Una de las meditaciones preferidas de los budistas es repetirse constantemente que las cosas no son como las percibimos ordinariamente. Fundamentalmente, no tienen una realidad sustancial ni están separadas de los conceptos que tenemos de ellas.
Esta perspectiva budista sobre la naturaleza de la existencia, desafía nuestra comprensión convencional de la realidad. La noción de que la vida es similar a un sueño no es meramente una metáfora poética, sino una profunda meditación que ofrece perspectivas sobre la esencia misma de nuestro ser.
El budismo, en gran medida, empieza con la pregunta «¿Cuál es la visión correcta?» La respuesta budista, encapsulada en las enseñanzas mahayana, sugiere que mientras los fenómenos se manifiestan, operan y aparentemente persisten, nada posee verdaderamente una existencia inherente. Todo es efímero, reflejando la naturaleza transitoria de sueños, espejismos o arcoíris.
El sufrimiento que experimentamos, según esta perspectiva, surge de nuestra incapacidad para reconocer esta cualidad insustancial u onírica de la existencia. Se busca un constante recordatorio que impacté nuestra mente de que nuestro apego a lo tangible, a lo aparentemente real, es la raíz de nuestra angustia existencial.
Esta perspectiva eleva la sabiduría por encima de la moral y la ética. Plantea que el verdadero entendimiento trasciende los simples códigos morales. Si bien el comportamiento ético tiene la función inicial de permitirnos obtener la condiciones necesarias para lograr la sabiduría liberadora.
Garchen Rinpoche, un venerado maestro budista, profundiza este concepto. Compara toda nuestra vida, desde el nacimiento hasta la muerte, con un sueño fugaz de la noche anterior. Tras la muerte, al pasar al bardo o el estado intermedio, nuestra existencia terrenal se desvanece, al igual que un sueño al despertar. El reino humano, con todas sus complejidades, aparece puro en comparación con las manifestaciones aterradoras que surgen de nuestras tendencias al auto-aferramiento. Milarepa, otra figura estimada en el budismo, reconoció los peligros del auto-aferramiento.Su dedicación a la práctica, incluso frente a la adversidad, se derivó de este profundo entendimiento. Su vida sirve como testimonio del poder transformador de ver la vida como un sueño, instándonos a prepararnos para el inevitable final.
Dzongsar Khyentse Rinpoche ofrece una práctica meditativa para interiorizar esta visión. Al recordarse constantemente que «todo es un sueño» y luego preguntar, «¿quién piensa que todo es una ilusión?», uno se embarca en un viaje transformador. Participar en esta introspección diariamente puede, con el tiempo, alterar la percepción del mundo.
La meditación budista sobre la naturaleza ilusoria de la existencia ofrece un cambio radical de perspectiva. Nos invita a trascender nuestros apegos, a ver más allá de lo tangible y a reconocer la naturaleza efímera de todos los fenómenos. Al hacerlo, no promete solamente mejorar nuestras vidas en el mundo, sino una profunda comprensión que tiene efectos radicales, en última instancia, la liberación de las causas y condiciones que producen el sufrimiento, cuya causa es la ignorancia. Y al reconocer el sueño, despertamos a las infinitas posibilidades de la existencia.
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