Cada uno de nosotros albergamos en nuestro universo mental ciertas imágenes que no queremos recordar. Son territorio minado para el sufrimiento, para ese dolor que no deseamos vivenciar de nuevo. Los recuerdos traumáticos son un elemento común en el atlas del cerebro humano y, también, origen de muchos desasosiegos.
Más de una vez habremos dicho que sería fabuloso darle a un botón de borrado y eliminar lo que turba, lo que obstaculiza el bienestar. Porque si bien es cierto que a menudo nos dicen «que de lo malo también se aprende» y que las «adversidades nos hacen más fuertes», hay vivencias que son solo eso: dolor. Hechos que preferíamos esquivar.
De este modo, algo que sabemos desde el campo de la psicología y la neurociencia, es que no siempre es fácil integrar un recuerdo traumático. Los reprimimos, los desplazamos, los escondemos bajo las alfombras profundas de nuestra mente. Y estos recursos resultan poco útiles, porque a largo plazo aparecen los problemas de salud mental.
Así se explica por qué uno de los objetivos de la ciencia desde hace años es borrar esos recuerdos dolorosos. De hecho, ya conocemos qué procesos neuronales estarían involucrados en tal fin.
Ser capaz de olvidar es la base de la cordura. Recordar incesantemente conduce a la obsesión y a la locura.
-Jack London-
La vía neuronal que borra los recuerdos
El Laboratorio Europeo de Biología Molecular (EMBL) en Italia realizó un hallazgo revelador que publicó en la revista Nature. Hasta el momento, es sabido que el hipocampo es esa región clave en el procesamiento de la memoria. Lo que no estaba claro es mediante qué mecanismos se asienta el recuerdo y se borran ciertas informaciones.
Es importante tener presente que, si hay una actividad que lleva el cerebro de forma constante, es borrar información. Necesitamos olvidar para recordar y esto favorece al máximo la eficiencia cognitiva. Por ejemplo, cuando adquirimos aprendizajes y registramos nuevas informaciones, es necesario borrar las anteriores para mantener enfoques mentales actualizados.
Asimismo, para ganar en agilidad mental, es prioritario deshacerse de toda esa maraña de datos, sensaciones, hechos y conversaciones sin importancia del día a día. Bien, un objetivo de la ciencia era comprender los mecanismos celulares que subyacen a esa tarea decisiva que es borrar u olvidar información.
El receptor Npy1 del giro dentado del hipocampo podría ser la cerradura para favorecer el borrado selectivo de la memoria.
El giro dentado y sus células granulares
La exploración realizada en este laboratorio italiano descubrió algo. El hipocampo contiene tres circuitos neuronales: la circunvolución dentada y las áreas CA3 y CA1. Estas regiones son las que, mediante las conexiones sinápticas, hacen que un recuerdo se asiente o se debilite.
Los investigadores llevaron a cabo diversos experimentos con ingeniería genética en tales estructuras. Esto les facilitó el poder inhibir las células granulares en la circunvolución dentada en los ratones. Al hacerlo, los animales olvidaban los aprendizajes asentados hacía tiempo. Los resultados no pudieron ser más llamativos.
La vía neuronal que borra los recuerdos es la del giro dentado y, en concreto, el receptor celular Npy1. Cuando los científicos desarrollaron un péptido sintético que estimulara este receptor, se produjo una pérdida de memoria inducida.
¿Qué finalidad terapéutica tendría la información sobre la vía neuronal que borra los recuerdos?
Este dato nos parece tan revelador como interesante. Sin embargo, la pregunta que nos hacemos ahora es la siguiente: ¿qué aplicaciones terapéuticas puede tener este descubrimiento? Los responsables del presente trabajo estipulan una idea. En el futuro podríamos diseñar un fármaco que, al activar los receptores Npy1, eliminaría ciertos recuerdos traumáticos.
Los pacientes con un trastorno de estrés postraumático tomarían este psicofármaco. Después, mediante realidad virtual, se les expondría al hecho adverso para ir, poco a poco, borrando dicho recuerdo o impronta emocional adversa. Ese sería el propósito.
No obstante, eso sí, estamos ante un mecanismo muy complejo. Diseñar una sustancia sintética capaz de llevar a cabo este mecanismo en modelos humanos es un paso tan delicado como desafiante.
En la actualidad, aún no es posible borrar recuerdos
Es cierto que ya conocemos una vía neuronal que borra los recuerdos. Sin embargo, los intentos llevados a cabo para tal propósito han sido, de momento, infructuosos. En el 2020, el Instituto del Cerebro de Lovaina (Bélgica) publicó una estudio al respecto. Su objetivo era replicar otra investigación (Schiller et al, 2010) que al parecer tuvo éxito.
Pero no pudo hacerse. Después de cuatro años de esfuerzos, resultó imposible lograr un efecto de borrado en la memoria. La ciencia es prudente en este aspecto y sabe que la meta será muy lenta y minuciosa. No hay bases sólidas de que tal estrategia se logre algún día, pero es evidente que muchas personas están orientadas en tan arduo viaje neurológico.
Los recuerdos dolorosos deben tratarse en terapia psicológica para aprender a vivir con ellos sin que duelan. Borrarlos es eliminar una parte de nuestra historia y de lo que somos.
Reflexión final: ¿olvidar nos permitiría vivir mejor?
A todos nos gustaría tener una vida que fuera inmune por completo al dolor y la adversidad. Sin embargo, es una imaginería del todo imposible y, de algún modo, cada uno de nosotros deberemos transitar en algún instante por una experiencia difícil. Lo haremos como bien podremos, con las estrategias, herramientas y experiencias de las que dispongamos.
Los recuerdos dolorosos conforman lo que conocemos como memoria episódica. Son también los ladrillos que edifican la historia personal y, a su vez, buena parte de nuestra conciencia. A pesar de que conozcamos la vía neuronal que borra los recuerdos, no sabemos qué efectos tendría algo así. Eliminar ese agujero negro de nuestra memoria, diluiría también parte de lo que somos.
Las vivencias del ayer que duelen nos sirven para desafiarnos, tomar nuevas decisiones y caminos. En lugar de borrarlos, lo más adecuado en todos los casos es afrontarlos y lograr que duelan menos. Hay que convertirlos en cicatrices que ya no escuecen al ser rozadas, en heridas sanadas que no albergan dolor dentro. Solo aceptación, solo ganas de seguir avanzando.
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