La Práctica del Día a Día 

Las escrituras budistas nos dicen que el dharma ha de compartirse acorde a las inclinaciones y necesidades de los seres —e inclusive en sus múltiples idiomas— para que así lo puedan comprender y asimilar. En consecuencia, el budismo ha adoptado diversas formas y expresiones allí donde se ha establecido, y donde la gente lo ha integrado en su diario vivir. Valiéndose de elementos expresivos, que van desde la melodía con la que se entonan las oraciones hasta sus numerosas manifestaciones artísticas, el budismo ha iluminado la vida de los practicantes con múltiples y maravillosos colores. Este proceso de integración y asimilación es muy importante, pues al penetrar cada aspecto de nuestra vida, las enseñanzas tendrán un mayor efecto transformador sobre nuestra mente.

Antes que nada, hace falta tener muy claro que, en dicho proceso, no debemos alejarnos de los puntos cruciales de la práctica del dharma —es este quien debe impregnar y transformar nuestra cultura, no a la inversa—. Hay muchas maneras de sintetizar estos puntos esenciales de la práctica budista, uno de los cuales es conocido como los Tres Entrenamientos Superiores ; la ética, la meditación y la sabiduría.

La Conducta Ética

La conducta ética, en un contexto Mahayana, guarda relación con abstenernos de dañar a los demás, beneficiarios lo más que podamos y hacer esto con un corazón sincero. Esto tiene mucho que ver con delimitar nuestra propia conducta, abandonando aquello que sea dañino y adoptando aquello que traiga consigo verdadera felicidad. Si el deseo nos gobierna, tarde o temprano acabaremos pasando por encima de los demás para conseguir lo que queremos, causándoles gran daño. Es por esto que nos aconseja llevar vidas sencillas y austeras. Tomar solo lo que realmente necesitamos para nuestro sustento, así como para nuestra práctica, y ofrecer el resto a los demás con una intención sincera. La austeridad me parece de gran relevancia para nosotros en Latinoamérica, donde tenemos inequidades sociales tan pronunciadas. Sería mucho más beneficioso si fuéramos austeros y generosos, como lo es la naturaleza que tan imponente nos rodea, y con la que tenemos una conexión tan cercana. ¿Qué mejor templo podríamos desear que esta misma naturaleza para recordarnos, por ejemplo, de la interdependencia?

“Quizás solo podemos ayudar un poquito. Pero, tal como con esa pequeña semilla que guarda el potencial para producir un gran árbol, no debemos subestimar cualquier acto de bondad que podamos llevar a cabo, por muy pequeñito que parezca.”

La Meditación

La meditación aquí se refiere a familiarizar nuestra mente con grandes cualidades como el amor y la compasión, hasta conseguir normalizarlas. Una vez más, el altruismo se vuelve especialmente significativo para nosotros. Todo el sufrimiento que experimentamos, y que llegaremos a experimentar, surge, sin lugar a dudas, de nuestra propia mente egoísta. El amor bondadoso, o la intención de llevar a todos los seres a la felicidad verdadera, y la gran compasión, o la determinación de librar a todos los seres del sufrimiento, son el antídoto para nuestro egoísmo. Ciertamente, no hay mayor beneficio que podamos aportar a los seres que llevarles, por medio de nuestra práctica, a la completa iluminación. ¿Pero y mientras tanto? ¿Será suficiente limitar nuestra práctica al cojín, donde nos sentamos tan cómodamente, mientras, al cruzar la calle, alguien podría necesitar de nuestra ayuda inmediata? Creo que es muy importante que sepamos también ponernos de pie para ayudar a los demás. Esto forma parte de la conducta del bodhisattva. Quizás no sea mucho lo que podamos hacer ahora mismo. Quizás solo podamos ayudar un poquito. Pero, tal como con esa pequeña semilla que guarda el potencial para producir un gran árbol, no debemos subestimar cualquier acto de bondad que podamos llevar a cabo, por muy pequeñito que parezca.

La Sabiduría

En cuanto a la sabiduría, se dice que existen tres maneras de cultivarla. En primer lugar, tenemos la sabiduría que surge de recibir enseñanzas. Luego, está la sabiduría que surge de reflexionar en las instrucciones ya recibidas. Y, finalmente, tenemos la sabiduría que surge de la meditación.

Si bien todos sabemos cuán indispensable es recibir enseñanzas, la reflexión cuidadosa, por otro lado, es con frecuencia desestimada, pese a su inmenso valor; es por medio de esto que logramos despejar nuestras dudas e interpretaciones erróneas. Sin los debidos cuestionamientos, solo conseguiremos reposar nuestra mente en su propia confusión. Y es aquí donde la cosa se pone muy interesante para nosotros. De todas las maravillosas herramientas que nos ofrece la vida, nuestras coloridas expresiones culturales pueden resultar particularmente valiosas para el ejercicio contemplativo. Es componente esencial de todo proceso artístico el cuestionarnos reflexivamente aquello que buscamos expresar, así como el método mediante el cual le damos forma coherente. Por esta vía podremos establecer un canal de comunicación entre nuestro objeto de contemplación y nuestra mente, con todos sus patrones y reacciones emocionales. Si el foco de nuestro proceso creativo es algún aspecto del dharma, esto nos llevará a observar detenidamente aquel objeto virtuoso, así como a nuestra propia mente ante el mismo. Al observarnos frente al espejo de la creación artística, si el ejercicio es honesto, podremos comprender mejor nuestra práctica. Además, si bien no es estrictamente necesario que mostremos a otras nuestras creaciones, el hacerlo podría llegar a generar un diálogo muy enriquecedor con los demás. El descifrar estos misterios, y despejar las dudas que nos presentan, es fundamental para el paso siguiente, la meditación.

La meditación, ahora, se refiere a estabilizar la comprensión alcanzada tras haber escuchado las enseñanzas y contemplado su significado. Esto lo lograremos gracias a las prácticas de shamatha y vipashyana —la estable concentración y la comprensión penetrante—. Una manera sencilla de practicar esto en nuestro ajetreo cotidiano, además de hacerlo sentados por unos breves momentos sobre nuestro cómodo cojín, es por medio de aplicar los Cuatro Asentamientos de la Atención . Cada experiencia cotidiana, ya sea esta agradable o todo lo contrario, nos ofrece una oportunidad de enfocar nuestra mente, por medio de la atención estable, y de recordar su verdadera naturaleza, mediante el análisis cuidadoso y certero. Ambos elementos —atención y recuerdo— se pueden aplicar al cuerpo, las sensaciones, la mente y los fenómenos.

La alegría de practicar

Ahora bien, claro está que no conseguiremos los resultados de una práctica en la cual no apliquemos esfuerzo. Pero aquí no me refiero a ese esfuerzo doliente, que con pesadez aplicamos a multas pasajeros. De hecho, en este contexto, el entregarnos a los objetos de nuestras aflicciones e intereses mundanos, en lugar de aplicarnos a la virtud, se considera como una forma de pereza, sin importar cuánto nos esforcemos en ello. Aquí, en cambio, me refiero a la mente que con alegría se involucra en la virtud. ¿Y no les parece esta una buena noticia? No solo se nos permite, sino que se nos aleja incluso a ser personas alegres. En estas tierras, donde lo último que se pierde no es la esperanza, sino el sentido del humor, ¡podría decirse que nacimos para esto! Entonces, por favor, procuren recordar lo precioso de la oportunidad que ahora tenemos, así como los beneficios incomparables de practicar los Tres Entrenamientos Superiores , para cultivar así nuestra fe con alegría. Si practicamos de esta manera, en lugar de hacerlo con el látigo, nuestras comunidades budistas y nuestro entorno en general también serán más felices. Asimismo, con alegría, crecerá nuestro entusiasmo por involucrarnos activamente en la virtud, sin que por ello nos volvamos más orgullosos. De este modo, me parece que el dharma conseguirá impregnar naturalmente nuestras vidas, maravillándonos con nuevos y vibrantes colores.

https://www.lionsroar.com/es/cinco-puntos-clave-de-la-practica-budista/

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