Bob Dylan es uno de los grandes ejemplos de ese lugar común del siglo pasado de que el arte es político, en su caso, uno de los cantautores que a la vez más se acercan a la gran poesía ya la gran protesta. Dylan, sin embargo, es también una especie de místico judío después de todo y debajo de las apariencias. Todo esto se conjuga en su tema Masters of War .
Este track apareció en 1963 en el disco The Freewheelin’ Bob Dylan , y si bien no sería demasiado difícil encontrar una canción más bella, en un sentido puro, en la obra de Dylan, no es nada fácil encontrar una canción que combina la poesía directa de Dylan con la claridad casi intemporal de la protesta política. Estas son las letras:
Venid, maestros de la guerra. Vosotros que construís todas las armas. Tú que construyes los aviones de la muerte. Tú que construyes las grandes bombas. Tú que te escondes detrás de las paredes. Tú que te escondes detrás de los escritorios. Solo quiero que sepas que puedo ver a través de tus máscaras… Déjame hacerte una pregunta. ¿Es tan bueno tu dinero? ¿Te comprará el perdón, crees que podría? Creo que descubrirás que, cuando tu muerte pase factura, todo el dinero que ganaste nunca volverá a comprar tu alma.
[Vengan amos de la guerra. Ustedes que han construido todas las armas. Ustedes que han construido los aviones de la muerte. Ustedes que han construido las grandes bombas. Ustedes que se esconden detrás de las paredes. Ustedes que se esconden debajo de los escritorios. Solo quiero que sepan que puedo ver a través de sus máscaras… Déjenme preguntarles una cosa: ¿Realmente su dinero es tan bueno? ¿Puede comprar el perdón, cree que podría? Creo que descubrirán, cuando la muerte venga por su peaje, que todo el dinero que hicieron nunca les devolverá el alma.]
Una sencilla canción, aunque líricamente muy bien ensamblada, que, sin embargo, dice las cosas esenciales de la guerra y el control político de lo que hoy se conoce como el «gobierno en la sombra». Las cosas seguramente no han cambiado mucho en este sentido en los últimos 60 años. E igualmente, no hay duda de que el clásico antiguerra de Dylan permanece vigente como una insuperable canción de lúcida protesta contra el complejo industrial militar que parece ser el único ganador, y el que siempre está presente en todas las guerras.
Al final, la diatriba de Dylan es moral, no sólo política: hay ese eco bíblico de que el dinero es causa del mal. Y la sugerencia de que hay algo más que el poder mundano y no ver más allá de éste, corrompe el alma.
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