Neopaganismo germánico: el regreso de Odín

Inspirado en el rico pasado literario de la nación islandesa, de apenas medio millón de habitantes, sin haber salido nunca del occidente de su isla verde donde trabajó como pastor de ovejas, el poeta Sveinbjörn Beinteinsson fundó en 1972 “Ásatrúarfélagið”, la primera hermandad organizada y con reconocimiento estatal de la fe “Heathenry”, una reconstrucción del paganismo de los pueblos germánicos de la Edad del Hierro y la Alta Edad Media.

Los primeros doce seguidores de esta religión «neopagana» o de «paganismo contemporáneo» se han convertido en cinco mil solo en Islandia, un poco más del uno por ciento de su población total. Siguiendo este ejemplo, se han establecido grupos que siguen el Heathenry en otros países nórdicos como Noruega, Suecia y Dinamarca, además de Alemania y los Estados Unidos. El reconocimiento gubernamental no solo tiene que ver con un proceso de legitimación, sino, por ejemplo, con poder oficiar matrimonios legalmente vinculantes.

Ásatrúarfélagið abrió su primer “hof” o templo en 2015, manteniendo un alto perfil mediático. Sin embargo, de acuerdo con el Censo Mundial Pagano de 2013, su número es ocho veces más pequeño que el de las y los seguidores estadounidenses o alemanes del Heathenry, quienes no están afiliados a una única organización rectora, contando con un gran número de asociaciones nacionales, regionales y locales, además de practicantes solitarios. Los islandeses, en cambio, son una nación mucho más monocultural que puede reconstruir su religiosidad precristiana a partir de sus compilaciones mitológicas o “Eddas” prosaicas y poéticas.

En base a evidencia histórica, arqueológica y mitológica, el Heathenry es una reformulación continuista de la religiosidad nativa de la “Magna Germania”, “Germania Libera” o “Barbaricum germánico”, nombres dados por los romanos a una región que llegó a contemplar, gracias a las migraciones, el Medio y Bajo Rin en el oeste, el Vístula en el este, Panonia, el Alto y Medio Danubio en el sur, y las partes bajas de Escandinavia en el norte.

Pero ¿cuáles son las creencias y las prácticas a las que se adhiere el neopaganismo germánico? La cosmología de sus ancestros indígenas considera que nuestro plano humano o “Midgard” es solo uno de nueve mundos nacidos del gran árbol “Yggdrasil”, mundos donde habitan distintos seres inteligentes como enanos, elfos y las deidades que reciben el culto Heathenry. A pesar de siglos de cristianismo, primero católico, luego luterano, estas siguieron presentes en poemas, sagas, inscripciones rúnicas, nombres personales y topónimos.

La mayoría de quienes regresaron a esta religiosidad se declaran politeístas “realistas”, “duros” o “verdaderos”, aceptando que dioses como Odín y Thor son individualidades literales. Sin embargo, una minoría les da una interpretación psicológica, considerándolos símbolos o “arquetipos junguianos”, por lo que hay unos pocos neopaganos ateos o “transteístas”. De acuerdo con el psicólogo analítico Brian Bates, los nueve mundos sirven como un mapa de la mente humana. Las fuentes escandinavas incluyen divinidades como Týr, Frigg y Freyja, las anglosajonas como Wōden, Thunor y Ēostre, y las continentales como Nehalennia.

Las deidades del Heathenry son honradas con sacrificios o “blóts”, basados en alimentos y libaciones, en general acompañados del acto de brindar ceremonialmente o “symbel”. Las y los seguidores que participan en los rituales “seiðr” y “galdr” buscan sabiduría y consejo divinos dentro de estados alterados de conciencia. El seiðr en particular se desarrolló en la década de los noventa como parte del movimiento «neochamánico» en todo el mundo, por lo que se vio muy influido por un estudio sobre los estados de trance en otras religiones.

Desde sus orígenes, este paganismo a carecido de una definición dogmática singular sobre la vida después de la muerte, enfatizando en su lugar la importancia del buen comportamiento y de la reputación. El honor, la integridad personal y la lealtad son un camino ético al interior del drama de la experiencia, siempre lleno de dificultades. La libertad es generar carácter con la fuerza del compromiso. En palabras de Askeladd, un personaje del manga y anime Vinland Saga, una historia sobre vikingos escrita e ilustrada por Makoto Yukimura:

Todo el mundo es esclavo de algo.

Los débiles mueren primero, pero incluso el hombre más fuerte debe morir.

No obstante, sí que hay creencias no vinculantes sobre un futuro ultraterreno en el Heathenry. Por ejemplo, sobre las diversas almas que componen al ser humano, cuatro o cinco según qué fuente, dos de las cuales tendrían continuidad extracorporal: “el hugr”, que viaja al reino de los antepasados, y el “fetch”, que reencarna en un nuevo cuerpo. Esto tiene, sin embargo, un énfasis menos soteriológico como en el cristianismo, siendo cósmico y existencial.

Los festivales neopaganos más importantes son de origen antiguo, por ejemplo, “Yule” y “Sigrblót”, que marcan, respectivamente, el inicio del invierno y del verano. La influencia del Heathenry es evidente en el “black metal” que surgió en los años noventa, siendo su crítica al cristianismo incorrectamente asociada por los medios con el satanismo. Los géneros del “metal pagano” y del “neofolk” comparten esta base cultural y religiosa.

Un tema muy complejo sobre el neopaganismo en el norte y centro de Europa, así como en los Estados Unidos, es el de su virtualidad política e inclinaciones ideológicas. La singularidad de esta religión se basa en una cultura reconstruida, y no en una predicación universalista. La palabra latina “pagano, campesino, fue empleada despectivamente por los misioneros cristianos para referirse a cualquier culto local: lo que es sagrado solo para una población. El paganismo actual se enfrenta al reto de ser la reinterpretación de un contenido folclórico y también una oferta para el mundo globalizado.

Las organizaciones y los individuos que basan sus vidas en el Heathenry pueden tener posturas sumamente encontradas, o progresistas, o reaccionarias, muchas veces ligadas a distintas propuestas anarquistas. Algunos insisten en que su religión es la fe de un pueblo, “folketro”, religión popular, una definición problemática pensando en sus posibles principios de inclusión y exclusión. ¿Quiénes son o pueden ser parte? ¿Qué es vinculante para permanecer dentro de ese pueblo? ¿Se trata de una moral, una territorialidad, una etnicidad? Algunas posibles respuestas a estas preguntas a veces caen en el neofascismo europeo y en el excepcionalísimo blanco estadounidense, contrarios a la migración, al mestizaje y a religiones extranjeras.

Para el escritor y líder neopagano estadounidense Esteban McNallen, algo como la raza no es una construcción social, sino que habría un vínculo que conecta la herencia genética con la cultura y la religión. Una certeza racista que, para muchos, no hace referencia a un tema de superioridad, sino de diferencia étnica, pero que también es atractiva para segregacionistas raciales violentos. En términos generales, esta postura busca para el futuro anular los Estados nación y la influencia universalista del cristianismo, en favor de pequeños gobiernos integristas y populares ligados a una sangre, un suelo y una religiosidad ancestral. Esto puede incluir un deber con la reproducción familiar que excluye a las personas homosexuales.

Sin embargo, la mayoría de las y los seguidores del Heathenry son más progresistas que el promedio de los estadounidenses y de muchos europeos, buscando situar al paganismo contemporáneo como una religión efectivamente basada en una especificidad cultural, pero estrictamente antirracista y abierta a la complejidad de las diferencias humanas. Por ejemplo, la comunidad LGBTTTIQ es bienvenida en la mayoría de sus organizaciones en los distintos países del mundo, y en Islandia las bodas gay mantienen una amplia acepción general.

Para estos neopaganos, un fuerte vínculo identitario no es encerrarse en el pasado, sino mirar al futuro de una manera distinta al capitalismo y a la homogenización de la cultura. Muchos piensan que su religión puede dar contenidos simbólicos y morales al movimiento de regreso a la tierra, una serie de esfuerzos humanos para promover en todo el planeta que las personas se limiten a propiedades pequeñas y cultiven sus propios alimentos, algo que favorecería la autosuficiencia y la autonomía de las comunidades locales, contrarias a la alienación industrial o postindustrial hegemónica. El Heathenry puede ser un regreso a una creatividad ligada al bienvivir y a la naturaleza, descentralizada del secularismo cristiano y moderno como higienización cultural. Su éxito, además, es muestra de un mundo más tolerante.

En Pijamasurf les compartimos Poemas de las tierras nórdicas de Sveinbjörn Beinteinsson:

Parecía que la tierra estaba en silencio,
que los menguantes habían perdido la voz.
Todas las viejas costumbres perdidas, olvidadas
como si sus espíritus se hubieran destrozado.
La nueva religión construyó sus templos,
talló sus agujas y cruces en alto.
El Señor Odín contuvo su ira.
Solo dejó que el hielo y el fuego iluminaran el cielo.
Entonces vino el poeta, el granjero, el visionario,
y se negaron a comer su pan.
Habló con los espíritus de la tierra,
lanzaron las runas y leyeron lo que decían.
Muchos pensaron que era un loco,
una reliquia salvaje de días perdidos,
pero algunos vinieron a escuchar,
a escuchar sus poemas de costumbres antiguas.
Al principio fueron sólo unos pocos,
pero poco a poco sus palabras se difundieron.
Decía que los espíritus habían vuelto a despertar,
y las viejas tradiciones no estaban muertas.
Al principio el gobierno se negó.
Pero cuando la delegación llegó a la puerta,
el cielo explotó y un rayo destelló,
y así se escuchó la voz de Thor:
“Las barcas habían encontrado su lugar,
entre todas las cosas abandonadas.
Las lápidas en las tumbas,
simplemente piedras.
Las sagas fueron susurradas
como si prevaleciera la blasfemia,
los nombres de los dioses antiguos
no estaban escritos en las canciones.
Fuera de esa ciudad capilla,
donde los Huldufólk habían huido,
antes de desaparecer
en la tierra glacial,
todo parecía terminado.
Las viejas costumbres se habían perdido,
la época de los dioses vikingos
había llegado y se había ido.
Entonces, desde la tierra de Drághals,
se escuchó la voz de un poeta,
no un nuevo Mesías,
sino simplemente un hombre sencillo”.

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