La pérdida de la autoconciencia por el trauma psicológico

Las secuelas que imprime el trauma psicológico sobre las personas que lo padecen son emocionales, pero también físicas. ¿Por qué se pierde la autoconciencia? Indaguemos en el siguiente artículo.
La pérdida de la autoconciencia por el trauma psicológico

El trauma tiene el potencial de secuestrar el cerebro. Secuela del horror de las situaciones que estas personas experimentan, el cuerpo deja de pertenecerles, se produce una pérdida de la autoconciencia corporal. En consecuencia, su cuerpo se activa ante el más mínimo indicio de peligro. Les impide «ser» ellos mismos, es decir, más allá de los síntomas físicos.

Son muchas las áreas cerebrales que participan en este «secuestro corporal»; probablemente la más importante es la amígdala. Esta estructura es común a todos los mamíferos. Es la región que nos permite sentir y, sobre todo, «sentir para sobrevivir».

«El trauma nos hace sentir desconectados de nuestro cuerpo, de los demás y del mundo, y la curación implica reconectar esas partes».

-Bessel Van der Kolk-

El secuestro del cuerpo

Cuando una persona percibe un peligro con el potencial de amenazar la supervivencia, su cerebro tarda apenas unos segundos en reaccionar: huye, pelea o se congela. Es decir, la persona carece de la capacidad para «valorar e interpretar de manera lógica» si el peligro es tal o es un estímulo inofensivo.

Esto es lo que sucede en el trastorno por estrés postraumático (TEPT). Como resultado del dolor, de la rabia, de la indefensión y del terror que experimentó la persona, los estímulos que sucedieron «mientras duraba el evento traumático» quedaron asociados con una emoción: el miedo.

Así es como se explicaría que los supervivientes de eventos traumáticos tengan terror ante estímulos muy variados y que distan de suscitar miedo en la población general. Por ejemplo, Marcos, un superviviente de la guerra de Irán siente pánico cada vez que escucha las aspas de un ventilador, porque le recuerdan al movimiento de las aspas de su helicóptero de combate en el que murieron todos sus compañeros.

A raíz de esto, el estímulo más nimio e inofensivo es capaz de captar y de «secuestrar» a la persona. Se producen síntomas como la taquicardia y el ataque de pánico, y se experimentan emociones como el miedo, la angustia y la ansiedad. Todo ello se convierte en un cóctel que termina por congelar a la persona. El responsable de este secuestro tiene nombre: amígdala.

«El cuerpo es la base del self y tiene la experiencia, y cualquier cosa que ignore la experiencia del cuerpo tiene consecuencias terapéuticas terribles».

-Bessel Van der Kolk-

Mujer con trastorno por estrés postraumático sentada en el suelo
La angustia y el temor son consecuencias de traumas psicológicos que conllevan a una pérdida de la autoconciencia corporal.

La autoconciencia, clave para la recuperación en el TEPT

Si la amígdala es la responsable de capturar a la persona y arrastrarla a un universo emocional caótico y tenebroso, ¿qué región es capaz de aportar «razón» donde únicamente gobierna la «emoción»? Esta estructura se conoce como corteza prefrontal medial y es la sede del autoconocimiento (Van der Kolk, 2020).

Ser «autoconscientes» es ‘saber qué ocurre en nuestro cuerpo’, es decir, es el ‘sentido de la interocepción’. Van der Kolk, uno de los psiquiatras más afamados en el mundo en lo relativo al trauma psicológico, menciona que dentro del tratamiento del TEPT es importante realizar dos preguntas:

  • ¿Has observado que…?
  • ¿Qué ocurre posteriormente?

Producto del hecho de que las personas con trauma transitan por la vida sosteniendo emociones en llamas, experimentan con frecuencia el desgarro de la frustración, la ira, el terror o la angustia de manera muy corporal. Con frecuencia en la boca de la tripa y en el pecho.

«La autoconciencia corporal nos pone en contacto con nuestro mundo interior; el paisaje de nuestro organismo».

-Bessel Van der Kolk-

La pérdida de la autoconciencia y el «miedo a emocionarse»

Evitar entrar en contacto con estos sentimientos es contraproducente, porque los incrementa. Sin embargo, a través de las preguntas que plantea Van der Kolk, se favorece el hecho de que la persona conecte con las emociones mencionadas. Promueven la autoconciencia, en lugar de su pérdida.

En el TEPT, configurado como «adversario y rival hostil», dista de ser el agresor, sino las sensaciones corporales y las emociones que experimenta la persona. Como menciona Van der Kolk: «el miedo a quedar secuestrados por unas sensaciones desagradables hace que el cuerpo se congele y la mente se apague». En este sentido, es imprescindible que la persona cambie la forma en la que se relaciona consigo misma, con su cuerpo.

En primer lugar, quien acude a terapia debe ser consciente de que tanto sus emociones como sus sensaciones corporales tienen un comienzo definido, pero también un final. Esta percepción de «impermanencia» puede ser una estrategia útil a la hora de tolerar el impacto negativo de la angustia y del terror.

Hombre recibe apoyo por trauma psicológico
Es imprescindible ponerle nombre a las emociones para aprender a tratarlas.

El siguiente paso es etiquetar, poner nombre, asignar una descripción a lo que la persona siente. Es decir, dotar de significado narrativo a las emociones. En este punto, la persona comienza a activar su corteza prefrontal medial, en contraposición a la hiperactivación de la amígdala. Hace uso de la razón para equilibrar a la emoción.

Como hemos visto, de manera posterior al evento traumático, hay multitud de estímulos que pueden quedarse asociados al mensaje de «peligro». En los meses venideros, esos estímulos tienen el potencial de desencadenar oleadas de emociones que paralizan a la persona. Esto ocurre porque la amígdala es el centro emocional del cerebro que nos «rapta» con el objetivo de que sobrevivamos.

No obstante, los estímulos que quedaron asociados al trauma en su día, son inofensivos en la actualidad. Y siguen «capturando» a la persona. Por ello, es importante aumentar la autoconciencia, con el objetivo de promover reacciones ante los estímulos menos aversivas y más amables.

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