El concepto de verdad ha sido objeto de discusión desde el origen de la filosofía. Su consideración se fue perfeccionando hasta llegar al punto de preguntarse si existen las verdades absolutas. Sin duda, este tema nos convoca a reflexionar en el tiempo actual, en el cual la realidad puede tornarse problemática y distinguir lo real, de aquello que no lo es, se vuelve un imperativo.
Por ello, en este artículo exploraremos la noción de verdad desde una perspectiva filosófica, centrándonos en las verdades absolutas y su relación con la realidad y el lenguaje. Además, analizaremos desde los aportes de la filosofía el fenómeno de la realidad, en relación con el conocimiento que podemos obtener de ella.
La verdad: el eterno problema filosófico
El concepto de verdad ha sido estudiado por varios filósofos a lo largo de la historia. Uno de ellos fue Aristóteles, quien sostenía que la verdad es una correspondencia entre nuestras palabras y su referente en el mundo, es decir, los objetos.
En este sentido, para el filósofo la verdad es una relación entre un término y el objeto que designa en la realidad, tal y como se señala en un artículo de Ámbitos: Revista Internacional de Comunicación.
Teniendo esto en cuenta, el filósofo de la ciencia Karl Popper retoma esta definición de verdad postulada por Aristóteles. Un artículo publicado por ENDOXA sostiene que para este filósofo las verdades absolutas son aquellas independientes al tiempo y a la opinión de las personas. De esta manera, son intemporales y no se basan en creencias personales o individuales.
Al igual que Aristóteles, Popper también considera a la verdad como una correspondencia entre el lenguaje y el mundo.
¿A qué llamamos realidad?
La palabra «realidad» proviene del vocablo latín realitas, que se traduce como «cualidad de las cosas verdaderas». Este designa todo aquello que consideramos como concreto, es decir, eso de lo cual tenemos experiencia. En este aspecto, se suele identificar lo real con la verdad. De esta manera, todo aquello que designamos como real es verdadero.
Sin embargo, de acuerdo con Paloma Pérez-Ilzarbe (2005), profesora del Departamento de Filosofía de la Universidad de Navarra, la realidad nos supera. De este modo, las herramientas con las que contamos para acceder a ella son limitadas.
Por un lado, tenemos al lenguaje que nos permite materializar y comunicar lo que pensamos. Por otro, tenemos nuestros esquemas clasificatorios mentales que organizan los datos de la realidad.
En este aspecto, y muy al contrario del apartado anterior, existe una inadecuación del lenguaje y del pensamiento para expresar la realidad. Así, parecería que no existe tal correspondencia entre mundo y lenguaje. Para muchos, debemos reconocer que nuestras categorías para pensar la realidad no son ella misma, sino una interpretación nuestra.
Verdades absolutas y verdades relativas
Existe un enfrentamiento entre verdades absolutas y verdades relativas. La causa de ello es en función del grado de conocimiento al que puede llegar el ser humano en su comprensión del mundo. Y, por tanto, las verdades que puede alcanzar.
Al respecto, una corriente de filosofía denominada como materialismo sostiene que los objetos del mundo son externos al hombre. Por consiguiente, podemos dar cuenta de la existencia de una verdad absoluta independiente del ser humano. Esta línea de pensamiento señala que para conocer nos servimos de nuestras sensaciones.
De esta manera, hay una distinción entre verdades absolutas y verdades relativas, según lo expresa un artículo publicado por la Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales. Así, los que sostienen las verdades absolutas toman una parte de la realidad y la convierten en una verdad que no admite discusión alguna. Por su parte, los relativistas convertían la realidad objetiva en una verdad relativa.
Sin embargo, se destaca que ambas concepciones consideran a la idea como el elemento que determina la producción del conocimiento.
El paralelismo entre verdades absolutas y verdades eternas
Se suele realizar con frecuencia un paralelismo entre verdades eternas y verdades absolutas. Según la Encyclopaedia Herder, las primeras se las atribuyen al filósofo Agustín de Hipona. Con este término el filósofo designa a aquellas verdades inmutables, es decir, que no cambian con el tiempo. Asimismo, las considera previas al ejercicio de la razón.
Con mayor precisión, se trata de una justificación en favor de la existencia de Dios. Debido a esto, ellas no pueden ser propias del ámbito de las ciencias exactas, naturales y tampoco de la historia.
En cambio, las verdades absolutas están relacionadas con la pretensión de conocimiento. Esto quiere decir que los seres humanos buscamos obtener un saber total y acabado de la realidad. Esta es en realidad la finalidad que persigue la ciencia, ya que en su continuo desarrollo podemos alcanzar cada vez más verdades.
Considerando lo dicho, las verdades eternas tienen su fundamento en lo religioso, mientras que las verdades absolutas apuntan más al conocimiento científico. No obstante, se suelen tomar ambas de manera indistinta.
El papel de la sensibilidad en la determinación de la verdad
Con todo, no podemos dejar exclusivamente en manos de la racionalidad las cuestiones relativas a la verdad. Tal como sostiene un artículo de Anagramas, el interés humano de aceptar y aprehender la verdad requiere el cultivo de la voluntad.
En este aspecto, debe existir una voluntad, un deseo para aceptar las evidencias empíricas y la coherencia que ellas pueden corresponder con nuestras ideas. Dicha voluntad no es algo del orden de lo racional, sino más bien de la sensibilidad.
Es a partir del concepto de intencionalidad que podemos determinar la existencia de la verdad. Se trata de un estado mental que tiene la propiedad de dirigirse o representar sucesos del mundo. Muy similar a la definición que dio Aristóteles. Más aún, también asumen esta cualidad los objetos que pueden realizar representaciones, como puede ser un mapa que representa un país o un estado.
En búsqueda de la verdad
No podemos establecer de manera rigurosa una respuesta a la pregunta por la existencia de las verdades absolutas. Sin embargo, podemos ser conscientes de nuestras limitaciones para conocer el mundo que nos rodea. Ser críticos sobre lo que nos dicen y lo que percibimos puede ser una manera de contribuir a la cuestión de qué es real y qué no lo es.
En última instancia, la búsqueda de la verdad y la comprensión de la naturaleza de la realidad son procesos en constante evolución. La filosofía nos invita a explorar, cuestionar y repensar nuestras concepciones sobre el mundo que nos rodea. Al hacerlo, nos acercamos a una comprensión más profunda de nosotros mismos y de nuestra relación con el universo en el que habitamos.
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