Un estudio, liderado por Yftach Gepner, junto con Dan Yamin y Erez Shmueli de la Universidad de Tel Aviv (TAU) desarrolló un innovador dispositivo que permite mejorar la seguridad de las vacunas.
El tema cobró relevancia especialmente desde la pandemia del COVID-19, en la que el mundo enfrentó una necesidad de una vacunación rápida y masiva, y en ese proceso, se incrementaron las preocupaciones por la seguridad de las mismas, y sus posibles efectos secundarios.
El equipo israelí de la TAU utilizó sensores, desarrollados por la empresa Biobeat con sede en Petah Tikva, que colocó en el pecho de los participantes, lo que les permitió medir 13 parámetros fisiológicos diferentes, incluidas las tasas de corazón y respiración, niveles de oxígeno en la sangre, temperatura y presión arterial.
Los resultados mostraron una discrepancia significativa entre los efectos secundarios reportados por los voluntarios y los efectos secundarios medidos objetivamente. Fueron muchos los voluntarios que afirmaron no haber experimentado reacciones y sin embargo sufrieron cambios fisiológicos.
Además, el estudio encontró que los efectos secundarios alcanzaron su punto máximo durante las primeras 48 horas después de la vacunación, para luego volver a los niveles medidos antes de la administración de la vacuna.
Gepner, del Departamento de Epidemiología y Medicina Preventiva de la Facultad de Medicina Sackler, explicó que “en la mayoría de los métodos utilizados hoy en día, los ensayos clínicos diseñados para evaluar la seguridad de un nuevo medicamento o vacuna emplean cuestionarios de autoinforme, preguntando a los participantes cómo se sienten antes y después de recibir el tratamiento”.