La honestidad es un valor compartido y deseado socialmente. La mayoría de nosotros nos consideramos honestos, pero lo cierto es que muy pocos revelamos nuestras emociones. ¿En cuántas ocasiones has respondido: “estoy bien”, cuando en realidad no era así? ¿Cuántas veces has dicho “todo va bien” aunque todo se había torcido?
Lo cierto es que se requiere mucho coraje para expresar nuestras emociones, en especial aquellas que nos hacen sentir más vulnerables o las que no son bien vistas socialmente. Por esa razón, la honestidad emocional sigue siendo una asignatura pendiente para muchas personas.
¿Qué es la honestidad emocional?
La honestidad emocional significa ser sinceros sobre nuestros sentimientos, es la capacidad para expresarlos con autenticidad ante los demás. Cuando nuestro comportamiento y palabras están en sintonía con lo que sentimos, estamos siendo sinceros emocionalmente. Así de simple. Y así de complicado.
Obviamente, cuando intentamos ocultar lo que sentimos no estamos siendo honestos emocionalmente. La honestidad emocional versa sobre expresar lo que nos gusta, pero también lo que nos disgusta. Versa sobre la expresión de nuestra alegría, pero también de nuestra decepción, tristeza o pena. Y aunque parece bastante sencillo, es mucho más fácil decirlo que hacerlo porque la sinceridad emocional requiere una gran autoconfianza.
Autocensura emocional, el precio de esconder lo que sentimos
Un estudio realizado en la Universidad de Nueva York reveló que “las personas son más honestas en un estado de felicidad que en un estado de neutralidad”. Es una verdad de Perogrullo: nos resulta más fácil expresar la alegría que la tristeza porque la primera es bien acogida mientras que la segunda genera incomodidad.
De hecho, la falta de honestidad emocional suele ser el resultado de intentar evitar conflictos con los demás y mantenerlos felices o, al menos, evitar la incomodidad que suele generar la expresión de emociones como la tristeza, la envidia o el desprecio. Desde pequeños nos han enseñado que es mejor no mostrar en público ciertas emociones, de manera que aprendemos a contenerlas. Como resultado, practicamos una autocensura emocional constantemente. Nos convertimos en jueces implacables de nuestros sentimientos.
Controlamos nuestra expresión emocional con la secreta esperanza de que si nos comportamos como se espera, podremos ganarnos la aprobación, el cariño y/o aceptación de los demás. Sin embargo, esa autocensura emocional termina desgastándonos, de manera que no es inusual que todas esas emociones reprimidas terminen saliendo a la luz de la peor manera.
Cuando nos contenemos constantemente y fingimos sentimientos para mantener contentos a los demás, terminaremos sintiéndonos incómodos con nosotros mismos, resentidos y enojados. Es probable que terminemos redirigiendo esa ira o frustración hacia nosotros mismos o las personas más cercanas, que son quienes suelen pagar los platos rotos. Eso no es honestidad emocional, es descontrol emocional debido a un exceso de censura.
Además, a fuerza de ignorar y reprimir nuestros sentimientos corremos el riesgo de perder el contacto con nuestro universo emocional. La sonrisa atornillada esconde lo que hay dentro, de manera que no podemos hacer limpieza emocional, sino que todos esos sentimientos se acumulan en el inconsciente en forma de resentimientos. Es probable que eso nos convierta en personas tensas, irritables y amargadas sin saber muy bien por qué.
La sinceridad emocional como vía para construir puentes relacionales
La honestidad emocional es el pegamento que nos mantiene unidos, el pilar que sostiene la confianza imprescindible para que las relaciones funcionen y sean satisfactorias. Ese nivel de sinceridad nos permite “desnudarnos” emocionalmente para conectar a un nivel más profundo con la otra persona.
En cambio, ser deshonestos emocionalmente tiene un alto precio: involucrarnos en relaciones planas y superficiales. Cuando las emociones se reprimen, terminan erosionando lentamente los cimientos de nuestras relaciones. De hecho, aunque hayamos aprendido a ocultar nuestro universo afectivo, seguimos manteniendo la intuición para detectar la deshonestidad emocional.
Una investigación llevada a cabo en la Universidad Estatal de Arizona comprobó que percibimos como más honestas y menos prejuiciosas a las personas cuyas reacciones emocionales son congruentes con sus posiciones. Eso significa que podemos percibir la honestidad emocional y, en lo más profundo, rechazamos la deshonestidad.
Cuando expresamos lo que sentimos, ponemos todas nuestras cartas sobre la mesa. Ese momento no solo tiene un poder catártico, sino que también da la oportunidad a los demás de reaccionar en consecuencia y comprometerse para solucionar los conflictos o problemas que ensombrecen la relación.
Por supuesto, ser honestos emocionalmente puede provocar situaciones temporales de incomodidad con los demás. Cuando no estamos acostumbrados a determinadas expresiones emocionales se suele generar cierta tensión, pero una vez que esta se libera, se abre paso la sinceridad que permite aclarar las cosas. En última instancia, la honestidad emocional suele conducir a relaciones más auténticas, profundas y satisfactorias.
Por otra parte, debemos recordar que a menudo ocultamos nuestros verdaderos sentimientos por miedo a ser rechazados, pero enmascarar lo que sentimos puede convertirse en un callejón sin salida ya que nos veremos atrapados en una búsqueda de amor y aceptación condenada al fracaso ya que si no nos mostramos como somos, no podremos ser verdaderamente amados y aceptados por quienes somos.
¿Cómo ser honestos emocionalmente sin morir en el intento?
1. Sé sincero contigo mismo
El primer paso para ser más honestos emocionalmente es ser sinceros con nosotros mismos. La honestidad emocional nace de la conciencia afectiva, por lo que necesitamos reconocer que a veces sentimos rencor, ira, rabia, decepción… o que simplemente nos ponemos a la defensiva. Necesitamos entrar en contacto con todos esos sentimientos que normalmente nos han enseñado a ignorar porque no están bien vistos.
Necesitamos entrar en contacto con nuestras sombras, como las llamaría Jung, y aceptarlas sin dejar que nos asusten. Tenemos que aprender a conectar profundamente con nuestras emociones y sentimientos puesto que aquello que no se acepta y comprende, no se puede expresar asertivamente.
2. Abraza la incomodidad
El segundo paso consiste en aprender a sentirnos cómodos con los momentos de incomodidad. En una sociedad que censura determinadas manifestaciones afectivas, las expresiones emocionales auténticas suelen generar incomodidad simplemente porque las personas no saben cómo responder ante ellas.
Y no se trata únicamente de emociones como la tristeza o la ira, sino incluso el afecto y el cariño. En culturas donde hay poco contacto físico, un abrazo puede generar incomodidad, por ejemplo. Sin embargo, pasados los instantes iniciales, la mayoría de las veces esa incomodidad se esfuma ante el empuje de la sinceridad emocional ya que permite que dos almas conecten sin palabras.
3. Atrévete a desnudarte emocionalmente, aunque te juzguen
La honestidad emocional no solo exige ser conscientes de lo que sentimos, sino también la voluntad de revelar y compartir lo que estamos experimentando con las personas en quienes confiamos. Por eso, el tercer paso consiste en tener el coraje para expresar nuestros sentimientos, lo cual implica arriesgarnos a que esas emociones queden expuestas al juicio de los demás. Es un riesgo. No cabe dudas. Pero vale la pena correrlo por la liberación y la conexión que recibimos a cambio.
De hecho, dado que casi todos tenemos la tendencia a juzgar un poco a los demás y a nosotros mismos, es importante cultivar una actitud más tolerante, no solo con las otras personas sino también tratarnos con más compasión y benevolencia. Es posible que algunas personas juzguen nuestras emociones o que incluso quieran seguir manteniendo una relación distante y superficial. Ese no es motivo para dar marcha atrás, sino para preguntarnos si realmente queremos tener ese tipo de relaciones en nuestra vida.
Paso a paso, sin presiones
Como cualquier habilidad nueva, al inicio puede costar un poco. Es probable que tu “yo” protector se active preguntándote: “¡Qué haces! ¿Te has vuelto loco?”. Los viejos hábitos tardan un poco en deshacerse. Al inicio puede costarte lidiar con esa incomodidad y la sensación de vulnerabilidad. Tenemos que ser pacientes y perdonarnos los tropezones o recaídas. A fin de cuentas, no se trata de hacerlo bien, sino de abrir el corazón.
A medida que nos volvemos más honestos emocionalmente, nos conocemos mejor, tanto a nosotros mismos como a los demás pues es probable que nuestro ejemplo también les contagie y anime a abrirse. Descubriremos nuestras heridas, puntos sensibles y sentimientos de insuficiencia, pero también redescubriremos los sueños, esperanzas e ilusiones que habíamos sepultado junto a nuestras “sombras”. Y ese es un camino que vale la pena.
Referencias Bibiográficas:
Medai, E. & Noussair, C. N. (2021) Positive Emotion and Honesty. Front. Psychol.; 12: 10.3389.
Danvers, A. F. et. Al. (2018) Emotional Congruence and Judgments of Honesty and Bias. Collabra Psychology; 4(1):40.
Honestidad emocional, ¿tienes el coraje de desnudar el alma?