Fuente: The Australian

El segundo mandato de Trump, ¿podría estancar el progreso en las inversiones en energías renovables? El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, ha reavivado las discusiones sobre el futuro de las inversiones en energía verde en Estados Unidos.

La política climática en Estados Unidos va a sufrir un gran cambio bajo otra presidencia de Trump

Trump siempre ha defendido los combustibles fósiles, incluidos el carbón, el petróleo y el gas natural, y se espera que priorice las políticas que favorezcan a estas industrias. Esto podría dar como resultado una reasignación de recursos federales de la energía verde al desarrollo de combustibles fósiles.

Sin embargo, dada la naturaleza arraigada de las inversiones en energía limpia, es poco probable que se desmantelen los proyectos existentes.

Las políticas de la administración Biden han acelerado significativamente el crecimiento de la energía verde. Leyes emblemáticas, como la Ley de Reducción de la Inflación (IRA, por sus siglas en inglés) y la Ley Bipartidista de Infraestructura, han otorgado miles de millones de dólares en subsidios, créditos fiscales y subvenciones para proyectos de energía renovable.

Aunque no se sabe que medidas tomará el nuevo gobierno, es probable, que se reduzcan drásticamente o se eliminen por completo las oficinas del Departamento de Energía, como la Oficina del Programa de Préstamos y la Oficina de Eficiencia Energética y Energía Renovable.

En el primer día de mandato de Trump en 2017, se retiró del Acuerdo Climático de París. Biden volvió a sumarse al acuerdo al asumir el cargo, pero es seguro asumir que, tras su investidura, Trump volverá a salir. La posición internacional de Estados Unidos sobre el cambio climático volverá a revertirse.

Como la mayor economía del mundo, Estados Unidos tiene un papel descomunal en la definición de las medidas climáticas de los gobiernos a nivel internacional. Bajo la segunda administración de Trump, las alianzas y la colaboración internacionales en materia climática probablemente estén estancadas.

¿Qué pasa con la energía nuclear en Estados Unidos?

La energía nuclear ha surgido como una solución bipartidista poco común para la creciente demanda de energía de los centros de datos que respaldan las aplicaciones de inteligencia artificial. Se estima que vamos en retroceso al pasado y la energía nuclear podría crecer un 155 % para 2050 con estas consecuencias para el futuro.

En julio, Joe Biden firmó la Ley ADVANCE, un proyecto de ley bipartidista pronuclear que redujo las barreras significativas que restringen el desarrollo y la producción de nuevas centrales nucleares. Aprobada por amplios márgenes en la Cámara de Representantes y el Senado, la ley es un claro indicador de que la energía nuclear está interviniendo rápidamente para ayudar a respaldar al sector energético en los EE. UU.

¿Será 2025 un mal año para las energías renovables?

La postura de Trump es descartar el cambio climático y tomarlo como un engaño. Basta decir que la “energía limpia” o “energía verde”, definida por sus beneficios climáticos, no será una prioridad para la administración.

Pero, con un nombre diferente, las mismas tecnologías energéticas respetuosas del clima podrían seguir prosperando. Esto se debe a que las fuentes de energía alternativas tienen otros puntos fuertes para una administración republicana:

Son nacionales, lo que hace que Estados Unidos dependa menos de las importaciones extranjeras; apoyan el empleo; y la energía eólica y solar, en particular, también son industrias enormes en estados con gobiernos republicanos, como Texas, Oklahoma y Dakota del Norte, lo que ha cambiado parte de la política en torno a su apoyo.

Hoy, la energía solar y eólica suelen ser más baratas que los combustibles fósiles. Combinadas con baterías, pueden proporcionar energía las 24 horas del día, y el costo de las baterías también se ha desplomado. Incluso Estados Unidos vive un paso adelante con la energía solar nocturna desde el espacio.

Aunque Trump ha prometido “perforar, perforar, perforar”, los presidentes en Estados Unidos no dictan la producción petrolera. Pueden tratar de influir en ella, pero las fuerzas del mercado siguen dominando la toma de decisiones de las empresas.