“No vemos las cosas como son, sino como somos”, dijo Jiddu Krishnamurti. Todos, en cierta medida, somos autorreferenciales. No puede ser de otra forma. Aunque la realidad sea una, la vemos a través de nuestro prisma personal, una lente única y poliédrica conformada por nuestras experiencias vitales, necesidades, deseos, expectativas, valores, ideas…
Sin embargo, si no prestamos atención corremos el riesgo de quedarnos atrapados en la cámara de eco que construye nuestra mente. Cuando malinterpretamos lo que ocurre, podemos autogenerarnos un estado de insatisfacción e infelicidad.
¿Qué es el pensamiento autorreferencial?
El pensamiento referencial, como también se le conoce, es un tipo de actividad que implica tanto la esfera cognitiva como emocional mediante la cual nos convertimos en el epicentro del mundo. O sea, dirigimos la atención hacia nosotros mismos desatendiendo las señales externas.
Una de sus manifestaciones más comunes, debido a nuestra naturaleza social, son las ideas de referencia. Se trata de un proceso cognitivo rápido que incluye las primeras percepciones y una interpretación somera de los hechos (miradas, gestos, comentarios, conversaciones o las acciones de los demás), que suponemos están dirigidos a nosotros.
De hecho, el pensamiento autorreferencial es una actividad mental positiva que nos permite simplificar la realidad para poder reaccionar con mayor rapidez, sobre todo en contextos cambiantes, ya que ponemos el foco en nosotros mismos. Sin embargo, también se nos puede ir de las manos.
Las ideas de referencia pueden convertirse en delirantes y, cuando adquieren más estructura, organización y estabilidad, se transforman en delirios de referencia patológicos, que son la base de problemas de salud mental como el trastorno delirante, la esquizofrenia y las personalidades paranoide y esquizotípica.
En esos casos, el pensamiento autorreferencial los lleva a pensar que todo tiene que ver con ellos. Estas personas creen que son el centro del mundo, de manera que su pensamiento gira en torno a sí mismas. La imposibilidad de salir de su propio pensamiento y la enorme carga afectiva que arrastra las conduce a vivir en un mundo paralelo que no confronta con la realidad.
Sin embargo, todos podemos ser víctimas del pensamiento autorreferencial, sobre todo cuando nos encerramos en nuestros puntos de vista y hacemos oídos sordos a las incongruencias o pruebas externas que demuestran lo contrario.
Atrapados en el bucle de nuestra mente
Para las personas con un pensamiento eminentemente referencial, casi todas las acciones de los demás tienen algo que ver con ellas mismas. Por ese motivo, interpretan los comentarios, gestos y miradas como potencialmente amenazantes, atribuyéndoles una connotación malintencionada. No es inusual que incluso terminen confiriéndoles un significado personal a incidentes casuales.
El sesgo de confirmación es uno de los fenómenos psicológicos que se encuentra en la base del pensamiento autorreferencial. Para evitar la disonancia cognitiva y el malestar psicológico que suelen generar las ideas diferentes a las nuestras, todos tenemos la tendencia a buscar, interpretar y recordar aquella información que confirme nuestras creencias preexistentes.
En otras palabras, nos fijamos en los detalles que confirman nuestras expectativas o estereotipos para sentirnos más cómodos, lo cual hace que nos quedemos atrapados en nuestra visión del mundo, interpretando todo lo que ocurre con esa lente.
No obstante, investigadores de la Universidad de Sevilla también constataron que el pensamiento autorreferencial suele ser más intenso en quienes experimentan una fuerte la inseguridad personal. Cuando perdemos las referencias que dan orden y sentido a nuestra vida, sobre todo debido a cambios bruscos o grandes en nuestro entorno, es comprensible que nos repleguemos sobre nosotros mismos en un intento de reencontrar la seguridad perdida.
En ese caso, el pensamiento referencial se convierte prácticamente en una especie de mecanismo de defensa que activamos para protegernos de un contexto que nos parece demasiado hostil o confuso. En práctica, buscamos explicaciones dentro porque no comprendemos lo que sucede fuera.
Los riesgos del pensamiento autorreferencial
A pesar de que el pensamiento referencial nos obliga a mirar en nuestro interior, debemos tener cuidado de que no nos convenza que el mundo gira a nuestro alrededor. Si nos volvemos paranoicos y vemos peligros donde no los hay, nuestro equilibrio emocional y bienestar terminarán pagando las consecuencias.
Cuando damos alas al pensamiento referencial:
- No somos objetivos en las interpretaciones y valoraciones de los hechos
- Nos volvemos altamente egocéntricos o incluso paranoicos
- Vivimos cada vez más en la realidad paralela que hemos creando en nuestra mente
- No podemos responder de manera adaptativa a los cambios del entorno
- No logramos crecer ya que nos cerramos a cualquier idea diferente
El pensamiento referencial es como una pescadilla que se muerde la cola: se alimenta a sí mismo. Se refiere a lo que conoce y no busca pruebas más allá de sus especulaciones. Por tanto, nos vuelve prisioneros de nuestra mente y expectativas.
¿Cómo recuperar la racionalidad?
Un estudio desarrollado en las universidades de Granada y Valencia reveló que cuando los contenidos tienen un fuerte impacto emocional, tenemos la tendencia a sufrir un sesgo atencional que propicia el procesamiento selectivo de la información vinculada al problema que nos afecta. Sin embargo, la velocidad de respuesta es fundamental.
Como norma, cuando estamos en una situación de alarma ante estímulos que nos resultan desagradables, nuestro primer impulso es responder para salir de esa situación, por lo que no nos cuestionamos nuestras ideas autorreferenciales automáticas.
En cambio, se ha constatado que podemos pensar con mayor claridad si nos tomamos unos minutos antes de responder. Esa pausa nos permite asumir la distancia psicológica necesaria para darnos cuenta de que quizá estamos exagerando en nuestras interpretaciones o de que estamos siendo demasiado sesgados asumiendo una postura excesivamente egocéntrica.
Otra pista proviene de una investigación llevada a cabo en la Universidad de Columbia Británica según la cual, el pensamiento autorreferencial incrementa los niveles de ansiedad generalizada, pero solo cuando esas ideas tienen una valencia negativa. Al contrario, cuando pensamos en nosotros mismos desde una perspectiva positiva, nos sentimos más seguros y relajados.
Referencias Bibliográficas:
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Senín, M. A. et. Al. (2014) El pensamiento referencial: aspectos psicopatológicos y del desarrollo. Charleston, SC: Create Space Independent Publishing Platform.
Senín-Calderón, M. C. y Rodríguez-Testal, J. F. (2012) Estudio clínico del pensamiento referencial: Análisis psicopatológico y psicométrico. Saarbrücken: Editorial Académica Española.
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Pensamiento autorreferencial, atrapados en la cámara de eco de nuestra mente