Una colaboración de lalunagatuna
Mucho se ha escrito sobre los cátaros medievales. Aunque realmente nos han quedado muy pocas fuentes que provengan de los auténticos cátaros, pero hay algo muy evidente de su existencia y es la rica herencia que dejaron los cátaros allí donde vivieron. Los valores de democracia, de libertad, igualdad y fraternidad quedaron impresos y dejaron una semilla que luego florecerá con mayor o menor fortuna.
Eran Mujeres y hombres buenos, que creían en el Padre del Puro Amor, el cual era ajeno totalmente a este mundo. Por lo tanto, toda su vida transcurrió intentando ser personas no de este mundo, su espiritualidad abarcaba todos los ámbitos de la vida desde su comportamiento a su alimentación, su música y arte.
Historia de los cátaros
La civilización cátara resplandeció en la Edad Media, evolucionando continuamente, no perdiendo, además, su autenticidad. Con todo ello, todas sus manifestaciones, independientemente de su condicionalidad temporal, componen la unidad inseparable, una tradición común que de siglo en siglo nunca ha perdido sus valores.
El catarismo encontró la realización de las aspiraciones más elevadas y más nobles en la persona, que se realizó en la escala de la civilización en contra de todo el circundante orden mundial donde impera la usurpación, la competitividad, el materialismo, el miedo, la dominación…
Una civilización única, cuya base estaba formada por la certeza absoluta de que la Divinidad reside en el interior del hombre, que el hombre es bueno, que el hombre es el mayor valor de la Tierra. Esta certeza, que es común para muchas civilizaciones del pasado (sobre la mayoría de ellas no sabemos casi nada), tiene bases y raíces históricas, pero su resolución está en el presente y en el futuro. Su espiritualidad abarcaba todos los ámbitos de la vida desde su comportamiento, comida, música, arte, forma de trabajar. Cambian los decorados, pero el catarismo original queda igual en su movimiento histórico. El catarismo era una de sus manifestaciones, puede que la más impresionante, pero no extinguida, ni mucho menos.
Por ello el catarismo, no solamente contempla el movimiento espiritual de la Europa Occidental que existió en los siglos XI al XIV y que cayó bajo los golpes de la cruzada y la inquisición, sino que es comprendido como la fraternidad del amor puro y libertad plena.
Se ha escrito mucho sobre los Cátaros Medievales. Aunque realmente nos han quedado muy pocas fuentes que provengan de los auténticos cátaros, ya que la inquisición se ocupó de ello, pero hay algo muy evidente de su existencia y es la rica herencia que dejaron allí donde vivieron. Los valores de democracia, de libertad, igualdad y fraternidad quedaron impresos dejando las semillas que hoy día florecen.
Catarismo en Occitania
Como se sabe, Cataluña fue una de las cunas del catarismo. El catarismo vino aquí desde los países eslavos sobre los siglos XI y XII, antes de las persecuciones, y se difundió en los territorios de Cataluña, Aragón y toda Europa, en todos los estratos de la sociedad, habiendo recibido gran apoyo nobiliario y de la gente sencilla. Uno de los nobles más conocidos fue el vizconde Arnau de Castellbò, que favoreció a sus vasallos con atenciones, franquicias y privilegios, que superaban con creces los otorgados por los señores feudales durante toda la edad media. Cedió a perpetuidad a los habitantes de Castellbó, molinos de viento, prados, bosques, pastos y aguas, es decir, los eximía de todos los tributos y obligaciones vigentes en aquel momento, en definitiva tenían una tierra con autonomía privilegiada y libertad para la época, hasta que Cataluña perdió sus derechos en el año 1714.
Los elevados ideales cátaros influían y contribuían a la formación de la cultura y del arquetipo europeo, de las ideas de libertad y democracia.
En Cataluña vivieron los últimos Perfectos cátaros, como Guillem de Bélibaste. Bélibaste fue traicionado por su ayudante al ir a Francia a través de Lleida, Tortosa y Castellbò, a dar el consolamentum a una moribunda cátara. Él acabó quemado vivo en el castillo de Villerouge-Termenès en el año 1321. Antes de morir él dijo su famosa predicción: “Dentro de setecientos años el laurel reverdecerá”. Y hoy día es la hora de su realización.
“EL LAUREL HA REVERDECIDO”
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