron siempre grandes calígrafos.

El espíritu del Chan (en japonés, Zen) impregna profundamente el Arte de la Caligrafía. Los maestros del budismo zen de la China o el Japón, muy influidos por el taoísmo, fueron siempre grandes calígrafos.

El maestro zen, perfectamente concentrado, totalmente «aquí y ahora», sin intención de provecho, sin objeto, sin querer huir de nada ni coger nada, está en perfecta comunión con la totalidad del universo, expresada en su última va-cuidad por el círculo y por el carácter Wu (Mu en japonés). Al maestro calígrafo no le es posible ninguna duda, ninguna corrección, ningún arrepentimiento. La mancha de tinta no se arregla.

El principio de la caligrafía es el del Tao: la espontaneidad. ¿Qué es lo que anima el pincel del maestro? Cai Yong, en el siglo II, escribía: «El calígrafo tiene por origen la espontaneidad. Una vez establecida la espontaneidad, se manifiestan el Yin y el Yang. Manifestados Yin y Yang, aparece la forma».

«El vacío es la forma, y la forma es el vacío», repite el Sutra de la Sabiduría Suprema que cada mañana es salmodiado por los monjes en los templos zen. El no-ser se convierte en depósito de toda creatividad, y de esta fuente toma el calígrafo su energía. En ella, por decirlo así, moja su pincel. Georges Rowley subraya: «…la necesidad de la meditación y de la concentración si se quiere alcanzar el más alto estado de «disponibilidad creadora» y la naturaleza espontánea».

Acallando sus pensamientos conceptuales y las emociones de su ego, con el cuerpo como un arco tensado cuya flecha es el espíritu, vigilante como el tigre preparado a saltar, concentrado en la respiración, tocando la tierra con las rodillas y el cielo con la cabeza, uniendo Cielo y Tierra con el cuerpo, el Maestro, en armonía con el orden cósmico, posee el poder y el principio del Tao, captando así la esencia de las Diez Mil cosas, más allá de las dualidades, de las contradicciones, de las categorías, con la mente verdaderamente libre.

Ahora bien, «…si no tenéis libre la mente —nos dice Cai Yong— ni con los mejores pinceles de pelo de liebre de la montaña de Zhong haréis nada bien».

…con el cuerpo como un arco tensado cuya flecha es el espíritu, vigilante como el tigre preparado a saltar, concentrado en la respiración, tocando la tierra con las rodillas y el cielo con la cabeza, uniendo Cielo y Tierra con el cuerpo…

En el siglo VII, Yu Shi Nan exponía así la filosofía de la caligrafía: «el que va a tomar el pincel ha de acallar sus sentidos, alejar todo pensamiento y concentrarse en la realidad espiritual. Cuando su mente esté serena y su respiración sea armónica, su pincel se hará sutil. Si su mente está agitada, su escritura no será acertada. Si su respiración no es armónica, el carácter será imperfecto».

La caligrafía contiene la esencia del Arte. En el crepúsculo del siglo XX, nuestro occidente tal vez descubrirá este arte iniciático y sagrado, que emerge del fondo de los tiempos, arte regio y mercurial, en el que sujeto y objeto se unifican, en el que la mirada se vuelve a lo interior y a lo exterior, lo que los orientales llaman una Vía: la Vía de la Caligrafía.

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