Proteger a los niños de los errores es el mayor error que cometemos como padres

Proteger a los niños de los errores

En los últimos tiempos se ha extendido una tendencia tan comprensible como potencialmente peligrosa: tratar a los niños como si fuesen cristal frágil. Por supuesto, cuando los bebés nacen, están indefensos y dependen de sus padres para satisfacer todas sus necesidades. En el papel de padres, comprendemos que nuestro trabajo es dar a nuestros hijos todo lo que necesitan y hacer todo lo posible para protegerlos de cualquier daño.

Sin embargo, a medida que los niños crecen y se vuelven más autónomos, nuestro rol comienza a cambiar. Muchos padres no se dan cuenta de ello y siguen híper protegiendo a sus hijos, evitándoles los errores, fracasos y decepciones. Y ese es, probablemente, uno de los mayores errores que podemos cometer. Pero no es exclusivo de los padres, sino que se está volviendo endémico de nuestra sociedad.

Los errores como valiosas oportunidades de aprendizaje

En el colegio, las correcciones en rojo suelen ser sinónimo de error y fracaso, hasta el punto que se ha comenzado a debatir la posibilidad de erradicarlas de una vez y por todas. Que la educación debe enfocarse en reforzar las fortalezas de los niños no es un concepto nuevo. Lo introdujo Lev Vygotski a inicios del siglo XX.

Sin embargo, que los errores enseñan – y a veces también nos dejan lecciones muy valiosas – tampoco debería ser objeto de discusión. Las Neurociencias han demostrado que a nuestro cerebro no le gustan los errores, por lo que está programado para aprender más rápido de ellos, con el objetivo de evitarlos en el futuro.

 

Neurocientíficos de la Universidad de Iowa, por ejemplo, constataron que nuestro cerebro puede distinguir en apenas un segundo si el error es atribuible a un comportamiento y, si es así, trabaja a toda máquina para catalogarlo, aprender e intentar no repetir ese error.

Las equivocaciones pueden costarnos muy caro e incluso ser peligrosas, por lo que no es extraño que nuestro cerebro priorice su procesamiento. De hecho, investigadores del Cedars-Sinai Medical Center descubrieron lo que denominaron “neuronas del error”, una red neuronal única destinada al seguimiento y control de nuestras equivocaciones.

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También se ha constatado que después de cometer un error, respondemos más lentamente la próxima vez, lo cual se debe a que nuestro cerebro está dándose un poco más de tiempo para evitar cometer el mismo fallo nuevamente. Y cuanto más intensa sea la respuesta cerebral al error, más cautelosos seremos la próxima vez.

Ese mecanismo natural nos ayuda a regular nuestro comportamiento y hacer los ajustes que sean necesarios para disminuir las probabilidades de repetir esos errores en el futuro. Por supuesto, ese proceso no siempre es agradable. Los errores pueden ser dolorosos. Darnos cuenta de que los hemos cometido también es duro. Pero eso forma parte del proceso de aprendizaje. Si arrebatamos a los niños la posibilidad de equivocarse, también les arrebatamos la posibilidad de aprender de sus errores.

El equilibrio entre proteger y preparar a los hijos

Como padres, nos preocupa que si nuestros hijos se equivocan, ese fracaso pueda tener un impacto negativo en su autoestima. Con buenas intenciones, nos apresuramos a arreglar las cosas para que nuestros hijos no se sientan ansiosos ni molestos. Así les ahorramos los “problemas”, pero también minimizamos las oportunidades de aprendizaje.

Y es que existe un delicado equilibrio entre la “crianza para proteger” y la “crianza para preparar”. Proteger a nuestros hijos es importante, pero también lo es prepararlos para la vida, sobre todo porque no podremos estar siempre a su lado para salvarles las castañas del fuego.

De hecho, a medida que los niños crecen, la mejor manera de protegerlos es prepararlos para los eventuales errores, fracasos y decepciones que inevitablemente experimentarán en la edad adulta. Los niños deben haber tropezado y haber aprendido a levantarse, sacudirse el polvo y volver a intentarlo.

Por otra parte, los padres necesitan comprender que rescatar a sus hijos de la ansiedad que pueden generar los errores a menudo solo sirve para aumentar esa ansiedad ya que los pequeños aprenden a evitar las situaciones que les generan la más mínima incomodidad. Como resultado, no logran gestionar asertivamente esos eventos, que en un futuro les generarán niveles mucho más elevados de aprensión, angustia y ansiedad.

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En este sentido, una investigación llevada a cabo en la Universidad de Toronto reveló que los estudiantes que tenían una red de detección y procesamiento del error (ERN) más amplia solían obtener calificaciones más altas y tenían un mayor rendimiento escolar. Por tanto, las equivocaciones no lastran el aprendizaje ni son el enemigo público número uno de los niños, todo lo contrario, siempre que se aprovechen adecuadamente.

Hacia una educación que realmente desarrolle

La clave para no proteger a los niños de los errores innecesariamente radica en el concepto de Zona de Desarrollo Próximo. O sea, permitir que los pequeños vayan tomando sus decisiones, se equivoquen y aprendan a gestionar esos fallos, siempre dentro de sus capacidades y nivel de madurez.

Hay que “empujar” un poco para promover el desarrollo, pero no demasiado como para causar una frustración intolerable. Hay que mantenerse al margen para permitirles descubrir su propio camino y desplegar sus estrategias de afrontamiento. Y hay que brindarles apoyo cuando lo necesiten, pero no solucionar los problemas en su lugar.

Superar obstáculos genera resiliencia y confianza en sus propias capacidades. La sobreprotección parental, en cambio, limita sus capacidades. Tus hijos necesitan saber que estarás a su lado para apoyarlos, pero también necesitan equivocarse, aprender y volverse resilientes para que el día de mañana puedan afrontar cualquier cosa que les depare la vida. Por ese motivo, ¡bienvenidos sean los errores!

 

Referencias Bibliográficas:

Choo, Y.; Mather, A. & Wessel, J. R. (2023) “Early action error processing is due to domain-general surprise while later processing is error-specific. Journal of Neuroscience; 43(45): 7678-7689.

Fu, Z. et. Al. (2023) Neurophysiological mechanisms of error monitoring in human and non-human primates. Nat Rev Neurosci; 24(3):153-172.

Overbye, K. et. Al. (2019) Error processing in the adolescent brain: Age-related differences in electrophysiology, behavioral adaptation, and brain morphology. Dev. Cogn. Neurosci; 38:100665.

Hirsh, J. B. & Inzlicht, M. (2010) Error-related negativity predicts academic performance. Psychophysiology; 47(1): 192-196.

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