Si somos honestos, la verdad es que a todos nos gustaría que las cosas siempre fueran como queremos y que todo se hiciera a nuestro modo y conveniencia, sin embargo, las cosas no pueden ser así, pues muchas de las situaciones en las que estamos envueltos involucran también a otras personas –que tienen personalidades e ideas muy diversas y diferentes a las nuestras–, a quienes también hay que tomar en cuenta para las decisiones y procesos.
Por otro lado, esa necesidad de querer controlarlo todo y de que las cosas salgan perfectas, genera un enorme estrés, además de agotamiento mental y emocional. Si bien es natural querer cierto control sobre la vida, es importante tener cuidado de no fomentar una relación obsesiva y negativa con esa necesidad de control, pues siempre habrá muchos factores que no podrás controlar.
¿Por qué surge la necesidad de control? De acuerdo con diversos profesionales de la salud mental y emocional, la necesidad de tener control sobre todo generalmente surge de un profundo miedo a lo desconocido, a los errores, al fracaso y a no lograr agradar o complacer a los demás.
En la mente de personas que viven con este temor, surge la idea de que la clave para una vida segura y feliz radica en tener certeza. Aquellos que se suscriben a esta creencia a menudo regulan excesivamente sus mundos internos y externos en la búsqueda de seguridad.
Sin embargo, cuanto más luchamos por el control, mayor es nuestro estrés y ansiedad; entonces, respondemos tratando de controlar lo incontrolable, y el ciclo improductivo continúa. Y es que simplemente no podemos controlar las miles de variables que son parte del ser humano y de la vida en el mundo, pues lo único sobre lo que podemos tener control son nuestros propios sentimientos, pensamientos y acciones (como ya habían señalado algunos filósofos estoicos).
A continuación te compartimos algunos pasos para dejar ir esa necesidad de control, los cuales no son un «instructivo» a seguir, sino más bien puntos que buscan despertar la autorreflexión, relámpagos para iluminar esas zonas quizá todavía oscuras al interior de uno mismo y las cuales necesitan una mirada para conocerlas mejor.
1. Reflexiona sobre el origen de esa necesidad de control
Haz una pausa para considerar dónde está arraigado ese deseo de controlarlo todo: ¿Viene de heridas infantiles no resueltas? ¿Tienes un estilo de apego inseguro? ¿Alguno de tus cuidadores o varios de ellos fomentaron un entorno muy perfeccionista, crítico o controlado? Los problemas arraigados y sin resolver a menudo hacen que las vicisitudes de la vida sean más preocupantes, y esto puede llevar a un impulso inconsciente de generar más control sobre el presente y el futuro.
2. Reflexiona sobre tus sentimientos y pensamientos
Cuando sientas la necesidad de controlar en exceso algún aspecto de tu vida (o de la vida de otra persona), haz una pausa para observar los sentimientos que están en juego. Por ejemplo, si sientes la necesidad de controlar en exceso un viaje con amigos, observa si te motiva la ansiedad de que las cosas puedan salir mal o tal vez el miedo de no complacer a todos.
3. Libera los sentimientos y pensamientos que te llevan a querer tener el control
Una vez que reconozcas los sentimientos y creencias que están detrás de tu necesidad de control, trabaja en liberarte conscientemente de esa carga emocional. Libera el miedo a que las cosas no sean perfectas y a no complacer a los demás, y reemplaza ese temor por seguridad y tranquilidad, y deja que todo fluya; pues no estás obligado a complacer a nadie y las cosas no siempre serán perfectas, pues todo el tiempo hay imprevistos fuera de tu control.
4. Observa en qué situaciones sí puedes tener el control y éste es constructivo
Tener el control no siempre es malo, a veces resulta positivo y productivo. Así que analiza la situación y si el hecho de que tengas el control resulta útil para ti y los demás involucrados, adelante. Por ejemplo, si estás en una situación laboral en la que nadie se hace cargo y necesitas intervenir para que las cosas avancen, es bueno que intervengas si te das cuenta de que tienes las habilidades y la capacidad para manejar, mejorar o resolver la situación.
5. Libérate de la idea de «perfección»
El impulso de controlar suele estar profundamente arraigado en un profundo deseo de perfección. Aprende el arte de diferenciar entre «lo suficientemente bueno» y la perfección imposible. Claro que es importante que te esfuerces por hacer las cosas lo mejor posible, pero obtener la perfección no siempre está en tus manos, así que no cargues con esa obligación.
6. Practica la gratitud y la aceptación
A medida que logres crear una relación más equilibrada con tus ansias de control, te sentirás más libre y con más poder. Puedes fomentar tu progreso practicando conscientemente la gratitud por aquello sobre lo que sí tienes control: tus pensamientos, sentimientos y acciones. Y al practicar la aceptación de lo que no puedes controlar, como las acciones de los demás, te sentirás más positivo y equilibrado.
Al seguir estos puntos con constancia, siendo compasivo y paciente contigo mismo, con el tiempo podrás encontrar un equilibrio en el que tendrás una relación saludable con el control, en lugar de que éste tenga poder sobre ti.
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