La estabilidad nos seguridad brinda. Lo estable es predecible y, hasta cierto punto, necesario y reconfortante. Sin embargo, muchas veces nuestra ilusión de control nos impide ser plenamente conscientes de que la vida cambia en un segundo.
Basta un segundo para entrar a una habitación llena de desconocidos y conocer a la persona que se descubrió en el amor de tu vida. En un segundo puedes descubrir que traerás al mundo a una personita, ese hijo que cambiará tu baricentro para siempre. También basta descuidarse por un segundo para sufrir un accidente grave. En un segundo puedes perder para siempre a alguien que amas o puedes arriesgar aquello por lo que tanto has luchado…
La vida puede cambiar en un instante. Y necesitamos estar preparados para asumir esos vuelcos inesperados. Necesitamos prepararnos para abrazar la incertidumbre y el caos que de vez en cuando se cuelan en nuestro mundo.
El cambio es la única constante en la vida
“ Todo cambia, nada es ”, dijo Heráclito, quien también afirmaba que es imposible bañarnos en el mismo río dos veces porque la próxima vez que nos adentremos en sus aguas habrá cambiado tanto el río como nosotros.
A veces esos cambios son tan pequeños que no los percibimos, otras veces es imposible no darse cuenta de su presencia. A veces llegan suavemente, dándonos tiempo para nosotros y otras veces llegan creando ondas sísmicas difíciles de aceptar que nos obligan a adaptarnos a marchas para las marchas.
La vida está llena de altibajos. Hay periodos de calma y periodos de tormenta. Periodos de estabilidad y periodos de transformaciones. Sin embargo, incluso durante las etapas más tranquilas, esas marcadas por una agradable rutina en las que todo parece estar bajo control, se pueden producir cambios inesperados en una u otra dirección.
En realidad, todos estamos inmersos en un proceso de transformación continua, sujetos a un sinfín de factores que escapan de nuestro control. Así funciona la vida – para lo bueno y para lo malo.
No siempre podremos prever esos sucesos repentinos e inesperados, pero podemos prepararnos para lidiar con ellos abrazando la incertidumbre de una forma completamente nueva, con una actitud curiosa que nos aleje del miedo y nos acerque más a la aceptación radical que se encuentra en el corazón de la paz interior .
Abrazar la incertidumbre con gratitud y esperanza
La conciencia de que podemos perder mucho en apenas un instante no tiene que conducir al pesimismo. Al contrario, nos anima a no dar nada por sentado. Ser consciente de que la vida cambia en un segundo es un aliciente para sentirnos agradecidos por cada momento que podemos disfrutar de lo que nos hace felices y las personas que amamos. Es un aliciente para sentirnos agradecidos por las metas que hemos alcanzado e incluso por la posibilidad de seguir luchando por hacer realidad nuestros sueños.
El hecho de que la vida puede cambiar en un instante también nos anima a pensar en todas esas otras cosas positivas que pueden ocurrir, desde conseguir el trabajo con el que siempre hemos soñado hasta encontrar al amor de nuestra vida o muchísimas otras cosas maravillosas que podrían estar esperándonos a la vuelta de la esquina.
Y cuando lleguen esos momentos duros que nos dejan conmocionados y vulnerables, también debemos pensar que todo es temporal. La vida sigue su curso. Los malos momentos no son para siempre. Las penas se aligeran y el sufrimiento se calma. Eventualmente, lograremos pasar página, a la espera de que ese próximo instante nos traiga más serenidad.
La conciencia de que la vida cambia en un segundo nos anima a comprender que cada momento viene y se va muy rápido. Por tanto, es una incitación a detenernos más. relajarnos. Ponernos en pausa para saborear los pequeños placeres de la vida, mientras podamos y durante todo el tiempo que podamos.
No hay garantías de que tendremos un mañana. Tampoco sabremos cómo será ese mañana, pero tenemos el aquí y ahora. Cada día nos regala 86.400 segundos. Son 86.400 oportunidades grandes y pequeñas. Son 86.400 instantes para vivir. Por tanto, será mejor que intentemos que sean especiales, al menos todo lo que podamos. Porque ya lo sabemos, la vida puede cambiar en un segundo.