Los chinos sueñan con el vuelo de las mariposas

Uno de los rasgos distintivos de los habitantes urbanos de China es su amor al baile. Por las noches, sea cual sea el régimen político, los chinos salen a las plazas centrales de sus ciudades para bailar.

Desde las siete hasta las diez en la improvisada pista asfaltada las parejas dan vueltas en un vals en una parte de la plaza mientras en la otra se baila el Harlem shake. Parece una locura colectiva, pero los vecinos de la municipalidad china de Chóngqing se lo pasan genial.

Al otro lado de la colina

Chóngqing es una municipalidad de la República Popular China con una extensión de 82.000 kilómetros cuadrados y una población estimada de 30 millones de habitantes. Sea cual fuera el régimen político del país durante los últimos tres mil años, Chóngqing siempre ha sido un enorme conglomerado urbano gracias a su situación geográfica en el centro del país, en una península sobre el río Yangtsé que lleva hasta el mar.

Dependiente del Gobierno central (como Shanghai y Pekín, no forma parte de ninguna provincia) desde 1997, integra el núcleo urbano original, el propio Chóngqing con 12 millones de habitantes, dos ciudades satélites y zonas rurales. Un ecosistema cerrado que está situado en una zona con muchas colinas y cuyas partes se conectan mediante los túneles en las mismas.

El corazón de este organismo urbano, un gran nudo de transporte y centro de fabricación de ordenadores portátiles y automóviles, late gracias a los migrantes laborales. No son turcos o árabes como en Europa, son también chinos provenientes de zonas rurales de todo el país. Se les ve por la cara y se les oye porque hablan unos dialectos muy distintos. Esto hace que muchas veces no se entienden bien con los lugareños.

La plaza central de Chóngqing, donde éstos últimos se reúnen para bailar, se encuentra al pie de una ancha escalera que lleva hasta un imponente pabellón inspirado en la arquitectura tradicional y parecido al famoso Templo del Cielo de Pekín. Es sede de la administración local y símbolo municipal que domina la ciudad desde la cima de una colina. Al otro lado de la misma se levantan los edificios de viviendas de cinco plantas construidos en los 1960.

Aquí, entre las oscuras escaleras, olor a fritanga, ratas, escasa luz de las ventanas, los migrantes alquilan habitaciones. Las autoridades de las grandes ciudades chinas van barriendo estos barrios de la faz de la nueva China para construir rascacielos. Entonces los migrantes se mudan en masa a otros tugurios.

¿Cuántos son en China las personas que abandonan sus pueblos para probar suerte en la ciudad? En vísperas de la sesión de la Asamblea Popular Nacional de China, los expertos cifraron en 280 millones los inmigrantes rurales. Esto lo suman la población de Alemania, Gran Bretaña, Francia, España e Italia.

“La nueva urbanización”

Las dos semanas que durará la sesión de la Asamblea Popular Nacional estarán dedicadas generalmente a los debates sobre el futuro plan del Gobierno, que englobará, entre otras cuestiones, la puesta en práctica del concepto de “la nueva urbanización”.

Este concepto se enmarca en la idea de un Estado social que garantice a todos sus ciudadanos la asistencia sanitaria y las pagas de jubilación. En este sentido urge regularizar la situación de los migrantes laborales para que tengan acceso a todos los servicios sociales, incluida la educación de sus hijos. En el caso contrario, no se podrá hablar de un clima urbano normal ni de de la vida tranquila de la clase media.

La sociedad china ha madurado demasiado rápido: en 30 años, desde cero en el país se ha formado la clase media urbana con un estilo de vida casi europeo, que ya ha olvidado las miserias de la época de la «revolución cultural». Esta clase genera nueva demanda y crea nuevas costumbres: los viajes al extranjero, el nuevo teatro y ópera, la moda y el diseño.

Parece obvio que la situación actual, cuando casi 300 millones de personas viven en las ciudades con un «permiso de trabajo temporal», sea insostenible, es más – peligrosa. En teoría se supone que algún día toda esta gente vuelva a sus pueblos. Pero todo el mundo es consciente de que no va a pasar en realidad.

La situación es peligrosa, en primer lugar, desde el punto de vista político, ya que amenaza el control sobre el estado. Un adepto del occidentalismo difícilmente comprenderá porqué la población urbana china no lucha por implantar democracia, al estilo estadounidense o, digamos, británico, en su país. Es muy fácil – hay tareas mucho más urgentes y concretas.

Por ejemplo, conseguir que en las tiendas no vendan leche envenenada (un caso real cuando productores de leche añadieron nitrato a la leche producida por su competencia). O que se paguen indemnizaciones por despido. Estas son tareas para la administración local mientras el gobierno central tiene que solucionar el problemas de la «vida paralela» de los migrantes laborales en las ciudades. Está claro que la democracia no figura entre las prioridades de estos últimos, pero una revuelta urbana sí.

Una solución inteligente

He aquí una conversación que tuve en China sobre la semejanza entre los problemas del país asiático y de la antigua URSS:

—    La situación en la URSS durante el gobierno de Leonid Brézhnev, que fue el Secretario General del Partido Comunista soviético, presidiendo al país desde 1964 hasta su muerte en 1982, fue muy parecida a lo que ocurre hoy en China. A finales de los 1960 la URSS definitivamente dejó de ser un país rural porque cientos de miles de personas se mudaron de los pueblos a las ciudades para trabajar en las nuevas fábricas.

—    ¿Era legal?

—    Sí, lo era. Pero para trasladarse a la ciudad los migrantes necesitaban una autorización, igual que ahora en China. Los recién llegados tenían un sistema de valores muy diferente del de los habitantes urbanos y esto creaba una gran inestabilidad social.

—    ¿Hubo confrontaciones?

—    No muchas, porque Brézhnev aplicó una estrategia curiosa. A los que llegaban a trabajar de las zonas rurales se les concedía un pequeño terreno en las inmediaciones de la ciudad, donde podían construir una pequeña casa y hacer un jardín para pasar fines de semana. Esto les resultaba más fácil que integrarse en la vida urbana.

—    Brézhnev era muy inteligente… Pero nosotros no lo podemos hacer porque no tenemos terrenos desocupados en las inmediaciones de grandes ciudades…

Adiós, China rural

Los procesos que se desarrollaban en la URSS de Brézhnev significaban un adiós a la Rusia rural: la población urbana no tardó en predominar sobre la rural. En China está sucediendo lo mismo, por eso recibió el nombre de la “nueva urbanización”. En realidad comenzó hace tiempo pero hasta ahora estaba fuera del alcance de la política estatal.

En la sesión de la Asamblea Popular Nacional se dijo que a finales del año 2012 la población urbana de China ascendió al 52,57% de la población total. Pero esto si se cuentan todos los que han vivido en la ciudad durante los seis meses seguidos anteriores al sondeo. Los «aborígenes» urbanos no superan el 35% de la población. La diferencia entre estas dos cifras es el número de los migrantes rurales.

Es decir, el país, de hecho, ya se ha convertido de rural a urbano. Pero sólo ahora el gobierno reconoce que en este proceso espontáneo se han desaprovechado muchas oportunidades para el desarrollo de la economía nacional.

Regularizar a los migrantes requiere inversiones, pero en caso contrario nunca llegarán a ser buenos consumidores. Entretanto ahora es el crecimiento del consumo interno (en lugar de las exportaciones) el que impulsa el crecimiento económico del país. La China de hoy necesita que sus ciudadanos prosperen.

La época de los rascacielos se ha quedado en el pasado. Se seguirán construyendo pero ya no inspiran asombro ni ilusión. En Chóngqing en su momento creció un impresionante bosque de rascacielos. Fue durante el gobierno del hombre que protagonizó la vida política en el país durante el año pasado. Bo Xilai fue apartado del cargo de secretario del Partido Comunista Chino de la municipalidad de Chóngqing y al mes siguiente fue expulsado del Buró Político a causa de la presunta implicación de su esposa en el asesinato de un hombre de negocios británico, a quien supuestamente pidió ayuda para sacar una gran suma de China.

En Chóngqing piensan que Bo Xilai y sus rascacielos pertenecen al pasado. La actualidad plantea nuevos retos. El plan de desarrollo urbano de la ciudad está representado en una maqueta gigante en la orilla del Yangtsé. Pero a los chinos que van a verlo no importa la altura de los edificios, hablan con entusiasmo de una idea fascinante de unir los rascacielos con unos puentes con árboles, flores y mariposas.

No se sabe muy bien si las mariposas van a sentirse a gusto a la altura de la decimoquinta planta. Pero lo importante es que los chinos sueñen con algo simpático en medio de la aglomeración de edificios, con el revuelo de mariposas

http://sp.rian.ru/opinion_analysis/20130314/156626431.html

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