“Podría haber sido lo que quisiera”. Así recordaba su padre a Ethan, un estudiante de segundo grado sano y vital que falleció inesperadamente a los 16 años. Ethan era un buen chaval al que le gustaba ganar su propio dinero. Ayudaba a su padre en su pequeño negocio y no le importaba trabajar en lo que fuera, de dependiente o en la cocina en una hamburguesería. Así podía comprarse su propia ropa o su smartphone sin tener que pedir dinero a sus padres. Inesperadamente, el 29 de marzo de 2022, Ethan ingresó en el hospital local en estado crítico. Cinco días más tarde fallecía. La causa de la muerte jamás la habrían imaginado sus padres: sobredosis por fentanilo.
Ethan no era consumidor habitual de ningún tipo de drogas. Ni siquiera supo que la pastilla de Percocet proveniente del mercado negro, y que le proporcionó un amigo, estaba adulterada con fentanilo. Esa fue la primera y última vez que Ethan incursionó en el mundo de las drogas, seguramente para vivir una nueva experiencia en alguna fiesta. Muchos jóvenes lo hacen. Es sólo por probar. Pero a Ethan esta experiencia tan común entre los adolescentes le costó la vida. Se topó sin saberlo con una de las drogas más potentes y letales que existen. Una a la que sólo dos miligramos le bastan para matar a un hombre adulto y fuerte como un toro.
Un asesino en masa, visible e invisible
Cuando escuchamos la expresión “muerte por sobredosis”, imaginamos a un consumidor habitual, a una persona cuya drogodependencia tarde o temprano iba a acabar mal. Esto, salvo casos flagrantes de adulteración de drogas, era así hasta que el fentanilo irrumpió con fuerza en el mercado ilegal de las drogas.
El consumo de fentanilo es extremadamente peligroso por sí mismo. Sin embargo, al ser una droga muy barata 50 veces más potente que la heroína y 100 veces más que la morfina, está siendo utilizada para cortar todo tipo de drogas. Incluso se está añadiendo en el cannabis para potenciar sus efectos y ganar clientela. Esta práctica ha convertido al fentanilo, ya de por sí a menudo letal, en un asesino invisible. Fumar un simple porro, algo que hasta la fecha muchos consideraban inofensivo, ahora puede acabar en tragedia.
Hay quien habla ya de una generación de jóvenes perdida por la acumulación de muertes en años sucesivos
Las imágenes virales de ciudades de los Estados Unidos, especialmente en California, o de Canadá, como es el caso de Vancouver, con personas que deambulan por las calles como zombis por culpa del fentanilo es sólo una parte del drama, la más visible y llamativa. La otra, la invisible, es lo que le sucedió a Ethan. En estos casos, si no se realizan los test adecuados, la muerte puede considerarse muerte súbita y no figurar en las estadísticas de fallecimientos por sobredosis.
Aun cuando muchas muertes como la de Ethan pueden no haber sido contabilizadas, las cifras oficiales de fallecimientos por sobredosis en los Estados Unidos alcanzaron en 2022 una cifra pavorosa: 107.000 muertes. Aproximadamente el 66% (dos tercios) estuvieron relacionadas con opioides sintéticos, principalmente fentanilo. Otro dato preocupante es que la mortalidad se circunscribe a sujetos de 18 a 45 años. La horquilla de edad más vital y productiva de la sociedad. Lo que agrava aún más el impacto de esta tragedia masiva.
Hay quien habla ya de una generación de jóvenes perdida por la acumulación de muertes en años sucesivos. Pues si bien en 2023 se produjo una leve reducción en el número de muertes (algo menos del 3%), la cifra total volvió a superar los 100.000 fallecimientos. En los últimos cuatro años, alrededor de 233,000 personas dentro de esa franja de edad han muerto en Estados Unidos debido sólo a opioides sintéticos, fundamentalmente fentanilo.
Las cifras y la horquilla de edad han disparado todas las alarmas pero también las suspicacias… y algo más. El motivo es que el país de origen del fentanilo o de los precursores necesarios para sintetizarlo es China. La comisión del Congreso estadounidense encargada de analizar y abordar el problema ha expresado sin medias tintas sus sospechas de que el gobierno chino podría estar utilizando esta “epidemia” como un recurso con el que debilitar a su principal adversario geopolítico.
Perder anualmente más de 70.000 personas de edades comprendidas entre los 18 y 45 años (bastantes más que las muertes totales de estadounidenses en los 10 años que duró Guerra de Vietnam) supone, además de enormes costes sanitarios, policiales y judiciales, una merma significativa en la esperanza de vida del conjunto del país, de la productividad y, si se diera la circunstancia de una guerra, también de la capacidad de reclutamiento. De hecho, en lo que respecta directamente a la seguridad nacional, se sabe que en el ejército el porcentaje de muertes por sobredosis imputable a los opioides sintéticos duplica la tasa del ámbito civil.
La responsabilidad del gobierno de EE.UU.
Sin embargo, antes de continuar con el papel de China en la crisis del fentanilo, es preciso analizar la responsabilidad del gobierno de los Estados Unidos. Durante años, las autoridades sanitarias de este país actuaron de forma cuando menos irresponsable. Fueron muy permisivas a la hora de permitir comercializar y recetar una nueva generación de analgésicos y tranquilizantes cuya peligrosa capacidad de generar adicción pasó desapercibida. En pocos años, el consumo sin apenas control de estos nuevos medicamentos degeneró en la drogodependencia legal de un millón y medios de personas.
En medio de esta combinación explosiva, emergió el fentanilo. Extremadamente potente, fácil de producir y barata era la droga perfecta
Uno de los casos que puso en evidencia este desastre fue el de Purdue Pharma. Esta compañía lanzó OxyContin en 1996 y promovió el medicamento como menos adictivo que otros opioides, a pesar de las advertencias en la literatura médica. Esta promoción contribuyó a un aumento masivo en las prescripciones de opioides y, finalmente, desembocó en una epidemia de adicción y sobredosis. La compañía se enfrentó a múltiples demandas y en 2019 se declaró culpable de cargos federales y acordó pagar miles de millones de dólares en acuerdos de liquidación.
En respuesta, el gobierno de EE. UU. implementó regulaciones sobre la prescripción de opioides, aumentado el control de recetas a través de programas mucho más estrictos. De repente, millón y medio de estadounidenses que ya estaban enganchados dejaron de tener acceso a sus drogas legales y sucedió lo que era previsible: recurrieron a las drogas ilegales para satisfacer su adicción.
La súbita afluencia de semejante masa de nuevos consumidores al mercado de las drogas ilegales tensionó la demanda, provocó escasez y un aumento exponencial de los precios. En medio de esta combinación explosiva, emergió el fentanilo. Extremadamente potente, fácil de producir y barata era la droga perfecta. Así fue como la crisis del fentanilo estalló con una violencia y alcance devastadores.
¿Un arma de la guerra híbrida?
Como apuntaba anteriormente, cada vez más políticos y analistas estadounidenses señalan a China como principal responsable de la propagación de la crisis del fentanilo. Esta acusación es objetivamente cierta en la medida en que China es el principal productor de fentanilo, de sus nuevos derivados como el sufentanilo, alfentanilo o remifentanilo, y también de los precursores necesarios para sintetizar todas estas drogas.
Si bien en 2019, el Partido Comunista de China (PCCh), presionado por la comunidad internacional, impuso restricciones a su fabricación y suministro, tales restricciones, o bien se aplican con más o menos intensidad de manera discrecional, o bien apenas tienen efectos sobre la fabricación y exportación de los precursores necesarios para sintetizar el fentanilo.
Wuhan Yuancheng Technology Development Co. Ltd. está ubicada en la capital de la provincia de Hubei donde se originó y propagó a escala mundial el coronavirus de tipo 2 causante del síndrome respiratorio agudo severo (SRAS-CoV-2)
Además, el celo de las autoridades chinas a la hora de hacer cumplir estas restricciones varía en función del momento que atraviesen sus relaciones con los Estados Unidos, lo que indica que aún cuando la crisis del fentanilo no fuera producto de una estrategia intencionada, el PCCh la estaría utilizando como un arma de guerra híbrida. Algo muy similar, por ejemplo, al uso que hace Marruecos de la inmigración ilegal.
A lo largo de los últimos años, las autoridades estadounidenses han señalado a varias empresas chinas como productoras de precursores de fentanilo o productos químicos relacionados. Estas empresas suelen producir legalmente precursores químicos que pueden tener usos industriales y farmacéuticos legítimos, pero que también pueden ser desviados para la producción ilícita de fentanilo. Algunas de estas empresas han sido objeto de sanciones y medidas por parte del gobierno de EE.UU. o han sido mencionadas en investigaciones internacionales. Entre ellas, figuran:
- Shanghai General Pharmaceuticals, identificada como una de las empresas que fabrican y exportan precursores para la producción de fentanilo.
- Hebei Xinle Sci & Tech Co. Ltd., empresa sancionada por su participación en la exportación de precursores químicos utilizados para fabricar fentanilo.
- Wuhan Yuancheng Technology Development Co. Ltd., otra empresa señalada en varias investigaciones por exportar productos químicos precursores hacia laboratorios en otros países, incluidos los utilizados en la fabricación de opioides sintéticos.
- Anhui Rencheng Technology Co. Ltd., ha estado bajo escrutinio por ser proveedor de precursores químicos que pueden emplearse en la producción de fentanilo.
Sin embargo, tanto las sanciones como el escrutinio de estas empresas es un esfuerzo exclusivo de la administración estadounidense sin reflejo en la contraparte china. En lo que respecta a las autoridades del gigante asiático, estas compañías siguen operando en general con total impunidad.
Si usted, querido lector, ha prestado suficiente atención a este breve listado empresas, un nombre le habrá resultado familiar: Wuhan. En efecto, Wuhan Yuancheng Technology Development Co. Ltd. está ubicada en la capital de la provincia de Hubei donde se originó y propagó a escala mundial el coronavirus de tipo 2 causante del síndrome respiratorio agudo severo (SRAS-CoV-2).
Estas empresas suministran los componentes necesarios a los cárteles para que luego estos fabriquen y distribuyan las drogas en los Estados Unidos, Canadá y otros países occidentales
Aunque no hay información pública detallada sobre los accionistas específicos de Wuhan Yuancheng Technology Development Co., Ltd., se sospecha de la posible vinculación con el PCCh. Las empresas en China, como en muchos otros países, pueden tener accionistas privados y públicos, y a veces hay conexiones con funcionarios o personas influyentes. Sin embargo, China no es una democracia, es una dictadura, por lo que la información sobre la propiedad y la estructura accionarial de empresas privadas no está disponible para el público, algo que resulta muy conveniente a la hora de ocultar vínculos políticos.
Además de las compañías citadas, cuyo tamaño es considerable, hay infinidad de medianas y pequeñas empresas chinas dedicadas al negocio de la producción de fentanilo, derivados y precursores que operan como suministradores de los cárteles de la droga mexicanos.
Estas empresas suministran los componentes necesarios a los cárteles para que luego estos fabriquen y distribuyan las drogas en los Estados Unidos, Canadá y otros países occidentales. En esta red de pequeñas y medianas empresas, a la sospechosa permisividad del comité central del PCCh se añade el desinterés de sus cargos locales por obstaculizar una actividad que resulta muy beneficiosa para los pueblos o ciudades donde estas empresas están establecidas y con las que los propios cargos locales se llenan los bolsillos haciendo la vista gorda.
El cinismo criminal del PCCh
A pesar de las abrumadoras evidencias del papel clave de China en la crisis del fentanilo, las autoridades de este país achican balones recurriendo a la habitual retórica antiamericana. Trasladan el peso de la prueba a la cultura de la droga de ese país y a la permisividad propia del modelo occidental. En líneas generales, el argumento es que el problema del fentanilo no es culpa de China, sino de la cultura occidental. La prueba que aportan es que en China no existe un problema de drogas. Por supuesto, que en China no haya un problema de drogas es imposible de comprobar, porque China es una dictadura hermética, donde no se reconocen los derechos humanos y menos aún el derecho a la información y a la transparencia gubernamental.
De alguna manera, China, además de ser la segunda potencia económica y militar mundial se habría convertido en un potentísimo narcoestado comunista. Un régimen donde los intereses geopolíticos se entremezclan con los intereses económicos y delictivos
Sin embargo, más allá de su opacidad, el PCCh podría estar ocultando un hecho crucial. Según aseguran algunos analistas, en la década de 1980, entre las autoridades comunistas y las Triadas (las tradicionales mafias chinas) se estableció un acuerdo tácito. El PCCh relajaría su persecución a cambio de que las Triadas “se comportaran patrióticamente”. Trasladado de la retórica a la realidad este acuerdo se habría sustanciado en una cierta tolerancia a las actividades mafiosas. Siempre y cuando los negocios sucios de las Triadas nos supusieran graves perjuicios internos en China, el PCCh las dejaría operar hacia y desde el exterior; incluso, facilitaría aquellas actividades ilegales que supusieran un perjuicio para países o potencias adversarias.
Con el crecimiento de la economía China y su apertura al exterior, las tradicionales Triadas evolucionaron a organizaciones más flexibles, diversas y menos jerarquizadas. Esta modernización de las mafias chinas habría entrado en simbiosis con la secular corrupción del PCCh, dando lugar a la sinergia entre los intereses económicos mafiosos y los intereses políticos del PCCh. Así, de alguna manera, China, además de ser la segunda potencia económica y militar mundial se habría convertido en un potentísimo narcoestado comunista. Un régimen donde los intereses geopolíticos se entremezclan con los intereses económicos y delictivos.
Sea más o menos verosímil esta explicación, de lo que no hay duda es de que China es un vector fundamental en la crisis del fentanilo y derivados; que sus esfuerzos por combatir esta crisis, más allá de declaraciones y compromisos formales, son casi inexistentes; y que el país más perjudicado por la actitud de China es casualmente su más odiado adversario: los Estados Unidos. Que cada cual extraiga sus propias conclusiones.
Foto: Anshu A.