La psilocibina, el ingrediente activo de los hongos mágicos que se transforma en psilocina dentro del organismo humano, ha sido un catalizador de experiencias enteógenas que han marcado a la humanidad desde tiempos inmemoriales. Ciertas teorías antropológicas especulan que la psilocibina jugó un papel crucial en el desarrollo de diversas religiones (desde el soma védico identificado por Wasson como un hongo, a las teorías de Allegro de Cristo y la comunión como un sacramento psicodélico). Otras personas van más allá y han sugerido que los hongos mágicos también pudieron haber sido determinante en la evolución humana. A esta especulación, se suma la intrigante coincidencia de que la aparición en la Tierra de la psilocibina  coincide exactamente con la extinción de los dinosaurios, provocada por el impacto de un asteroide.

Terence McKenna, el etnobotánico que contribuyó a popularizar los psicodélicos planteó una hipótesis según la cual las esporas de los hongos psilocibios podrían haber llegado a nuestro planeta desde el espacio exterior. Desarrolló su propia teoría  de la panspermia, en la que estos hongos constituían una «especie altamente inteligente» que viajó a través del cosmos en esporas migratorias, estableciendo finalmente una relación simbiótica con la humanidad. Para McKenna, cada espora representaba un «artefacto de una inteligencia alienígena», y los hongos eran «recipientes» de información extraterrestre, lo que podría explicar las profundas revelaciones experimentadas durante los viajes psicodélicos.

Este argumento seguramente poco fiable para la corriente establecida de la ciencia, encuentra su base en la singularidad de la psilocibina, un indol 4-fosforilado que no tiene paralelo en la naturaleza, lo que McKenna interpretaba como indicio de su origen extraterrestre. Además, destacaba la capacidad de las esporas para sobrevivir en el duro entorno espacial, lo cual sería ideal para una forma de vida destinada a dispersarse por la galaxia.

A pesar de la fascinación poética que puede generar, la ciencia contemporánea aún no respalda la teoría de McKenna sobre el origen extraterrestre de la psilocibina. Sin embargo, un estudio reciente ha arrojado luz sobre la historia evolutiva de la Psilocybe, el género que agrupa a los hongos psilocibios, revelando detalles fascinantes sobre su evolución. Los análisis filogenómicos realizados por investigadores de la Universidad de Utah y el Museo de Historia Natural de Utah indican que la psilocibina surgió en el género Psilocybe hace aproximadamente 67 millones de años, coincidiendo con la extinción masiva del Cretácico-Paleógeno.

Este hallazgo sugiere que, más que tener un origen extraterrestre, las condiciones alteradas en la Tierra tras el impacto del asteroide podrían haber favorecido la emergencia y diversificación de estos hongos. Aunque la hipótesis de McKenna sobre una «voz de las estrellas» guiando su origen no se sostiene científicamente, el momento de la aparición de la psilocibina sigue siendo enigmático y sugiere a algunos la posibilidad de una intervención o señal de una inteligencia cósmica en la evolución. El asteroide leído como una intervención de diseño inteligente para sembrar la tierra de alguna manera. Mientras que para muchos esto es solo una coincidencia insignificante, alguien como Carl Jung hablaría de una sincronicidad o de una coincidencia significativa.

Además de estas teorías sobre su origen, McKenna también propuso la teoría del «mono dopado» en su libro «Food of the Gods» (1992), sugiriendo que el consumo de Psilocybe cubensis por parte de nuestros ancestros Homo erectus contribuyó significativamente a su evolución hacia Homo sapiens. Según esta teoría, los hongos mejoraban la visión, incrementaban el libido y fomentaban la cohesión social, ofreciendo ventajas evolutivas significativas.

A pesar de las críticas y el escepticismo de la comunidad científica, la hipótesis de McKenna continúa generando interés y debate. La idea de que los psicodélicos hayan tenido un papel en el desarrollo de la conciencia humana y en la evolución de aspectos culturales como el lenguaje, la religión y el arte, aunque no ampliamente aceptada, sigue siendo una fascinante área de estudio.

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